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Comunidad Parroquial de San José Obrero. Perla-Reforma 24.11.2022

8 de julio. Jueves Eucarístico y sacerdotal misa de 18 pm

Comunidad Parroquial de San José Obrero. Perla-Reforma 23.11.2022

https://odresnuevos.es/evangelio-domingos/11-julio-2021/ De dos en dos y con pocas cosas #OdresNuevos #EvangelioDelDomingo #Fano

Comunidad Parroquial de San José Obrero. Perla-Reforma 23.11.2022

José Antonio Pagola - CON POCAS COSAS - Comparte Buenas Noticias, da Click a COMPARTIR - ¿Qué ha podido pasar para distanciarnos tanto de aquel proyecto inicial... de Jesús? ¿Dónde ha quedado el encargo del Maestro? ¿Quién sigue escuchando hoy sus recomendaciones? Pocos relatos evangélicos nos descubren mejor la intención original de Jesús que este que nos presenta a Jesús enviando a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, dinero ni túnica de repuesto. Basta un amigo, un bastón y unas sandalias para adentrarse por los caminos de la vida, anunciando a todos ese cambio que necesitamos para descubrir el secreto último de la vida y el camino hacia la verdadera liberación. No desvirtuemos ligeramente el encargo de Jesús. No pensemos que se trata de una utopía ingenua, propia quizá de una sociedad seminómada ya superada, pero imposible en un mundo como el nuestro. Aquí hay algo que no podemos eludir. El evangelio es anunciado por aquellos que saben vivir con sencillez. Hombres y mujeres libres que conocen el gozo de caminar por la vida sin sentirse esclavos de las cosas. No son los poderosos, los financieros, los tecnócratas, los grandes estrategas de la política los que van a construir un mundo más humano. Esta sociedad necesita descubrir que hay que volver a una vida sencilla y sobria. No basta con aumentar la producción y alcanzar un mayor nivel de vida. No es suficiente ganar siempre más, comprar más y más cosas, disfrutar de mayor bienestar. Esta sociedad necesita como nunca el impacto de hombres y mujeres que sepan vivir con pocas cosas. Creyentes capaces de mostrar que la felicidad no está en acumular bienes. Seguidores de Jesús que nos recuerden que no somos ricos cuando poseemos muchas cosas, sino cuando sabemos disfrutarlas con sencillez y compartirlas con generosidad. Quienes viven una vida sencilla y una solidaridad generosa son los que mejor predican hoy la conversión que más necesita nuestra sociedad. 15 Tiempo ordinario - B (Marcos 6,7-13) 11 de julio 2021 José Antonio Pagola [email protected] Fuentes : http://feadulta.com/ http://www.gruposdejesus.com http://sanvicentemartirdeabando.org/ http://eclesalia.wordpress.com/ https://pastoralsj.org/ https://rezandovoy.org/ - - - - - SI NECESITAS SEGURIDADES EXTERNAS, NO CONFÍAS EN LO ESENCIAL Fray Marcos Mc 6,7-13 El párrafo que acabamos de leer es continuación del que leíamos el domingo pasado, pero con él comienza una nueva etapa en el evangelio de Marcos. Los discípulos van a tomar parte en la tarea que desarrolla el Maestro. Después de la experiencia de fracaso en su pueblo, Jesús no solo no deja de anunciar la buena noticia del Reino sino que compromete a sus discípulos en esa tarea. El rechazo de los dirigentes y familiares le obligan a buscar otros interlocutores que no estén maleados por la enseñanza oficial. Las tres lecturas no hablan de la elección, pero esa elección lleva implícita la misión. Es Jesús quien toma la iniciativa. Les llamó y les envió. Si hacía ya mucho tiempo que estaban con él, no necesitaba llamarlos, pero el poner los dos verbos juntos tiene una intención especial. La llamada y la misión están siempre unidas. No se precisa ni a dónde van ni cuanto va a durar la misión. Con ello está precisando las características de todas las llamadas y de todos los envíos. Todo los que vayan en nombre de Jesús deben ir en las mismas condiciones, en todos los tiempos. El evangelista está retrotrayendo al tiempo de Jesús una práctica que comenzó muy pronto en las primeras comunidades. De dos en dos, apunta al sentido comunitario de toda misión. No se trata de actuar como francotiradores, sino de ir en nombre de la comunidad. Así se evita cualquier clase de superioridad de uno sobre otro. Con demasiada frecuencia olvidamos que todos somos enviados por y desde una comunidad. Tenemos que superar la tendencia a actuar por nuestra propia cuenta. Tiene también un aspecto legal. En un juicio, solo se admitía el testimonio que fuera atestiguado por dos. No se espera que sean maestros, sino testigos. Les da autoridad sobre los espíritus inmundos. Hay que tener mucho cuidado. El texto griego no dice dynamis sino exousia. No es fácil apreciar la diferencia entre los dos conceptos, pero es claro que no se trata de un poder mágico, sino de una superioridad sobre el mal. Se trata de una fuerza para superar no solo los demonios de los demás sino también sus propios demonios; es decir, la superación personal de toda ideología que les impediría comunicar el verdadero mensaje. Esta lucha de los apóstoles contra sus propios prejuicios nacionalistas está presente en todo el evangelio de Marcos. Les encargó... El verbo Griego significa ordenó. Es curioso que el texto hace más hincapié en lo que no deben llevar. Lo importante es el espíritu de los enviados. El bastón y las sandalias eran imprescindibles; el primero ayuda a caminar y puede ser muy útil contra las alimañas. Las sandalias era el calzado de los pobres. El pan era signo de todo alimento. No van como mendigos, solo deben aceptar lo que necesitan en cada momento. La alforja era propia de los mendigos, que aseguraban así las próximas comidas. El dinero es símbolo de las seguridades. En griego no dice túnica de repuesto, sino no llevéis puestas dos túnicas, que era característica de la gente rica. Los judíos nunca se hospedaban en casa de paganos. Para Jesús cualquier casa es buena para hospedarse, y cualquier alimento digno de comerse. Para quedarse basta que les acoja una casa; para marcharse tiene que existir el rechazo de un lugar. Lo importante es que les acepten y ellos acepten. En todo caso, deja clara la posibilidad de rechazo que acaba de sufrir el mismo Jesús en su tierra. El sacudir el polvo de los pies era una costumbre de los judíos cuando salían de un lugar de paganos. No se trata de maldición alguna, sino de dar testimonio de un hecho. Predicaban la conversión, echaban demonios y curaban. Es curioso que ninguna de esas acciones fue descrita en el envío. La conversión, de la que nos habla el evangelio, no debe entenderse desde el punto de vista moral. Se trata de metanoia. Un cambio de mentalidad que llevaría consigo un cambio en la manera de vivir. Sin emprender ese nuevo camino, de nada servirán los arrepentimientos y los propósitos. Seguimos sin entenderlo hoy. El echar demonios y curar son signos de la preocupación por los demás. El signo de que ha llegado el Reino es la ayuda a los demás. La primera lectura nos pone ya en guardia. Los profetas de Betel quieren convertir a Amós en un profeta al uso: alguien que vive de un oficio siguiendo las directrices oficiales. Muy poco han cambiado las cosas. La Iglesia sigue siendo un santuario de Betel. Estar de parte de los poderosos y no denunciar la injusticia ha sido una apostasía del cristianismo desde Constantino. A nadie entusiasma hoy nuestra predicación, mucho menos nuestra trayectoria vital. La misión no puede ser una programación venida de fuera, sino una exigencia vital, consecuencia de la llamada interna de Dios. La clave está en que, al depender de los demás, se elimina toda tentación de superioridad. No son normas de ascetismo sino de confianza. Se trata de aprender a confiar en los demás, esperándolo todo de ellos. Saber dar eficazmente supone haber aprendido antes a recibir con humildad. No hay nada más humillante para un ser humano que el tener que recibir de otro algo sin reciprocidad. La realidad que más une a los hombres es el saber que tienen algo que dar y algo que recibir. En la gratuidad se alcanza el máximo de humanidad, tanto por parte del que da, como del que recibe. La confianza de toda misión evangélica debe centrarse en el mensaje, no en los medios desplegados. Por ello hay que prescindir de lo superfluo, y ni siquiera querer asegurar lo necesario. Al enviarlos, está diciendo que lleven el Reino de Dios a todos los hombres. Él no es su dueño ni ellos sus propietarios. Ese Reino es la buena noticia que todos deben descubrir. El Reino predicado por Jesús trata de purificar toda religión. Jesús no creó una nueva religión ni dejó de pertenecer a la judía. Él haber hecho de la predicación de Jesús una religión más ha impedido que sea fermento para todas. La misión no es tarea de unos pocos, sino la consecuencia inevitable de la adhesión a Jesús. La misión no consiste en predicar sino en hacer un mundo cada vez más humano. No se trata de salvaguardar a toda costa doctrinas trasnochadas o normas morales que no humanizan. Menos aún en conservar unos ritos fosilizados que ya no dicen nada a nadie. El mensaje de Jesús no se puede meter en fórmulas. Meditación Si confías en Dios, confiarás también en el hombre. Pero también potenciarás la confianza en ti mismo. Si has superado el afán de seguridades, surgirá la gratuidad. Precisamente hoy, que por todo hay que pagar un precio, es más necesario que nunca el dar sin esperar nada. Darse, sin esperar nada a cambio, es hacer presente a Dios. Fray Marcos - - - - - SOY DISCÍPULO, ENVIADO POR JESÚS José Enrique Galarreta Mc 6, 7-13 Jesús envía a los Doce. Esta misión aparece en los tres sinópticos, y en los tres las instrucciones son semejantes, aunque los detalles difieren. (Mateo prohibe las sandalias, Lucas omite la expulsión de demonios...) Lucas 10,1 constata otra misión, esta vez de 72 discípulos, con parecidas características. Parece pues seguro que Jesús preparaba su llegada a las aldeas con un envío previo de sus discípulos. Pero lo importante no es el hecho en sí, sino el mensaje que llevan y el modo de anunciarlo: el mensaje es la llegada del Reino; el modo de anunciarlo, la pobreza de los enviados y la liberación de los enfermos y poseídos. Aunque no nos hayamos dado cuenta, estamos asistiendo al nacimiento de la Iglesia. Lo señalamos ya al comentar el llamamiento de los primeros discípulos y lo volvemos a recordar hoy. Jesús necesita gente que le ayude, que la ayude a extender la Buena Noticia, que le ayude a realizar el Reino. Se perfilan las características de los discípulos, ya desde el principio; ser discípulo de Jesús equivale a ser llamado para una misión. La esencia de la misión, anunciar el Reino. Este envío de Jesús, en mitad de su vida pública, nos sirve muy bien para iluminar el envío definitivo, la misión conferida a los discípulos después de la resurrección, porque nos muestra que la misión es la esencia del seguidor de Jesús. Ser discípulo de Jesús puede entenderse, se entiende de hecho algunas veces, como una situación estática, más bien privilegiada que comprometida. Se nos ha regalado un conocimiento, los dogmas que hay que aceptar, se nos exige el cumplimiento de unas normas morales y unos ritos ... y se nos ofrece como premio la vida eterna. Podría entenderse como un seguimiento enteramente particular, sin que las demás personas tengan otra condición que objeto de los mandamientos, que se pueden reducir a uno: no perjudicar a nadie. Pero la revelación de Jesús es Dios Padre, que equivale a "todos hijos", y por tanto hermanos. La consecuencia es compartir y comprometerse; no hay otra forma de entender al Padre y a los hermanos que desde el compartir y el compromiso. Jesús es el primer Hijo, el primer Hermano, el que más comparte y el más comprometido: nosotros seguimos su modelo, nos dejamos llevar del mismo Espíritu. Su misión no es suya, es la misión que da el Padre a los hijos. Jesús nos hace descubrir la misión. Seguirle es aceptar la misión. La misión de los doce y de aquellos otros setenta y dos era muy ocasional: tenían que preparar el camino a Jesús. Éste fue en ese momento su modo de misión. Nuestra misión puede tener, tiene de hecho, modos diferentes, pero en el fondo es la misma: anunciar y construir el Reino. Cuando Jesús dejó de estar físicamente entre sus discípulos, éstos continuaron su misión: unos como predicadores, viajando de un sitio a otro. Otros no; permanecieron en donde estaban; anunciaron y construyeron el Reino haciendo lo que siempre habían hecho, pero de diferente modo. Siguieron siendo labradores o comerciantes o artesanos, siguieron engendrando hijos y celebrando las fiestas, pero lo hicieron todo según los criterios y valores de Jesús; compartían lo que tenían, estaban profundamente comprometidos en los problemas de todos. Nosotros solemos simplificar, de modo harto culpable, el seguimiento de Jesús. Pensamos que algunos (los sacerdotes, los religiosos ...) están llamados a anunciar el Reino, a predicar, y los demás no; los demás vivimos una existencia aceptadora de dogmas y cumplidora de preceptos para nuestra propia salvación. También en esto necesitamos escuchar la Buena Noticia: tu vida, lo que estás haciendo puede ser el Reino, el anuncio del Reino. Pero, más aún, tu vida es misión, para eso sirve, para eso fuimos pensados por Dios, para eso se cuenta con nosotros. Y esto es la esencia de nuestra pertenencia a la Iglesia: aceptar la misión. Y eso significa "comulgar": comulgar con la misión de Jesus. Pero el modo de misión es probablemente lo más importante de este texto: el modo es pobreza y liberación. Sin sandalias de repuesto, sin dinero en el bolsillo ... y "¡hasta los demonios se nos sometían!" (Lc 10,17) Me parece interesante advertir una relación causa efecto: los demonios se les sometían porque eran pobres y liberaban. Es lo de Jesús: ninguna confianza en los poderes del mundo: eso es lo que produce la eliminación de los demonios del ser humano que son precisamente confiar en los halagos del mundo y no querer liberarse de ellos. Si son éstos, y no otros, los signos de la Iglesia, tiene garantizada la eficacia. Si son otros, y no éstos, la Iglesia no es fiel a Jesús. Si la Iglesia es capaz de producir liberación, es decir, de sacar a la gente de sus pecados, de su instalación, su mundanidad, su consumismo, su desinterés por los demás; si donde hay cristianos hay menos hambre, más justicia, más honradez ... es la Iglesia de Jesús. Si el mensaje de la Iglesia es Buena Noticia para la gente pobre (y en consecuencia mala noticia para la gente rica como le pasó precisamente a Jesús) ésta la iglesia de Jesús. No pocas veces se queda uno desconcertado viendo cómo naciones enteras que proclaman su adhesión a la Iglesia, su confesionalidad católica ... tienen los más altos índices de corrupción del mundo, en sus dirigentes y en el modo común de comportarse de muchos. Y se asombra uno mucho más aún ante el espectáculo de las Iglesias del primer Mundo, del Norte, en las que se declaran creyentes sobre todo gente de las capas altas de la sociedad, mientras que las "clases bajas" hace siglos que se desentendieron de la Iglesia. ¡Extraña buena noticia, que tranquiliza a los ricos y no ilusiona a los pobres! A Jesús le pasó lo contrario. La credibilidad de nuestro anuncio del Reino dependerá directamente de nuestra propia realidad y de nuestro poder de transformación. De nuestra propia realidad porque, si seguimos a Jesús, cambiaremos día a día haciéndonos cada vez más humanos, es decir, más hijos. De nuestro poder de transformación porque nuestro compartir y nuestro compromiso cambiará el entorno, hará cambiar a otras personas. La eficacia de la Iglesia no depende de estrategias de propaganda ni de predicaciones dogmáticas, sino de la conversión de cada discípulo. Elegidos para una misión. Podemos decir que no. Podemos refugiarnos en un discreto cumplimiento de mandamientos, como el joven rico aquél que estuvo a punto de seguir a Jesús y al final se dio media vuelta. Nadie nos lo va a echar en cara ni está en juego nuestra salvación eterna. No se trata de eso. Se trata de aceptar o no la invitación de ser hijo y vivir como tal. Sentirse simplemente esclavo o asalariado puede resultar hasta más cómodo. Los esclavos y los asalariados cumplen obligaciones, aceptan ser castigados cuando fallan, agradecen que el amo sea juez inclinado a perdonar si hay arrepentimiento, y esperan ser premiados al final del trabajo. Sus relaciones externas con la divinidad se expresan en el culto, hacen muchas oraciones de petición y están siempre un tanto temerosos ante Su Divina Majestad. Los que aceptan la misión no hablan de premios o castigos, ni siquiera de perdón. No ofrecen sacrificios a la divinidad ya se han ofrecido ellos mismos-. Celebran la eucaristía para alimentar su compromiso, para volver a aceptar una vez más la misión. José Enrique Galarreta - - - - - DE DISCÍPULOS A MISIONEROS José Luis Sicre Domingo XV. Ciclo B. El fracaso en Nazaret no desanima a Jesús. Al contrario. Además de continuar predicando, como veíamos el domingo pasado, envía también a los discípulos a realizar su misma misión. Los profetas del Antiguo Testamento tenían a veces discípulos; pero, que sepamos, solo Eliseo encargó a uno de ellos realizar una misión concreta: ungir rey a Jehú (2 Re 9,1-10); la función del discípulo del profeta consiste en servirle de apoyo social y espiritual, memorizar sus palabras y transmitirlas a la posteridad. El enfoque que tiene Jesús de sus discípulos es distinto, más dinámico: no se limitan a aprender, deben también poner en práctica lo aprendido, y ampliar desde ahora la actividad de Jesús. Las instrucciones a los discípulos (Marcos 6,7-13) El texto de Marcos trata brevemente cinco puntos: 1. La autoridad. Cualquier embajador o misionero debe estar investido de una autoridad. La que reciben los discípulos es sobre los espíritus inmundos. Esta idea, tan extraña a la cultura de nuestra época, debemos considerarla en el contexto del evangelio de Marcos. Jesús, desde el primer momento, en la sinagoga de Cafarnaúm, ha demostrado su autoridad sobre un espíritu inmundo. Sus discípulos reciben el mismo poder. Son embajadores plenipotenciarios. 2. Equipaje y provisiones. Es interesante advertir lo que se permite y lo que se prohíbe: solo se permite llevar un bastón y sandalias; en cambio, se prohíbe llevar comida (ni pan, ni alforja) y túnica de repuesto. El permiso del bastón y las sandalias contrastan con lo que dice el evangelio de Mateo, donde se prohíben. Es un caso interesante de cómo los evangelistas adaptan el mensaje de Jesús a las circunstancias de su comunidad: Marcos tiene en cuenta el apostolado posterior de largos viajes, por terrenos difíciles, que requieren el bastón y las sandalias. En cambio, la prohibición de comida y vestido de repuesto demuestra la enorme preocupación de Jesús por dar ejemplo de pobreza en una época en la que los predicadores religiosos eran acusados con frecuencia de charlatanes en busca de dinero. 3. Alojamiento. Para evitar tensiones y peleas entre las personas que quisieran acogerlos en sus casas, Jesús ordena que se alojen siempre en la misma. 4. Rechazo. El apostolado no tendrá siempre éxito. Igual que Jesús fue rechazado en Nazaret, ellos pueden ser rechazados en cualquier lugar. 5. La actividad. Curiosamente, lo que deben hacer los discípulos no aparece hasta el final: Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. Lo mismo que hacía Jesús, a excepción del uso de aceite para curar enfermos. Esta práctica parece haber entrado en la iglesia en un momento posterior y está atestiguada en la carta de Santiago: ¿Que uno de vosotros cae enfermo? Llame a los ancianos de la comunidad para que recen por él y lo unjan con aceite invocando el nombre del Señor. (Snt 5,14). El rechazo (Amós 7,12-15) En las instrucciones de Jesús, este tema es el que ocupa menos espacio. Solo se menciona como posibilidad. En cambio, la primera lectura nos recuerda que esta posibilidad fue y sigue siendo muy real. A mediados del siglo VIII a.C., el profeta Amós, originario del sur (Judá) fue enviado por Dios a predicar en el Reino Norte (Israel), para denunciar las injusticias terribles que se cometían, favorecidas por la corte y el clero. El enfrentamiento más fuerte tiene lugar en el santuario de Betel (= Casa de Dios), con el sumo sacerdote Amasías, que lo expulsa. En el fondo, Amós tuvo suerte. A otros les cortaron la cabeza. Si el texto de Amós se hubiera leído completo (cosa que horroriza a los liturgistas), se habría advertido una diferencia capital entre la reacción del profeta y la que deben tener los discípulos de Jesús. Cuando el sacerdote Amasías expulsa a Amós de Betel, este le responde anunciándole que su mujer será violada, sus hijos e hijas morirán a espada, perderá sus tierras y será deportado. El discípulo de Jesús, si es rechazado, debe limitarse a sacudirse el polvo de los pies. Ni una palabra de amenaza o condena. El juicio corresponde a Dios. Una síntesis del mensaje (Efesios 1,3-14) El evangelio no concreta lo que los discípulos deben predicar. Solo dice que predicaban la conversión, igual que Jesús. Al pasar los años, especialmente después de su muerte y resurrección, el mensaje de los apóstoles se fue enriqueciendo con lo que Jesús hizo y dijo, y también con una elaboración teológica de lo que él supuso para nosotros. La introducción de la carta a los Efesios es un excelente ejemplo de esto último. Pero su estilo tan denso, barroco y recargado se presta a que los asistentes a la misa no se enteren de nada. Una pena, porque las ideas son espléndidas. Adviértase que el texto habla generalmente de nosotros (nos ha bendecido, nos eligió, nos ha destinado, nos ha obtenido, hemos heredado, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo). Pero termina hablando de vosotros (y también vosotros, habéis escuchado, habéis creído, habéis sido sellados. Parece lógico aplicar el nosotros a los cristianos de origen judío; el vosotros, a los efesios, de origen pagano. Ante la persona y la obra de Jesús, la reacción de los primeros debe ser bendecir a Dios por todos los beneficios que nos ha concedido a través de Cristo, que se resumen en estos cinco puntos: nos eligió; nos destinó a ser hijos suyos; por su sangre, nos perdonó los pecados; nos dio a conocer su proyecto de recapitular en Cristo todas las cosas; nos convirtió en herederos. ¿Y los efesios? ¿Y nosotros? La carta toma un rumbo muy distinto. No comienza hablando de lo que Dios ha hecho por nosotros, sino de lo que nosotros hemos hecho al escuchar la extraordinaria noticia de que hemos sido salvados: habéis creído. Y entonces, Cristo nos ha marcado con el Espíritu Santo, prenda de nuestra herencia. Muy pocas palabras, en comparación con los párrafos dedicados al nosotros, pero con la novedad de la acción de Cristo y el don del Espíritu. En cualquier caso, al recapitular Dios todas las cosas en Cristo, todo lo que se dice es válido para todos. También nosotros podemos y debemos proclamar: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. José Luis Sicre - - - - - RESPIRAR EN PAZ Que respirar en paz la música no oída sea mi último deseo, pues sabed que, para quien respira en paz, ya todo el mundo está dentro de él y en él respira. Esta estrofa de Antonio Colinas en Letanías del ciego que ve sintoniza bien con la imagen de barcas flotando quietas a la débil luz del crepúsculo. Frente al torbellino de un mundo atolondrado que se mueve al vértigo de noticias, el watsapp, y el consumo frenético parece imposible respirar esa música no oída que se esconde detrás del silencio, corazón de todo. En primer lugar porque no somos conscientes de nuestra respiración, que es la frontera de contacto con la vida. Y después porque no vivimos, nos viven desde fuera. Como las barcas de la foto para respirar y vivir hay que flotar. Que los éxitos y los fracasos, las penas y las alegrías crucen por arriba como galernas que pasan. En el fondo del mar y de nuestra conciencia todo sigue en paz, todo roza la eternidad en la que somos. Que si insiste la muerte, que si avanza la edad, y todo y todos a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa, me venza el mundo al fin en esa luz que restalla. Y su fuego me vaya deshaciendo como llama de vela: con dulzura, despacio, muy despacio, como giran arriba extasiados los planetas. Pedro Miguel Lamet - - - - - Trivializar el perdón Una de las cargas que a veces tiene que llevar alguien, tras haber sufrido algún tipo de agresión, es la exigencia del perdón. En contextos cristianos ocurre mucho. El agresor convierte el perdón, no en petición humilde, sino en exigencia soberbia. Ya te he pedido perdón, se convierte en un arma con la que se vuelve a cargar sobre la víctima el peso de una situación. El agresor enarbola el arrepentimiento como arma, lo convierte en exigencia de la fe, y enamorado de su nuevo rol, se ve con otro prisma de virtud, el del penitente. Y poco a poco empieza a volcar sobre la víctima el peso de la culpa de la situación. Si no me perdona es porque no tiene corazón. Es posible que además el agresor se convenza de que no fue para tanto, fue sin querer, fue un error, no una agresión. De ahí al insulto (quien no me perdona es mezquino, rencoroso, etc) no hay más que un paso. Y en el proceso, en lugar de haber verdadera sanación, lo que hay es orgullo. Pedir perdón de verdad es algo mucho más complejo. Primero, es ser consciente de lo que uno ha hecho mal. Y ser consciente de que el otro tiene derecho a estar molesto, al enfado, y a la distancia. Es más, tiene derecho a perdonar a su manera. El perdón no son palabras bonitas y fáciles. A veces es poner distancia. Otras veces es no tomar represalias cuando a lo mejor podría. Perdonar a veces es hacer ver el error en privado en lugar de proclamarlo a los cuatro vientos. Quien de verdad se arrepiente no exige el perdón. Lo pide. Y después espera. Y acepta. Acepta el enfado, y el dolor, y el silencio. Acepta los ritmos. Y esa espera se convierte en escuela, en pozo de sabiduría, y en silencio en el que la escucha se vuelve a llenar de sentido. Estamos en una sociedad que todo lo adelgaza. Todo es banal, superficial, e intrascendente. Todo es prescindible, trivial, y olvidable ¡Pero no! La vida es seria. El amor es serio. Y la justicia. La verdad. La vocación. El talento. Y el perdón. No podemos estar jugando con las palabras ni con la virtud. No podemos estar jugando a ser lo que no somos. Y mientras no entendamos esto, nos convertiremos en charlatanes, vendedores de humo, y manipuladores del evangelio. José María Rodríguez Olaizola, sj - - - - - Una espiritualidad para hoy José I. González Faus teólogo Me tropiezo a veces con la pregunta por una espiritualidad para hoy. En cierto modo, la espiritualidad siempre es la misma: salida del propio ego hacia el amor. Lo que puede ser objeto de pregunta son los caminos para llegar a esa meta. Creo que es posible montar una respuesta sobre cuatro columnas, representada cada una por un maestro: dos varones y dos mujeres: D. Bonhoeffer, Oscar Romero, Simone Weil y Etty Hillesum. Ni siquiera son todos católicos de pertenencia pero sí lo es su espiritualidad. Bonhoeffer y Romero nos dan la espiritualidad para una sociedad laica y plural. El primero nos recuerda que vivimos en un mundo mayor de edad (¡lo cual no significa más virtuoso!) y no religioso: lo cual tampoco significa no creyente, pero nos enseña a mirar la religión como una expresión cultural de la fe, no obligatoria hoy (como la circuncisión antaño). En este mundo nuestra relación con Dios es vivir ante Dios pero sin Dios, como una forma de estar con Dios en su pasión[1]. Lo que importa no es ser religioso o no-religioso sino ser hombre de otro modo. Bonhoeffer Del segundo aprendemos que los pobres, hambrientos y maltratados por ser justos, son los preferidos de Dios y encarnan la presencia y la voluntad de Dios en este mundo no religioso. El compromiso con ellos, y la voluntad de hacer públicos sus sufrimientos (que el mundo tiende a ocultar), encarnan el culto que Dios quiere y nuestra forma de conocer a Dios. Comprometidos con el mundo no religioso y con la causa de las víctimas, estos dos testigos eran además muy eclesiales. A Bonhoeffer, su viaje a Roma (y su tesis sobre la sanctorum communio) le descubrieron el carácter comunitario de la fe y del seguimiento de Jesús. Romero predicaba que una iglesia que no sufra persecución allí donde los pobres son perseguidos y maltratados, no es la verdadera iglesia de Cristo. Así se complementan ambas eclesialidades. Pero en ambas, a la Iglesia hay que amarla y sufrirla, según preciosa formulación de M. Moore hablando del obispo Casaldáliga[2]. Oscar Romero De entre las mujeres, S. Weil aporta algo que firmarían los dos anteriores: lo que permite saber si en un alma está el fuego del amor de Dios no es la forma en que habla de Dios, sino la forma en que habla de las cosas terrenas[3]. Hoy interpela además su honesta capacidad de autocrítica (desaparecida en esta era de la postverdad, de canonización de lo propio y satanización de lo ajeno); y su empeño, no solo por ayudar desde lejos, sino por estar presente en el mundo de los oprimidos: no solo el trabajo por las víctimas sino el contacto con ellas que tanto transfigura ese trabajo; lo que en otro lugar llamé ecumenismo del dolor[4]. Y a la vez, su capacidad de asombro ante la belleza como mensaje de gratuidad (de pureza en palabras suyas). A lo que hay que añadir su decisión de no entrar en la Iglesia (no bautizarse) aunque declara creer todo lo que confiesa la Iglesia y espera que, si Dios la quiere dentro, ya se encargará de hacerla entrar[5]. Una decisión que se apoyaba en la falta de autocrítica de la Iglesia, que prefería llamarse a sí misma santa, y pronunciar el anatema para muchos de sus críticos[6], lo que la volvía incapaz de percibir que estaba más del lado de los ricos que de los pobres. Recordemos su frase en la carta a G. Bernanos: creo que me bautizaría con solo que en todas iglesias hubiese un letrero que diga: prohibida la entrada a quien tenga una fortuna superior a una determinada cantidad. Y añadamos el sentido del deber, en un mundo que solo tiene sentido de derechos propios; no puede haber declaración de derechos humanos si no hay una declaración de los deberes humanos. Simone Weil Etty completa a Simone porque lo que en esta parecía fruto del esfuerzo duro, en Etty parece fácil, fruto de la ayuda del Espíritu. Pero aquí habrá que distinguir la espiritualidad de lo que son condicionamientos temperamentales: la timidez afectiva de Simone (acrecentada por su experiencia laboral en la Renault) y la simpatía y el don de gentes de Etty[7]. Simone, desde su desprecio a sí misma, parece que solo pudo percibir la bondad como ley. Etty, desde su vida desarreglada, la descubrió como buena noticia. Por ejemplo: es llamativa en esta muchacha (que no tuvo catequesis ni formación religiosa alguna) la seguridad de que cuando rezo bien, es Dios mismo quien habla con Dios desde mí. Y debemos quedarnos con los tres principios que guiaban su compromiso: ayudar a Dios (a que no desaparezca en el fondo de todas las personas, donde sigue presente a pesar de mil piedras y hojarascas que lo ahogan); ser además el corazón pensante de tantas gentes que ni pensar pueden, abrumadas por mil urgencias elementales cotidianas: pero de modo que el que piensa es un corazón. Y finalmente ser bálsamo para tantas heridas; lo cual no significa limitarse a las ayudas asistenciales (también puede haber, por así decir, bálsamos estructurales), sino no olvidar en nuestros compromisos, esa actitud del cuidado que hoy volvemos a descubrir Dos últimos detalles: si nuestros testigos varones fueron personas institucionalmente creyentes, nuestras dos mujeres son las dos convertidas, desde familias no creyentes. Lo cual no sé si resulta emblemático en una hora en que se dice que la Iglesia está perdiendo a las mujeres[8]. Etty Hillesum Y además: tres de estos cuatro testigos murieron mártires: el multicultural Bonhoeffer mártir del racismo. Romero asesinado a sueldo, a dólar, a divisa, como Jesús por orden del Imperio (P. Casaldáliga). Etty en Auschwitz. Y Simone muere enferma a los 34 años por la austeridad solidaria que se había impuesto. Para que no creamos que la espiritualidad de hoy será una autopista en vez de aquella senda estrecha de que avisaba Jesús. En resumen: laicidad (ausencia del Dios presente) pero con lucha por la justicia social y la igualdad. Radicalidad horizontal pero con una facilidad vertical; y una eclesialidad dialéctica. Creo sinceramente que solo el Espíritu de Dios puede hacer eso en cada uno de nosotros. ____________ [1] Cartas del 16 y 18 de julio de 1944. [2] Cuando la fe se hace poesía. Buenos Aires 2021, p. 102. [3] El conocimiento sobrenatural, n. 84. [4] Podemos aplicar aquí su frase de El amor de Dios y la desdicha: el conocimiento de la desdicha es la clave del cristianismo. Dice la clave (no la esencia o el contenido). Y la desdicha (malheur) es algo más que el sufrimiento: podría ser algo así como el sufrimiento injusto y sin sentido. [5] Se discute si esto se cumplió, por el testimonio de una persona que dijo haberla bautizado ella, muy poco antes de su muerte, en el hospital de Middlesex, mientras Simone le decía: si quieres, hazlo. Remito a la p. 707 de la biografía publicada por su amiga S. Pétrement. [6] Lo que Simone de ningún modo podía aceptar era la enseñanza de que los niños que mueren sin bautismo no van al paraíso. ¡Cuánta razón tenía! [7] La única vez que Simone parece haberse abierto afectivamente es una carta a Joe Bousquet, enfermo tetrapléjico. Y en ella le confiesa que le parece imposible que un ser humano experimente amistad por mí. [8] Porque no son ellas las únicas. Nombres como Dorothy Day, Madeleine Delbrel o María Skobtsov y Dorothea Sölle podrían añadirse. Y entre las todavía vivas, ahí están Lucía Ramón o Anamary Mazorra entre las que me son conocidas. - - - - - Martin Scorsese convierte al jesuita James Martin en 'estrella' de cine y en un modelo a seguir La cámara se desplaza lentamente sobre fotos de cabezas; James Martin sj (Plymouth Meeting, Pensilvania, 1960) habla desde fuera sobre los retratos de las víctimas del mayor ataque a tiros contra gays, lesbianas y transexuales de la historia de EEUU, con 49 muertos. Al jesuita le impactó el desapego de la Iglesia católica tras el atentado en la discoteca Pulse, Orlando, en 2016. Así lo confiesa en Building a Bridge, un film de Evan Mascagni y Shannon Post que cuenta con la producción ejecutiva de Martin Scorsese. La película está basada en el libro Tender un puente (Mensajero, 2018), del propio Martin y estrenada a mediados de junio en el Tribeca Film Festival de Nueva York. La tibia respuesta del obispado norteamericano ante la matanza fue lo que hizo reflexionar a Martin. Estas personas son invisibles para la Iglesia incluso en la muerte, asegura el redactor jefe de la revista jesuita America, en una entrevista concedida al portal Katholisch.de. Por suerte, Scorsese se enteró del proyecto de los directores Evan Mascagni y Shannon Post y aceptó colaborar en él. Para el gran cineasta estadounidense, no en vano, la relación con la Iglesia es una cuestión vital. El realizador católico, que una vez quiso ser sacerdote, ya desató tormentas de protesta entre los creyentes en 1983 con su película La última tentación de Cristo. Más de tres décadas después, Building a Bridge, vuelve a provocar a la iglesia estadounidense, mayoritariamente conservadora. En la película, el sacerdote de 60 años se presenta como alguien que muestra respeto por las personas que se identifican como queer. Conoce por muchos encuentros personales la realidad, a menudo desesperante, de la vida de los miembros de las minorías sexuales. Considera que el papel de la Iglesia es llegar a todos los afectados. "Como nos pide Jesús, con amor y misericordia". En la segunda edición de su libro, Martin revisó su tesis de que movimientos LGBTQ e Iglesia deben tenderse la mano. Esto ha sido criticado por muchos gays y lesbianas. Ahora, el jesuita está convencido de que la Iglesia tiene un camino más largo que recorrer en el camino del acercamiento. Porque tiene una parte en el hecho de que los LGBTQ son empujados a los márgenes. Martin se siente animado por el respeto que el papa Francisco le ha mostrado tras el estreno de la película. El pontífice agradeció a Martin su compromiso en un mensaje personal de puño y letra. Sin mencionar a la comunidad católica LGBTI por su nombre, Francisco elogió al jesuita: "Eres un sacerdote para todos. Rezo para que sigas por este camino". Palabras que contrastan con el sentir general del episcopado de EEUU, rehacios a las posiciones de Martin. En este sentido, hay obispos como el de Texas, Joseph E. Strickland, que insta a los párrocos de su diócesis a tratar como pecadores a los miembros de las minorías sexuales que no viven castamente. Ya en 2017, Francisco nombró a Martin asesor del Vaticano por su defensa de los católicos LGBTI. Algunos pocos obispos estadounidenses también se han mostrado abiertos a su objetivo de abrir más la Iglesia a gays y lesbianas. Entre estos partidarios se encuentran, entre otros, el obispo de Lexington en Kentucky, John Stowe. "Building a bridge" documenta vívidamente esta compleja realiddad a través de testimonios de uno y otro bando.

Comunidad Parroquial de San José Obrero. Perla-Reforma 23.11.2022

José Antonio Pagola - CON POCAS COSAS - Comparte Buenas Noticias, da Click a COMPARTIR - ¿Qué ha podido pasar para distanciarnos tanto de aquel proyecto inicial... de Jesús? ¿Dónde ha quedado el encargo del Maestro? ¿Quién sigue escuchando hoy sus recomendaciones? Pocos relatos evangélicos nos descubren mejor la intención original de Jesús que este que nos presenta a Jesús enviando a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, dinero ni túnica de repuesto. Basta un amigo, un bastón y unas sandalias para adentrarse por los caminos de la vida, anunciando a todos ese cambio que necesitamos para descubrir el secreto último de la vida y el camino hacia la verdadera liberación. No desvirtuemos ligeramente el encargo de Jesús. No pensemos que se trata de una utopía ingenua, propia quizá de una sociedad seminómada ya superada, pero imposible en un mundo como el nuestro. Aquí hay algo que no podemos eludir. El evangelio es anunciado por aquellos que saben vivir con sencillez. Hombres y mujeres libres que conocen el gozo de caminar por la vida sin sentirse esclavos de las cosas. No son los poderosos, los financieros, los tecnócratas, los grandes estrategas de la política los que van a construir un mundo más humano. Esta sociedad necesita descubrir que hay que volver a una vida sencilla y sobria. No basta con aumentar la producción y alcanzar un mayor nivel de vida. No es suficiente ganar siempre más, comprar más y más cosas, disfrutar de mayor bienestar. Esta sociedad necesita como nunca el impacto de hombres y mujeres que sepan vivir con pocas cosas. Creyentes capaces de mostrar que la felicidad no está en acumular bienes. Seguidores de Jesús que nos recuerden que no somos ricos cuando poseemos muchas cosas, sino cuando sabemos disfrutarlas con sencillez y compartirlas con generosidad. Quienes viven una vida sencilla y una solidaridad generosa son los que mejor predican hoy la conversión que más necesita nuestra sociedad. 15 Tiempo ordinario - B (Marcos 6,7-13) 11 de julio 2021 José Antonio Pagola [email protected] Fuentes : http://feadulta.com/ http://www.gruposdejesus.com http://sanvicentemartirdeabando.org/ http://eclesalia.wordpress.com/ https://pastoralsj.org/ https://rezandovoy.org/ - - - - - SI NECESITAS SEGURIDADES EXTERNAS, NO CONFÍAS EN LO ESENCIAL Fray Marcos Mc 6,7-13 El párrafo que acabamos de leer es continuación del que leíamos el domingo pasado, pero con él comienza una nueva etapa en el evangelio de Marcos. Los discípulos van a tomar parte en la tarea que desarrolla el Maestro. Después de la experiencia de fracaso en su pueblo, Jesús no solo no deja de anunciar la buena noticia del Reino sino que compromete a sus discípulos en esa tarea. El rechazo de los dirigentes y familiares le obligan a buscar otros interlocutores que no estén maleados por la enseñanza oficial. Las tres lecturas no hablan de la elección, pero esa elección lleva implícita la misión. Es Jesús quien toma la iniciativa. Les llamó y les envió. Si hacía ya mucho tiempo que estaban con él, no necesitaba llamarlos, pero el poner los dos verbos juntos tiene una intención especial. La llamada y la misión están siempre unidas. No se precisa ni a dónde van ni cuanto va a durar la misión. Con ello está precisando las características de todas las llamadas y de todos los envíos. Todo los que vayan en nombre de Jesús deben ir en las mismas condiciones, en todos los tiempos. El evangelista está retrotrayendo al tiempo de Jesús una práctica que comenzó muy pronto en las primeras comunidades. De dos en dos, apunta al sentido comunitario de toda misión. No se trata de actuar como francotiradores, sino de ir en nombre de la comunidad. Así se evita cualquier clase de superioridad de uno sobre otro. Con demasiada frecuencia olvidamos que todos somos enviados por y desde una comunidad. Tenemos que superar la tendencia a actuar por nuestra propia cuenta. Tiene también un aspecto legal. En un juicio, solo se admitía el testimonio que fuera atestiguado por dos. No se espera que sean maestros, sino testigos. Les da autoridad sobre los espíritus inmundos. Hay que tener mucho cuidado. El texto griego no dice dynamis sino exousia. No es fácil apreciar la diferencia entre los dos conceptos, pero es claro que no se trata de un poder mágico, sino de una superioridad sobre el mal. Se trata de una fuerza para superar no solo los demonios de los demás sino también sus propios demonios; es decir, la superación personal de toda ideología que les impediría comunicar el verdadero mensaje. Esta lucha de los apóstoles contra sus propios prejuicios nacionalistas está presente en todo el evangelio de Marcos. Les encargó... El verbo Griego significa ordenó. Es curioso que el texto hace más hincapié en lo que no deben llevar. Lo importante es el espíritu de los enviados. El bastón y las sandalias eran imprescindibles; el primero ayuda a caminar y puede ser muy útil contra las alimañas. Las sandalias era el calzado de los pobres. El pan era signo de todo alimento. No van como mendigos, solo deben aceptar lo que necesitan en cada momento. La alforja era propia de los mendigos, que aseguraban así las próximas comidas. El dinero es símbolo de las seguridades. En griego no dice túnica de repuesto, sino no llevéis puestas dos túnicas, que era característica de la gente rica. Los judíos nunca se hospedaban en casa de paganos. Para Jesús cualquier casa es buena para hospedarse, y cualquier alimento digno de comerse. Para quedarse basta que les acoja una casa; para marcharse tiene que existir el rechazo de un lugar. Lo importante es que les acepten y ellos acepten. En todo caso, deja clara la posibilidad de rechazo que acaba de sufrir el mismo Jesús en su tierra. El sacudir el polvo de los pies era una costumbre de los judíos cuando salían de un lugar de paganos. No se trata de maldición alguna, sino de dar testimonio de un hecho. Predicaban la conversión, echaban demonios y curaban. Es curioso que ninguna de esas acciones fue descrita en el envío. La conversión, de la que nos habla el evangelio, no debe entenderse desde el punto de vista moral. Se trata de metanoia. Un cambio de mentalidad que llevaría consigo un cambio en la manera de vivir. Sin emprender ese nuevo camino, de nada servirán los arrepentimientos y los propósitos. Seguimos sin entenderlo hoy. El echar demonios y curar son signos de la preocupación por los demás. El signo de que ha llegado el Reino es la ayuda a los demás. La primera lectura nos pone ya en guardia. Los profetas de Betel quieren convertir a Amós en un profeta al uso: alguien que vive de un oficio siguiendo las directrices oficiales. Muy poco han cambiado las cosas. La Iglesia sigue siendo un santuario de Betel. Estar de parte de los poderosos y no denunciar la injusticia ha sido una apostasía del cristianismo desde Constantino. A nadie entusiasma hoy nuestra predicación, mucho menos nuestra trayectoria vital. La misión no puede ser una programación venida de fuera, sino una exigencia vital, consecuencia de la llamada interna de Dios. La clave está en que, al depender de los demás, se elimina toda tentación de superioridad. No son normas de ascetismo sino de confianza. Se trata de aprender a confiar en los demás, esperándolo todo de ellos. Saber dar eficazmente supone haber aprendido antes a recibir con humildad. No hay nada más humillante para un ser humano que el tener que recibir de otro algo sin reciprocidad. La realidad que más une a los hombres es el saber que tienen algo que dar y algo que recibir. En la gratuidad se alcanza el máximo de humanidad, tanto por parte del que da, como del que recibe. La confianza de toda misión evangélica debe centrarse en el mensaje, no en los medios desplegados. Por ello hay que prescindir de lo superfluo, y ni siquiera querer asegurar lo necesario. Al enviarlos, está diciendo que lleven el Reino de Dios a todos los hombres. Él no es su dueño ni ellos sus propietarios. Ese Reino es la buena noticia que todos deben descubrir. El Reino predicado por Jesús trata de purificar toda religión. Jesús no creó una nueva religión ni dejó de pertenecer a la judía. Él haber hecho de la predicación de Jesús una religión más ha impedido que sea fermento para todas. La misión no es tarea de unos pocos, sino la consecuencia inevitable de la adhesión a Jesús. La misión no consiste en predicar sino en hacer un mundo cada vez más humano. No se trata de salvaguardar a toda costa doctrinas trasnochadas o normas morales que no humanizan. Menos aún en conservar unos ritos fosilizados que ya no dicen nada a nadie. El mensaje de Jesús no se puede meter en fórmulas. Meditación Si confías en Dios, confiarás también en el hombre. Pero también potenciarás la confianza en ti mismo. Si has superado el afán de seguridades, surgirá la gratuidad. Precisamente hoy, que por todo hay que pagar un precio, es más necesario que nunca el dar sin esperar nada. Darse, sin esperar nada a cambio, es hacer presente a Dios. Fray Marcos - - - - - SOY DISCÍPULO, ENVIADO POR JESÚS José Enrique Galarreta Mc 6, 7-13 Jesús envía a los Doce. Esta misión aparece en los tres sinópticos, y en los tres las instrucciones son semejantes, aunque los detalles difieren. (Mateo prohibe las sandalias, Lucas omite la expulsión de demonios...) Lucas 10,1 constata otra misión, esta vez de 72 discípulos, con parecidas características. Parece pues seguro que Jesús preparaba su llegada a las aldeas con un envío previo de sus discípulos. Pero lo importante no es el hecho en sí, sino el mensaje que llevan y el modo de anunciarlo: el mensaje es la llegada del Reino; el modo de anunciarlo, la pobreza de los enviados y la liberación de los enfermos y poseídos. Aunque no nos hayamos dado cuenta, estamos asistiendo al nacimiento de la Iglesia. Lo señalamos ya al comentar el llamamiento de los primeros discípulos y lo volvemos a recordar hoy. Jesús necesita gente que le ayude, que la ayude a extender la Buena Noticia, que le ayude a realizar el Reino. Se perfilan las características de los discípulos, ya desde el principio; ser discípulo de Jesús equivale a ser llamado para una misión. La esencia de la misión, anunciar el Reino. Este envío de Jesús, en mitad de su vida pública, nos sirve muy bien para iluminar el envío definitivo, la misión conferida a los discípulos después de la resurrección, porque nos muestra que la misión es la esencia del seguidor de Jesús. Ser discípulo de Jesús puede entenderse, se entiende de hecho algunas veces, como una situación estática, más bien privilegiada que comprometida. Se nos ha regalado un conocimiento, los dogmas que hay que aceptar, se nos exige el cumplimiento de unas normas morales y unos ritos ... y se nos ofrece como premio la vida eterna. Podría entenderse como un seguimiento enteramente particular, sin que las demás personas tengan otra condición que objeto de los mandamientos, que se pueden reducir a uno: no perjudicar a nadie. Pero la revelación de Jesús es Dios Padre, que equivale a "todos hijos", y por tanto hermanos. La consecuencia es compartir y comprometerse; no hay otra forma de entender al Padre y a los hermanos que desde el compartir y el compromiso. Jesús es el primer Hijo, el primer Hermano, el que más comparte y el más comprometido: nosotros seguimos su modelo, nos dejamos llevar del mismo Espíritu. Su misión no es suya, es la misión que da el Padre a los hijos. Jesús nos hace descubrir la misión. Seguirle es aceptar la misión. La misión de los doce y de aquellos otros setenta y dos era muy ocasional: tenían que preparar el camino a Jesús. Éste fue en ese momento su modo de misión. Nuestra misión puede tener, tiene de hecho, modos diferentes, pero en el fondo es la misma: anunciar y construir el Reino. Cuando Jesús dejó de estar físicamente entre sus discípulos, éstos continuaron su misión: unos como predicadores, viajando de un sitio a otro. Otros no; permanecieron en donde estaban; anunciaron y construyeron el Reino haciendo lo que siempre habían hecho, pero de diferente modo. Siguieron siendo labradores o comerciantes o artesanos, siguieron engendrando hijos y celebrando las fiestas, pero lo hicieron todo según los criterios y valores de Jesús; compartían lo que tenían, estaban profundamente comprometidos en los problemas de todos. Nosotros solemos simplificar, de modo harto culpable, el seguimiento de Jesús. Pensamos que algunos (los sacerdotes, los religiosos ...) están llamados a anunciar el Reino, a predicar, y los demás no; los demás vivimos una existencia aceptadora de dogmas y cumplidora de preceptos para nuestra propia salvación. También en esto necesitamos escuchar la Buena Noticia: tu vida, lo que estás haciendo puede ser el Reino, el anuncio del Reino. Pero, más aún, tu vida es misión, para eso sirve, para eso fuimos pensados por Dios, para eso se cuenta con nosotros. Y esto es la esencia de nuestra pertenencia a la Iglesia: aceptar la misión. Y eso significa "comulgar": comulgar con la misión de Jesus. Pero el modo de misión es probablemente lo más importante de este texto: el modo es pobreza y liberación. Sin sandalias de repuesto, sin dinero en el bolsillo ... y "¡hasta los demonios se nos sometían!" (Lc 10,17) Me parece interesante advertir una relación causa efecto: los demonios se les sometían porque eran pobres y liberaban. Es lo de Jesús: ninguna confianza en los poderes del mundo: eso es lo que produce la eliminación de los demonios del ser humano que son precisamente confiar en los halagos del mundo y no querer liberarse de ellos. Si son éstos, y no otros, los signos de la Iglesia, tiene garantizada la eficacia. Si son otros, y no éstos, la Iglesia no es fiel a Jesús. Si la Iglesia es capaz de producir liberación, es decir, de sacar a la gente de sus pecados, de su instalación, su mundanidad, su consumismo, su desinterés por los demás; si donde hay cristianos hay menos hambre, más justicia, más honradez ... es la Iglesia de Jesús. Si el mensaje de la Iglesia es Buena Noticia para la gente pobre (y en consecuencia mala noticia para la gente rica como le pasó precisamente a Jesús) ésta la iglesia de Jesús. No pocas veces se queda uno desconcertado viendo cómo naciones enteras que proclaman su adhesión a la Iglesia, su confesionalidad católica ... tienen los más altos índices de corrupción del mundo, en sus dirigentes y en el modo común de comportarse de muchos. Y se asombra uno mucho más aún ante el espectáculo de las Iglesias del primer Mundo, del Norte, en las que se declaran creyentes sobre todo gente de las capas altas de la sociedad, mientras que las "clases bajas" hace siglos que se desentendieron de la Iglesia. ¡Extraña buena noticia, que tranquiliza a los ricos y no ilusiona a los pobres! A Jesús le pasó lo contrario. La credibilidad de nuestro anuncio del Reino dependerá directamente de nuestra propia realidad y de nuestro poder de transformación. De nuestra propia realidad porque, si seguimos a Jesús, cambiaremos día a día haciéndonos cada vez más humanos, es decir, más hijos. De nuestro poder de transformación porque nuestro compartir y nuestro compromiso cambiará el entorno, hará cambiar a otras personas. La eficacia de la Iglesia no depende de estrategias de propaganda ni de predicaciones dogmáticas, sino de la conversión de cada discípulo. Elegidos para una misión. Podemos decir que no. Podemos refugiarnos en un discreto cumplimiento de mandamientos, como el joven rico aquél que estuvo a punto de seguir a Jesús y al final se dio media vuelta. Nadie nos lo va a echar en cara ni está en juego nuestra salvación eterna. No se trata de eso. Se trata de aceptar o no la invitación de ser hijo y vivir como tal. Sentirse simplemente esclavo o asalariado puede resultar hasta más cómodo. Los esclavos y los asalariados cumplen obligaciones, aceptan ser castigados cuando fallan, agradecen que el amo sea juez inclinado a perdonar si hay arrepentimiento, y esperan ser premiados al final del trabajo. Sus relaciones externas con la divinidad se expresan en el culto, hacen muchas oraciones de petición y están siempre un tanto temerosos ante Su Divina Majestad. Los que aceptan la misión no hablan de premios o castigos, ni siquiera de perdón. No ofrecen sacrificios a la divinidad ya se han ofrecido ellos mismos-. Celebran la eucaristía para alimentar su compromiso, para volver a aceptar una vez más la misión. José Enrique Galarreta - - - - - DE DISCÍPULOS A MISIONEROS José Luis Sicre Domingo XV. Ciclo B. El fracaso en Nazaret no desanima a Jesús. Al contrario. Además de continuar predicando, como veíamos el domingo pasado, envía también a los discípulos a realizar su misma misión. Los profetas del Antiguo Testamento tenían a veces discípulos; pero, que sepamos, solo Eliseo encargó a uno de ellos realizar una misión concreta: ungir rey a Jehú (2 Re 9,1-10); la función del discípulo del profeta consiste en servirle de apoyo social y espiritual, memorizar sus palabras y transmitirlas a la posteridad. El enfoque que tiene Jesús de sus discípulos es distinto, más dinámico: no se limitan a aprender, deben también poner en práctica lo aprendido, y ampliar desde ahora la actividad de Jesús. Las instrucciones a los discípulos (Marcos 6,7-13) El texto de Marcos trata brevemente cinco puntos: 1. La autoridad. Cualquier embajador o misionero debe estar investido de una autoridad. La que reciben los discípulos es sobre los espíritus inmundos. Esta idea, tan extraña a la cultura de nuestra época, debemos considerarla en el contexto del evangelio de Marcos. Jesús, desde el primer momento, en la sinagoga de Cafarnaúm, ha demostrado su autoridad sobre un espíritu inmundo. Sus discípulos reciben el mismo poder. Son embajadores plenipotenciarios. 2. Equipaje y provisiones. Es interesante advertir lo que se permite y lo que se prohíbe: solo se permite llevar un bastón y sandalias; en cambio, se prohíbe llevar comida (ni pan, ni alforja) y túnica de repuesto. El permiso del bastón y las sandalias contrastan con lo que dice el evangelio de Mateo, donde se prohíben. Es un caso interesante de cómo los evangelistas adaptan el mensaje de Jesús a las circunstancias de su comunidad: Marcos tiene en cuenta el apostolado posterior de largos viajes, por terrenos difíciles, que requieren el bastón y las sandalias. En cambio, la prohibición de comida y vestido de repuesto demuestra la enorme preocupación de Jesús por dar ejemplo de pobreza en una época en la que los predicadores religiosos eran acusados con frecuencia de charlatanes en busca de dinero. 3. Alojamiento. Para evitar tensiones y peleas entre las personas que quisieran acogerlos en sus casas, Jesús ordena que se alojen siempre en la misma. 4. Rechazo. El apostolado no tendrá siempre éxito. Igual que Jesús fue rechazado en Nazaret, ellos pueden ser rechazados en cualquier lugar. 5. La actividad. Curiosamente, lo que deben hacer los discípulos no aparece hasta el final: Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. Lo mismo que hacía Jesús, a excepción del uso de aceite para curar enfermos. Esta práctica parece haber entrado en la iglesia en un momento posterior y está atestiguada en la carta de Santiago: ¿Que uno de vosotros cae enfermo? Llame a los ancianos de la comunidad para que recen por él y lo unjan con aceite invocando el nombre del Señor. (Snt 5,14). El rechazo (Amós 7,12-15) En las instrucciones de Jesús, este tema es el que ocupa menos espacio. Solo se menciona como posibilidad. En cambio, la primera lectura nos recuerda que esta posibilidad fue y sigue siendo muy real. A mediados del siglo VIII a.C., el profeta Amós, originario del sur (Judá) fue enviado por Dios a predicar en el Reino Norte (Israel), para denunciar las injusticias terribles que se cometían, favorecidas por la corte y el clero. El enfrentamiento más fuerte tiene lugar en el santuario de Betel (= Casa de Dios), con el sumo sacerdote Amasías, que lo expulsa. En el fondo, Amós tuvo suerte. A otros les cortaron la cabeza. Si el texto de Amós se hubiera leído completo (cosa que horroriza a los liturgistas), se habría advertido una diferencia capital entre la reacción del profeta y la que deben tener los discípulos de Jesús. Cuando el sacerdote Amasías expulsa a Amós de Betel, este le responde anunciándole que su mujer será violada, sus hijos e hijas morirán a espada, perderá sus tierras y será deportado. El discípulo de Jesús, si es rechazado, debe limitarse a sacudirse el polvo de los pies. Ni una palabra de amenaza o condena. El juicio corresponde a Dios. Una síntesis del mensaje (Efesios 1,3-14) El evangelio no concreta lo que los discípulos deben predicar. Solo dice que predicaban la conversión, igual que Jesús. Al pasar los años, especialmente después de su muerte y resurrección, el mensaje de los apóstoles se fue enriqueciendo con lo que Jesús hizo y dijo, y también con una elaboración teológica de lo que él supuso para nosotros. La introducción de la carta a los Efesios es un excelente ejemplo de esto último. Pero su estilo tan denso, barroco y recargado se presta a que los asistentes a la misa no se enteren de nada. Una pena, porque las ideas son espléndidas. Adviértase que el texto habla generalmente de nosotros (nos ha bendecido, nos eligió, nos ha destinado, nos ha obtenido, hemos heredado, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo). Pero termina hablando de vosotros (y también vosotros, habéis escuchado, habéis creído, habéis sido sellados. Parece lógico aplicar el nosotros a los cristianos de origen judío; el vosotros, a los efesios, de origen pagano. Ante la persona y la obra de Jesús, la reacción de los primeros debe ser bendecir a Dios por todos los beneficios que nos ha concedido a través de Cristo, que se resumen en estos cinco puntos: nos eligió; nos destinó a ser hijos suyos; por su sangre, nos perdonó los pecados; nos dio a conocer su proyecto de recapitular en Cristo todas las cosas; nos convirtió en herederos. ¿Y los efesios? ¿Y nosotros? La carta toma un rumbo muy distinto. No comienza hablando de lo que Dios ha hecho por nosotros, sino de lo que nosotros hemos hecho al escuchar la extraordinaria noticia de que hemos sido salvados: habéis creído. Y entonces, Cristo nos ha marcado con el Espíritu Santo, prenda de nuestra herencia. Muy pocas palabras, en comparación con los párrafos dedicados al nosotros, pero con la novedad de la acción de Cristo y el don del Espíritu. En cualquier caso, al recapitular Dios todas las cosas en Cristo, todo lo que se dice es válido para todos. También nosotros podemos y debemos proclamar: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. José Luis Sicre - - - - - RESPIRAR EN PAZ Que respirar en paz la música no oída sea mi último deseo, pues sabed que, para quien respira en paz, ya todo el mundo está dentro de él y en él respira. Esta estrofa de Antonio Colinas en Letanías del ciego que ve sintoniza bien con la imagen de barcas flotando quietas a la débil luz del crepúsculo. Frente al torbellino de un mundo atolondrado que se mueve al vértigo de noticias, el watsapp, y el consumo frenético parece imposible respirar esa música no oída que se esconde detrás del silencio, corazón de todo. En primer lugar porque no somos conscientes de nuestra respiración, que es la frontera de contacto con la vida. Y después porque no vivimos, nos viven desde fuera. Como las barcas de la foto para respirar y vivir hay que flotar. Que los éxitos y los fracasos, las penas y las alegrías crucen por arriba como galernas que pasan. En el fondo del mar y de nuestra conciencia todo sigue en paz, todo roza la eternidad en la que somos. Que si insiste la muerte, que si avanza la edad, y todo y todos a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa, me venza el mundo al fin en esa luz que restalla. Y su fuego me vaya deshaciendo como llama de vela: con dulzura, despacio, muy despacio, como giran arriba extasiados los planetas. Pedro Miguel Lamet - - - - - Trivializar el perdón Una de las cargas que a veces tiene que llevar alguien, tras haber sufrido algún tipo de agresión, es la exigencia del perdón. En contextos cristianos ocurre mucho. El agresor convierte el perdón, no en petición humilde, sino en exigencia soberbia. Ya te he pedido perdón, se convierte en un arma con la que se vuelve a cargar sobre la víctima el peso de una situación. El agresor enarbola el arrepentimiento como arma, lo convierte en exigencia de la fe, y enamorado de su nuevo rol, se ve con otro prisma de virtud, el del penitente. Y poco a poco empieza a volcar sobre la víctima el peso de la culpa de la situación. Si no me perdona es porque no tiene corazón. Es posible que además el agresor se convenza de que no fue para tanto, fue sin querer, fue un error, no una agresión. De ahí al insulto (quien no me perdona es mezquino, rencoroso, etc) no hay más que un paso. Y en el proceso, en lugar de haber verdadera sanación, lo que hay es orgullo. Pedir perdón de verdad es algo mucho más complejo. Primero, es ser consciente de lo que uno ha hecho mal. Y ser consciente de que el otro tiene derecho a estar molesto, al enfado, y a la distancia. Es más, tiene derecho a perdonar a su manera. El perdón no son palabras bonitas y fáciles. A veces es poner distancia. Otras veces es no tomar represalias cuando a lo mejor podría. Perdonar a veces es hacer ver el error en privado en lugar de proclamarlo a los cuatro vientos. Quien de verdad se arrepiente no exige el perdón. Lo pide. Y después espera. Y acepta. Acepta el enfado, y el dolor, y el silencio. Acepta los ritmos. Y esa espera se convierte en escuela, en pozo de sabiduría, y en silencio en el que la escucha se vuelve a llenar de sentido. Estamos en una sociedad que todo lo adelgaza. Todo es banal, superficial, e intrascendente. Todo es prescindible, trivial, y olvidable ¡Pero no! La vida es seria. El amor es serio. Y la justicia. La verdad. La vocación. El talento. Y el perdón. No podemos estar jugando con las palabras ni con la virtud. No podemos estar jugando a ser lo que no somos. Y mientras no entendamos esto, nos convertiremos en charlatanes, vendedores de humo, y manipuladores del evangelio. José María Rodríguez Olaizola, sj - - - - - Una espiritualidad para hoy José I. González Faus teólogo Me tropiezo a veces con la pregunta por una espiritualidad para hoy. En cierto modo, la espiritualidad siempre es la misma: salida del propio ego hacia el amor. Lo que puede ser objeto de pregunta son los caminos para llegar a esa meta. Creo que es posible montar una respuesta sobre cuatro columnas, representada cada una por un maestro: dos varones y dos mujeres: D. Bonhoeffer, Oscar Romero, Simone Weil y Etty Hillesum. Ni siquiera son todos católicos de pertenencia pero sí lo es su espiritualidad. Bonhoeffer y Romero nos dan la espiritualidad para una sociedad laica y plural. El primero nos recuerda que vivimos en un mundo mayor de edad (¡lo cual no significa más virtuoso!) y no religioso: lo cual tampoco significa no creyente, pero nos enseña a mirar la religión como una expresión cultural de la fe, no obligatoria hoy (como la circuncisión antaño). En este mundo nuestra relación con Dios es vivir ante Dios pero sin Dios, como una forma de estar con Dios en su pasión[1]. Lo que importa no es ser religioso o no-religioso sino ser hombre de otro modo. Bonhoeffer Del segundo aprendemos que los pobres, hambrientos y maltratados por ser justos, son los preferidos de Dios y encarnan la presencia y la voluntad de Dios en este mundo no religioso. El compromiso con ellos, y la voluntad de hacer públicos sus sufrimientos (que el mundo tiende a ocultar), encarnan el culto que Dios quiere y nuestra forma de conocer a Dios. Comprometidos con el mundo no religioso y con la causa de las víctimas, estos dos testigos eran además muy eclesiales. A Bonhoeffer, su viaje a Roma (y su tesis sobre la sanctorum communio) le descubrieron el carácter comunitario de la fe y del seguimiento de Jesús. Romero predicaba que una iglesia que no sufra persecución allí donde los pobres son perseguidos y maltratados, no es la verdadera iglesia de Cristo. Así se complementan ambas eclesialidades. Pero en ambas, a la Iglesia hay que amarla y sufrirla, según preciosa formulación de M. Moore hablando del obispo Casaldáliga[2]. Oscar Romero De entre las mujeres, S. Weil aporta algo que firmarían los dos anteriores: lo que permite saber si en un alma está el fuego del amor de Dios no es la forma en que habla de Dios, sino la forma en que habla de las cosas terrenas[3]. Hoy interpela además su honesta capacidad de autocrítica (desaparecida en esta era de la postverdad, de canonización de lo propio y satanización de lo ajeno); y su empeño, no solo por ayudar desde lejos, sino por estar presente en el mundo de los oprimidos: no solo el trabajo por las víctimas sino el contacto con ellas que tanto transfigura ese trabajo; lo que en otro lugar llamé ecumenismo del dolor[4]. Y a la vez, su capacidad de asombro ante la belleza como mensaje de gratuidad (de pureza en palabras suyas). A lo que hay que añadir su decisión de no entrar en la Iglesia (no bautizarse) aunque declara creer todo lo que confiesa la Iglesia y espera que, si Dios la quiere dentro, ya se encargará de hacerla entrar[5]. Una decisión que se apoyaba en la falta de autocrítica de la Iglesia, que prefería llamarse a sí misma santa, y pronunciar el anatema para muchos de sus críticos[6], lo que la volvía incapaz de percibir que estaba más del lado de los ricos que de los pobres. Recordemos su frase en la carta a G. Bernanos: creo que me bautizaría con solo que en todas iglesias hubiese un letrero que diga: prohibida la entrada a quien tenga una fortuna superior a una determinada cantidad. Y añadamos el sentido del deber, en un mundo que solo tiene sentido de derechos propios; no puede haber declaración de derechos humanos si no hay una declaración de los deberes humanos. Simone Weil Etty completa a Simone porque lo que en esta parecía fruto del esfuerzo duro, en Etty parece fácil, fruto de la ayuda del Espíritu. Pero aquí habrá que distinguir la espiritualidad de lo que son condicionamientos temperamentales: la timidez afectiva de Simone (acrecentada por su experiencia laboral en la Renault) y la simpatía y el don de gentes de Etty[7]. Simone, desde su desprecio a sí misma, parece que solo pudo percibir la bondad como ley. Etty, desde su vida desarreglada, la descubrió como buena noticia. Por ejemplo: es llamativa en esta muchacha (que no tuvo catequesis ni formación religiosa alguna) la seguridad de que cuando rezo bien, es Dios mismo quien habla con Dios desde mí. Y debemos quedarnos con los tres principios que guiaban su compromiso: ayudar a Dios (a que no desaparezca en el fondo de todas las personas, donde sigue presente a pesar de mil piedras y hojarascas que lo ahogan); ser además el corazón pensante de tantas gentes que ni pensar pueden, abrumadas por mil urgencias elementales cotidianas: pero de modo que el que piensa es un corazón. Y finalmente ser bálsamo para tantas heridas; lo cual no significa limitarse a las ayudas asistenciales (también puede haber, por así decir, bálsamos estructurales), sino no olvidar en nuestros compromisos, esa actitud del cuidado que hoy volvemos a descubrir Dos últimos detalles: si nuestros testigos varones fueron personas institucionalmente creyentes, nuestras dos mujeres son las dos convertidas, desde familias no creyentes. Lo cual no sé si resulta emblemático en una hora en que se dice que la Iglesia está perdiendo a las mujeres[8]. Etty Hillesum Y además: tres de estos cuatro testigos murieron mártires: el multicultural Bonhoeffer mártir del racismo. Romero asesinado a sueldo, a dólar, a divisa, como Jesús por orden del Imperio (P. Casaldáliga). Etty en Auschwitz. Y Simone muere enferma a los 34 años por la austeridad solidaria que se había impuesto. Para que no creamos que la espiritualidad de hoy será una autopista en vez de aquella senda estrecha de que avisaba Jesús. En resumen: laicidad (ausencia del Dios presente) pero con lucha por la justicia social y la igualdad. Radicalidad horizontal pero con una facilidad vertical; y una eclesialidad dialéctica. Creo sinceramente que solo el Espíritu de Dios puede hacer eso en cada uno de nosotros. ____________ [1] Cartas del 16 y 18 de julio de 1944. [2] Cuando la fe se hace poesía. Buenos Aires 2021, p. 102. [3] El conocimiento sobrenatural, n. 84. [4] Podemos aplicar aquí su frase de El amor de Dios y la desdicha: el conocimiento de la desdicha es la clave del cristianismo. Dice la clave (no la esencia o el contenido). Y la desdicha (malheur) es algo más que el sufrimiento: podría ser algo así como el sufrimiento injusto y sin sentido. [5] Se discute si esto se cumplió, por el testimonio de una persona que dijo haberla bautizado ella, muy poco antes de su muerte, en el hospital de Middlesex, mientras Simone le decía: si quieres, hazlo. Remito a la p. 707 de la biografía publicada por su amiga S. Pétrement. [6] Lo que Simone de ningún modo podía aceptar era la enseñanza de que los niños que mueren sin bautismo no van al paraíso. ¡Cuánta razón tenía! [7] La única vez que Simone parece haberse abierto afectivamente es una carta a Joe Bousquet, enfermo tetrapléjico. Y en ella le confiesa que le parece imposible que un ser humano experimente amistad por mí. [8] Porque no son ellas las únicas. Nombres como Dorothy Day, Madeleine Delbrel o María Skobtsov y Dorothea Sölle podrían añadirse. Y entre las todavía vivas, ahí están Lucía Ramón o Anamary Mazorra entre las que me son conocidas. - - - - - Martin Scorsese convierte al jesuita James Martin en 'estrella' de cine y en un modelo a seguir La cámara se desplaza lentamente sobre fotos de cabezas; James Martin sj (Plymouth Meeting, Pensilvania, 1960) habla desde fuera sobre los retratos de las víctimas del mayor ataque a tiros contra gays, lesbianas y transexuales de la historia de EEUU, con 49 muertos. Al jesuita le impactó el desapego de la Iglesia católica tras el atentado en la discoteca Pulse, Orlando, en 2016. Así lo confiesa en Building a Bridge, un film de Evan Mascagni y Shannon Post que cuenta con la producción ejecutiva de Martin Scorsese. La película está basada en el libro Tender un puente (Mensajero, 2018), del propio Martin y estrenada a mediados de junio en el Tribeca Film Festival de Nueva York. La tibia respuesta del obispado norteamericano ante la matanza fue lo que hizo reflexionar a Martin. Estas personas son invisibles para la Iglesia incluso en la muerte, asegura el redactor jefe de la revista jesuita America, en una entrevista concedida al portal Katholisch.de. Por suerte, Scorsese se enteró del proyecto de los directores Evan Mascagni y Shannon Post y aceptó colaborar en él. Para el gran cineasta estadounidense, no en vano, la relación con la Iglesia es una cuestión vital. El realizador católico, que una vez quiso ser sacerdote, ya desató tormentas de protesta entre los creyentes en 1983 con su película La última tentación de Cristo. Más de tres décadas después, Building a Bridge, vuelve a provocar a la iglesia estadounidense, mayoritariamente conservadora. En la película, el sacerdote de 60 años se presenta como alguien que muestra respeto por las personas que se identifican como queer. Conoce por muchos encuentros personales la realidad, a menudo desesperante, de la vida de los miembros de las minorías sexuales. Considera que el papel de la Iglesia es llegar a todos los afectados. "Como nos pide Jesús, con amor y misericordia". En la segunda edición de su libro, Martin revisó su tesis de que movimientos LGBTQ e Iglesia deben tenderse la mano. Esto ha sido criticado por muchos gays y lesbianas. Ahora, el jesuita está convencido de que la Iglesia tiene un camino más largo que recorrer en el camino del acercamiento. Porque tiene una parte en el hecho de que los LGBTQ son empujados a los márgenes. Martin se siente animado por el respeto que el papa Francisco le ha mostrado tras el estreno de la película. El pontífice agradeció a Martin su compromiso en un mensaje personal de puño y letra. Sin mencionar a la comunidad católica LGBTI por su nombre, Francisco elogió al jesuita: "Eres un sacerdote para todos. Rezo para que sigas por este camino". Palabras que contrastan con el sentir general del episcopado de EEUU, rehacios a las posiciones de Martin. En este sentido, hay obispos como el de Texas, Joseph E. Strickland, que insta a los párrocos de su diócesis a tratar como pecadores a los miembros de las minorías sexuales que no viven castamente. Ya en 2017, Francisco nombró a Martin asesor del Vaticano por su defensa de los católicos LGBTI. Algunos pocos obispos estadounidenses también se han mostrado abiertos a su objetivo de abrir más la Iglesia a gays y lesbianas. Entre estos partidarios se encuentran, entre otros, el obispo de Lexington en Kentucky, John Stowe. "Building a bridge" documenta vívidamente esta compleja realiddad a través de testimonios de uno y otro bando.

Comunidad Parroquial de San José Obrero. Perla-Reforma 21.11.2022

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