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Atención psicológica y tanatológica 20.11.2022

EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS, DE JORGE BUCAY. () Digo siempre que cuando yo tenía algunas horas o días de vida era claro (aunque yo no lo supiera todavía) que no podía sobrevivir sin mi mamá o por lo menos sin alguien que me diera sus cuidados maternales. Mi mamá era por entonces literalmente imprescindible para mi existencia porque yo no podía vivir sin ella. Después de los tres meses de vida seguramente me hice más consciente de esa necesidad pero descubrí además a mi papá, ...y empecé a darme cuenta de que verdaderamente no podía vivir sin ellos. Algún tiempo después ya no eran mi papá y mi mamá, era MI familia, la fuente de donde brotaba todo lo necesario, amor, compañía, juego, protección, regalos, valoración, consejo Mi familia incluía a mucha gente: incluía a mi hermano, algunos tíos y alguno de mis abuelos. Yo los amaba profundamente y sentía, me acuerdo de esto, que no podía vivir sin mi familia. Después apareció la escuela, y con ella, mis maestros, la señorita Angeloz, el señor Almejún, la señorita Mariano y el señor Fernández, a quienes creí, a su tiempo, imprescindibles en mi vida. En la escuela República del Perú conocí también a mi primer amigo, el entrañable Pocho Valiente, de quien pensé en aquel momento que nunca, nunca, podría separarme. Siguieron después mis amigos de secundaria, y por supuesto Rosita Rosita, mi primera novia, sin la cual, por supuesto, yo SABÍA que no podría vivir. Y después el grupo de teatro, los amigos del billar, y la universidad, que encarnaba la carrera, el futuro, la profesión; yo pensaba, claro, que no podía vivir sin mi carrera. Hasta que después de algunas novias también imprescindibles conocí a Perla Yo sentí inmediatamente lo que creía no haber sentido nunca antes: que no podía vivir sin ella. Quizá por eso hicimos una familia sin la cual no sabría cómo vivir. Y así, despacito y con tiempo, fui sumando ideas, descubriendo más imprescindibles: el hospital, mis pacientes, la docencia, algunos amigos, el trabajo, la seguridad económica, el techo propio y aún después más personas, más situaciones y más hechos sin los cuales ni yo ni nadie en mi lugar podría razonablemente vivir. Hasta que un día Exactamente el 23 de noviembre de 1979. Sin ninguna razón para que sea ese y no otro el día. Me di cuenta de que yo no podía vivir sin mí. Nunca, nunca, me había dado cuenta de esto. Nunca había notado lo imprescindible que yo era para mí mismo. ¿Estúpido, verdad? Todo el tiempo sabía yo sin quién no podría vivir, y nunca me había dado cuenta, hasta los treinta años, que sobre todo, no podía vivir sin mí. Fue interesante desde allí y hasta aquí de todas formas, confirmar cada día que me sería verdaderamente difícil vivir sin algunas de esas otras cosas y personas, pero esto no cambiaba ni un poco el valor del nuevo darme cuenta: Me sería imposible vivir sin mí. EL libro lo encuentran en la web en PDF :)

Atención psicológica y tanatológica 20.11.2022

Acompañamiento tanatologico.



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