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Pedro Cota Jaime 21.11.2022

En tiempos de la ley calles. Le rebanaron los genitales con una navaja de afeitar, le machacaron las tripas, abrieron su cuerpo en canal de abajo a arriba con un machete, como el de un cerdo, y, todavía vivo, le llenaron el vientre de gasolina y le prendieron fuego. Pero Juan Duarte Martín, comido por las llamas, alcanzó a decir: "Os perdono y pido que Dios os perdone". Era el 15 de noviembre de 1936, en el arroyo Bujía del pueblo de Álora (Málaga). Juan tenía 24 años y su ún...ico delito: ser diácono de la Iglesia católica y negarse a apostatar de la fe que dio sentido a su corta vida. En el calabozo de Álora, los milicianos se ensañaron con Juan Duarte. "Quizás para dar un castigo ejemplar y un escarmiento", aventura Torres Mora. Una semana de pasión para él desde el 7 al 15 de noviembre de 1936. Con torturas y humillaciones de todo tipo: palizas diarias, introducción de cañas bajo las uñas, aplicación de corriente eléctrica en los genitales, paseos por las calles entre mofas Hasta intentaron hacerlo pecar. Le mandaban a la cárcel mujeres, pero ninguna conseguía acostarse con él. El último día, le enviaron una chiquilla de 16 años y Juan volvió a rechazarla. "No lo he podido convencer", salió diciendo la joven. Entonces, un miliciano lo castró con una navaja de afeitar y entregó sus testículos a la chica: -Paséalos por el pueblo, le ordenó. Pero, hasta en el pueblo, el escarnio sentó mal y algunos vecinos fueron a ver a Juan para convencerlo de que renegara de su fe y salvase la vida. Pero él no quería renunciar "al tesoro de su fe". Ni por salvar la vida. Sólo decía a sus sádicos captores: "Lo que me hacéis a mí se lo estáis haciendo al Señor". Presionado por el pueblo, el comité miliciano decidió acabar con el diácono, que murió achicharrado vivo, mientras decía: -¡Ya lo estoy viendoya lo estoy viendo! -¿Qué estás viendo tú, desgraciado?, le espetó, indignado, un miliciano, mientras descargaba su pistola en la cabeza de Juan. Varios días después de su muerte, algunos milicianos seguían disparando al cadáver. Hasta que un vecino se acercó por la noche y lo enterró en el arroyo. Su familia, que lo buscaba desesperada, tardó 7 meses en encontrarlo. Un monolito recuerda hoy su memoria en el arroyo Bujía, a kilómetro y medio de la estación de Álora.

Pedro Cota Jaime 20.11.2022

Psicología de las masas.



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Teléfono: +52 871 354 4131

Web: www.cotamma.com

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