Hey Jud by Judith Padilla

No es que a mí la vida me sonría siempre, ¡yo soy la que le sonrío a la vida! aunque hay veces que la sonrisa sólo sea una mueca similar a un rictus de dolor... Un día mi terapeuta me dijo: "engaña a tu cerebro, hazle creer que estás bien, que te sientes bien" ¡y funciona! Reírse de uno mismo es demostrarle a la tragedia de la vida que con nosotros no va a poder, que nuestro espíritu no se deja abatir tan fácilmente...

Preparando el cambio... Coming soon...

Sin requerir de un roce, sin aspirar a tu cercanía, sin poder sentir de cerca el calor de tu afecto, con la simple certeza de saber que en algún lugar, de repente, me dedicas un pensamiento, me ubicas entre tus mejores recuerdos, me piensas, me sabes parte de tu historia, de tu vida... Sólo con eso...

¡Insisto! Nada de normal hay en mi mamá quien aún en su senectud sigue dando muestras de esa personalidad que la convirtió en el personaje que marcó no solo mis mocedades, sino las de muchos. Muy pocas personas ajenas a nuestra familia lo supieron pero hubo una quinta personita Padilla Sosa pero ella, mi hermanita menor, murió apenas al nacer, por una negligencia médica. Mi madre sufrió mucho por la pérdida y el hecho de que para el nacimiento de esta nena ella se hubiera afe...rrado a que quería que fuera en León y que acá muriera, resultó siempre una cuestión sumamente dolorosa para doña Grace que además se culpaba por esa decisión. Por las mismas fechas, también murió la bebé recién nacida de una cuñada de mi mamá por lo que se decidió que los restos mortales de las primitas quedaran juntos. No se imaginan las expresiones de dolor que vimos por años en nuestra madre. El tema de la muerte de María Padilla Sosa era un tabú porque las manifestaciones de sufrimiento de mi madre ante este triste suceso, eran épicas. Obviamente, ante el dolor de ella, sus hijos lamentábamos esa pérdida de la que realmente no éramos muy conscientes ya que éramos muy pequeños. En pocas palabras, fue una tragedia familiar, así se vivió, pero se callaba para no poner limón en la herida. Pasó el tiempo y llegó el momento en que había que exhumar los pequeños cuerpecitos. Mi tía, acá en León, se encargó de todo el asunto y por gentileza y consideración, se comunicó con mi madre para preguntarle cuál debía ser el destino de lo poquito que realmente podía quedar de la bebé. Gentilmente, mi tía le marcó a mi madre que aún vivía en Veracruz y se lo comentó. -Debemos sacar a las niñas y te marco para que me digas qué deseas que se haga con los huesitos de la tuya. Mi nada ortodoxa madre le respondió: -¡No, por favor! ¡Encárgate tú! Es más, si quieres, hasta ¡úsalos para hacerte un caldito! Yo escuchaba cerca de ahí y casi me desmayo! Para entonces yo ya era madre y no daba crédito. Una vez más, un tema que marcó nuestra infancia era llevado por doña Grace al terreno del "aquí no pasó nada" y la irreverencia de mi mamá, de nuevo, se puso de manifiesto. ¡De doña Grace no se salvaba ni ella misma! See more

"Hay que reconocer el valor del que se queda callado, cuando no tiene nada que decir..."