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Historias de sailor moon 21.11.2022

Mi Dulce Doctor (Cap.79) * D A R I E N * ... La inmunoterapia estimula al sistema inmunitario para que reconozca y destruya las células cancerosas con más eficacia explicó el Dr. Díaz, para que comprendiéramos en qué consistía el tratamiento. Y utiliza sustancias producidas por el cuerpo o fabricadas en un laboratorio para lograr dicho objetivo. En el consultorio también estaban presentes los padres de mi esposa, su hermana y su tía, quienes después de recibir la terrible noticia, quedaron tan afectados como nosotros. Fueron momentos muy difíciles para la familia, demasiado llanto, impotencia y rabia; sin embargo, ni yo sabía de dónde, la semilla de la fortaleza germinaba en nosotros, impidiéndonos decaer. Teníamos que luchar, costase lo que costase, había que enfrentarnos con valentía a la enfermedad. ¿Cuáles son sus efectos secundarios? quise saber, mientras sostenía con firmeza la mano de Sere. Bueno... titubeó, después de dar una profunda respiración. Primero hay que aclarar que esos efectos son bastante agresivos, por eso solo se les aplica este tratamiento a personas que estén en buenas condiciones físicas. Entre algunos de ellos podemos nombrar: severa neutropenia funcional, fiebre, taquicardia, arritmias cardiacas, anemia, diarreas, vómitos, confusión mental, alucinaciones y delirios. ¡Santo Dios! escuché decir a mi suegra. Los demás permanecimos en absoluto silencio, la lista de aquellos efectos secundarios era aterradora, pero esa era la mejor opción si queríamos salvarle la vida a Serena, así que debíamos correr el riesgo. ¿Cada cuánto tiempo será el tratamiento? formuló mi esposa. El medicamento se aplicará por vía intravenosa, cada ocho horas hasta por nueve dosis, que serán repetidos luego de un descanso de diez días. Debes permanecer dentro del hospital para extrema vigilancia, solo en los descansos podrás volver a casa repuso, logrando que el semblante de ella reflejara aún más tristeza, y es que eso significaba separarse por unos cuantos días de Emily. Este tratamiento es el que mejor se ajusta a tus condiciones, Serena. Siempre y cuando no sea interrumpido, ha arrojado muy buenos resultados en más del cuarenta por ciento de los pacientes que lo han recibido. Sin embargo, quiero que lo pienses muy bien, puedes discutirlo con tu familia si así lo deseas sugirió. En caso de no aceptarlo, podríamos buscar otra opción, solo que no será tan fácil conseguirla. No, no tengo nada que pensar se apresuró a contestar ella. Si usted cree que esta es la mejor opción, entonces asumiré el tratamiento. Bien, en ese caso ordenaré que preparen tu habitación para que ingreses en la tarde ¿te parece? Ella se limitó a asentir, y ninguno de los presentes nos atrevimos a protestar. Ya regreso, voy por algunos documentos que tienes que firmarañadió, abandonando el consultorio. ¿Hija, no crees que deberías pensarlo mejor? cuestionó su madre. Ese tratamiento suena terrible. Todos son así, mamá, no hay ninguno que no tenga algo de terrible repuso mi esposa. Además, buscar otro tratamiento amerita de más tiempo, y es algo de lo que no dispongo. Quiero salir de esto cuanto antes. Tienes razón, mariposita la secundó su padre, sonriendo. Además, Abbie, nuestra hija es una luchadora, ya venció el cáncer una vez, lo va a hacer otra vez ¿verdad, mariposita? Claro que sí, papi contestó, devolviéndole la sonrisa. Tú puedes, preciosa intervino su tía, brindándole algo de fortaleza. Tu familia está contigo, hermanita, vas a salir adelante, yo sé que sí prosiguió Jessica, uniéndose al circulo que todos habíamos formado a su alrededor. Y no te preocupes por Emily, yo la puedo cuidar mientras estés aquí. Gracias, Jess. Te amo, mi amor susurré, besando su mejilla. Todos los que estamos aquí te amamos, y siempre vamos a estar contigo. Gracias, Darien añadió Sere con la voz quebradiza. Gracias a todos por siempre acompañarme en estos momentos difíciles, los amo. Después de cumplir con el protocolo necesario para ingresarla al área de oncología, regresamos a casa en busca de todo lo necesario para nuestra estadía en el hospital. Allí estaba Hanna, quien se había ofrecido a cuidar de nuestra hija mientras estábamos en consulta con el Dr. Díaz. Mientras todos permanecían abajo conversando, Serena subió a la habitación y supuse invirtió ese tiempo para desahogarse, porque cuando fui a buscarla la encontré sentada en el suelo, sollozando y con sus manos aferradas a la muñeca de trapo de nuestra hija; aquella escena me rompió el corazón, desde que había recibido aquella terrible noticia nunca la había visto llorar así. Disculpa, mi amor articuló, apenas se percató de mi presencia. Con un movimiento veloz se levantó del suelo, se secó las lágrimas, y fingiendo estar más recompuesta, añadió: Ya casi estoy lista, solo me faltan guardar unos pijamas. Está bien, princesa musité, dando unos pasos hasta llegar donde estaba. No tienes que disculparte. Deslicé con cariño mi mano hasta entrelazarla a la suya, y con la sutileza que ejerce una pluma sobre el viento, atraje su cuerpo hasta el mío, envolviéndola entre mis brazos. Llora, llora todo lo que tengas que llorar. Y así lo hizo, se aferró a mí con fuerza, hundiendo sus manos en mi espalda, mientras sus lágrimas y su dolor, como un río que se desborda, lo inundaban todo; era frustrante verla sufrir así, y no poder hacer nada para evitarlo, así que solo me limité a acariciar su espalda, y a susurrarle en el oído que todo estaría bien. Algunos minutos después se tranquilizó, se dio un baño, y bajó a comer algo. Te estaré llamando, y los fines de semana vendré a verte afirmó Hanna, pues debía regresar a terminar su semestre en la universidad. Después de aquellas palabras, se despidieron con un beso en la mejilla y un caluroso abrazo. ¡Te quiero! ¡Te quiero! También te quiero, Hanna. Tienes que darle una patada a ese cáncer, pitufita, que no le queden ganas de regresar, ¿me lo prometes? preguntó. Te lo prometo contestó Sere, sonriendo. Y tú me prometes que te vas a portar bien ¿sí? No entiendo porque lo dices, Sere, yo siempre me porto bien respondió la rubia, haciéndonos a todos reír. Pero está bien, lo prometo. Ah...y no trates tan mal al pobre de Seiyavolvió a hablar Sere. Es un buen chico. Lo siento, Sere, no pidas cosas imposibles repuso su amiga. Aunque prometo que lo voy a intentar, solo porque me lo pides tú. Bueno, ya es hora de irnos intervino el padre de Sere, poniéndole fin a aquella conversación. Te amo, mi niña susurró Sere, tomando a nuestra hija entre sus brazos y besando su frente, añadió entre lágrimas: Mami va a regresar rápido, va a luchar con todas sus fuerzas para que podamos estar juntas lo más pronto posible, lo prometo, lo prometo. Esa primera noche en el hospital tratamos de hacerla sentir cómoda, vimos algunas películas y conversamos sobre anécdotas graciosa, tratando de hacerla olvidar las preocupaciones, pero al día siguiente comenzó la pesadilla. Le aplicaron la primera dosis a eso de las nueve de la mañana, y unos minutos después comenzó a manifestar el malestar. Mi amor, cierras la ventana me pidió, mientras su cuerpo temblaba. Está haciendo mucho frio. Tranquila, hija susurró su madre, cobijándola y besando su frente. Eso es porque tienes un poco de fiebre. La experiencia durante esas primeras dosis, fue terrible, pero tolerable. Cuando regresamos a casa existió algo de calma, su familia, mi familia, y nuestros amigos, siempre nos brindaban su apoyo, además tratábamos de compartir instantes agradables para que ella se sintiera más sosegada. Sin embargo, cuando fuimos de vuelta al hospital todo fue peor que la vez anterior. Mi esposa experimentaba constantes fiebres que no se le bajaban, convulsionó un par de veces, era difícil mantener una conversación con ella porque siempre estaba somnolienta, llegó hasta el punto de no reconocerme, de ver cosas que no estaban, de escuchar voces; era desesperante ver como poco a poco, cada vez que comenzaba un nuevo ciclo, sus habilidades cognitivas se iban deteriorando, y estaba seguro que con el pasar del tiempo todo empeoraría. Durante esas noches en que estaba internada en el hospital solía encerrarme en mi oficina y dejarme caer en el suelo, víctima de la impotencia, de no poder hacer nada para sacarla de aquel infierno. Apoyaba mi cuerpo en la pared, mientras mis brazos rodeaban mis rodillas con desesperación. Temblaba, mi corazón latía descontroladamente, y solo imploraba al cielo que por fin esas dosis se terminaran. Una tarde, después de despedir a Emily, porque papá la llevaría al parque de diversiones, aproveché para ir a preparar una merienda para Sere, últimamente no se estaba alimentando bien y era que el tratamiento también le quitaba el apetito. Como estábamos en casa, intentaba prepararle comidas apetecibles, para que al menos comiera algo. No pasaron más de cinco minutos cuando escuché unos ruidos que provenían de su habitación, me alarmé y subí rápidamente las escaleras. Cuando ingresé a nuestro cuarto la encontré arrojando todo cuanto encontraba al suelo; tenía el rostro enrojecido por la rabia y sus ojos anegados de lágrimas. Serela llamé, para que se percatara de mi presencia, pero ella no me prestó atención, tomó sus libros y comenzó a romperles las hojas, mientras sollozaba de rabia. Detente, por favor, mi amor. Tú adoras estos libros, no los rompas. ¡Lárgate de aquí! espetó, furiosa. ¡Déjame en paz de una maldita vez! ¡Vete, quiero estar sola! Mi amor, no me digas eso por favor. ¡Que no entiendes! ¡Quiero estar sola! me volvió a gritar. Estoy cansada de todos, ¡estoy harta de ese maldito tratamiento! De fingir que no me estoy muriendo, de fingir que todo va a estar bien, ¡Nada está bien! ¡Nada va a estar bien! Sere....insistí, intentando acercarme a ella y su respuesta fue arrojarme los libros restantes, aun así no me di por vencido y pese a sus manotazos la abracé a la fuerza. ¡Suéltame! sollozó, intentando soltarse de mi abrazo. No te voy a soltar, no te voy soltar repetí una y otra vez, tratando de tranquilizarla, hasta que ella se dio por vencida y me abrazó con fuerza. Ya mi amor, ya estoy aquí. Darien, ya no quiero, no quiero seguir con ese tratamiento, por favor, busquemos otra alternativa suplicó, aferrándose a mi contacto con desesperación. Aquellas palabras me fueron difíciles de digerir, pero no quería verla sufrir más de esa manera, aquel tratamiento era aterrador tanto para ella como para los que estábamos a su lado. Quiero estar con mi hija, quiero disfrutar de ella y no ser más este guiñapo en el que me estoy convirtiendo, por favor ya basta, ya basta, ya no quiero más, quiero parar, quiero parar sollozó, mientras apoyaba su cabeza en mi pecho, y yo sentía que la única esperanza que tenía se me escapaba de las manos. Está bien, princesa contesté, acariciando su cabello. Está bien, como tú quieras. Con..

Historias de sailor moon 21.11.2022

Mi Dulce Doctor (Cap.78) * D A R I E N * ... Cuando el Dr. Díaz pronunció aquellas palabras el pánico se apoderó de mí, un sabor amargo me recorrió la boca, e inevitablemente mis manos comenzaron a sudar frio, sin embargo, hice lo que me pidió, y me senté. Mientras tanto, él sujetó los exámenes entre sus manos y los hojeó una vez más. El corazón me latía con tal fuerza que parecía que se saldría de mi pecho, y su tardanza no hizo más que acrecentar mis temores. Aquello era realmente una tortura. Me está asustando doctor ¿qué pasa? logré formular, con la voz quebradiza.. Sere está bien ¿verdad? Por favor dígame que ella está bien. Darien, lo siento se limitó a contestarme, enviándome una mirada compasiva. De verdad, no imaginas cómo lo siento. ¿Qué? ¿Cómo que lo siente? cuestioné, incrédulo, levantándome del asiento. ¿A qué se refiere con eso? Explíquese. Darien, tranquilízate me pidió, también levantándose del asiento. Rodeó el escritorio e intentó apoyar su mano en mi hombro, pero no se lo permití. Tienes que escucharme. Esto es absurdo espeté, negando con la cabeza. Me pide que lo escuche, pero no me termina de decir qué es lo que pasa. Toma asiento, por favor insistió. ¡No, no me voy a sentar! escupí, molesto ¡Maldita sea!, dígame de una buena vez qué tiene Sereexclamé, enredando mis dedos en el cabello. Y haciéndome consiente de que le había gritado, bajé el tono de voz, y añadí: Por favor, ya deje los rodeos. Bien. Tomó una profunda respiración, como si estuviera buscando el valor para pronunciar aquellas palabras. Los exámenes no han arrojado buenos resultados soltó por fin, haciendo que uno a uno, los cimientos que sostenían mi felicidad comenzaran a desmoronarse sobre mí, estrujando a mi corazón, robándome el oxígeno que me hacía respirar, extinguiendo las luces y dejándome en total oscuridad. El cáncer ha regresado continuó, mientras yo inevitablemente me llevaba la mano a la sien. Estaba detenido en una especie de limbo, debatiéndome si aquello que acababa de escuchar era real o solo era parte de una terrible pesadilla. Existe una metástasis a distancia, hay que hablar con ella, Darien, el cáncer está en etapa IV, tiene que comenzar el tratamiento lo más pronto posible añadió. ¿Darien, me estás escuchando? preguntó, notando el estado en el que me encontraba, pero yo no fui capaz de contestarle, cada vez me hundía más y más sobre aquellas traicioneras arenas movedizas. Dígame que ella estará bien, por favor supliqué al fin, mientras con mi mano intentaba secar unas cuantas lágrimas, pero él no fue capaz de contestarme nada . Se va a salvar ¿verdad? insistí, al no encontrar respuesta. La inmunoterapia es una buena opción contestó. ¡Le pregunté que si se va a curar! exclamé, influenciado por la ira, y sujetándolo por la camisa, lo zarandeé. ¡Sálvala! ¡Maldita sea, sálvala! Darien, tienes que calmarte logró decir. Por favor. ¡¿Que me calmé?! espeté, soltándolo de súbito. Enredé mis dedos en el cabello, y fuera de sí, arrojé todo lo que estaba en el escritorio hacia el suelo. ¿Cómo me pide que me calme? ¡Usted no tiene ni idea de cómo me siento, así que no me pida que me calmé! Darien... Mi Sere, está bien. Ella no puede pasar por eso otra vez, no es justo, ella no se lo merece. murmuraba entre dientes. Me senté en la silla y froté mis ojos, mi visión se estaba haciendo borrosa y mi respiración estaba agitada, algunas veces sentía que me iba a desvanecer en medio de aquel consultorio y otras veces sentía que quería golpear a quien se me atravesase en el camino, mi cabeza era un caos. Me estaba ahogando en un profundo mar de miedos y no sabía cómo hacer para salir a la superficie, me sentí solo, desamparado y extraviado; estaba a punto de perder la cordura. Esto no es cierto, no es cierto, no es cierto me repetí una y otra vez, llevándome las manos a ambos lados de la cabeza, estaba en completa negación. Esto no es más que una maldita pesadilla, dentro de un rato despertaré y eso no será más que un mal recuerdo ¿verdad, doctor? le pregunté, mirándolo a los ojos. Darien, por favor tienes que reaccionar musitó, colocando su mano en mi hombro. Conozco a Sere, sé la persona maravillosa que es y la hermosa familia que tienes junto a ella. Sé que Serena no se merece esto, pero por el bien de ella, tienes que ser fuerte, tú eres su apoyo, no te puedes derrumbar ¿entiendes? Necesito salir de aquí fue lo único capaz de pronunciar, al tiempo que me levantaba de la silla. No puedo más, no puedo. Mi mente estaba nublada, no terminaba de asimilar la noticia, si permanecía un segundo más allí iba a volverme completamente loco. ¡Darien, espera! gritó para que me detuviera, pero no lo hice, y salí de allí hecho un manojo de nervios. Comencé a recorrer los pasillos del hospital en completa agonía, ni siquiera sabía cómo había llegado al pie de la escalera en semejante estado; me sentía herido, molestó e impotente, la vida me estaba traicionando de la peor manera y yo no podía hacer nada para evitarlo. Me apoyé por algunos segundos en la pared en busca un poco de aliento, y tras encontrarlo, comencé a subir rápidamente los escalones. Necesitaba huir de aquella dolorosa verdad, y mientras lo hacía me preguntaba cómo encontraría el valor para decirle a la mujer que amaba que nuevamente aquella terrible enfermedad había regresado para arrebatándonos la felicidad que habíamos construido con tanto esfuerzo. Cuando llegué al final del edificio admiré un cielo bañado de un azul añil, cuyas nubes dispersas ocultaban por momentos al radiante sol. Sin poder contener más mi dolor, me derrumbé de rodillas en el suelo y lloré desconsoladamente, preguntándome por qué, por qué cosas así tenían que pasarles a personas buenas como ella. Contemplé una vez el firmamento intentando encontrar una respuesta, pero no la encontré, lo único que escuché fue el más absoluto silencio que de vez en cuando era interrumpido por mis sollozos. Dejé escapar de mis labios un grito desgarrador al tiempo que golpeaba con mis puños el suelo de la azotea, tenía tanta ira acumulada que ni siquiera reparé en que me estaba lastimando los nudillos. ¡Darien, detente ya! escuché la voz de Carol que se aproximaba a mí, pero hice caso omiso a sus palabras, y continué golpeando el suelo una y otra vez. A ella no le quedó más que también arrodillarse, e intentar sujetarme por las muñecas para que me detuviera. ¡Basta, basta! me suplicaba, pero yo no quería escucharla, no quería escuchar a nadie. Mi niño, reacciona, por favor. Tras algunos segundos de lucha, me di por vencido. Cesé de golpear el suelo y dejé caer mi cabeza sobre su hombro, estallando en llanto, ella se limitó a acariciar mi espalda con la palma de su mano. Esto no es justo lloré, buscando en sus brazos un refugio para mi dolor. No quiero perderla, Carol, no quiero. No la vas a perder, cariño contestó, apartándose de mí, y acto seguido, me sujetó por las mejillas para que la mirara a los ojos, sentí como si mi madre fuera la que me estuviera observando en ese instante. Ya verás que en menos de lo que piensas vuelve a vencer el cáncer. Ella es una chica fuerte, Darien, tú lo sabes mejor que nadie, por favor tienes que calmarte, te estás haciendo daño añadió, mostrando mis manos lastimadas. No me importa dije, secándome las lágrimas con el dorso de la mano. Lo único que me importa es Sere. Necesito que ella este bien, necesito que se recupere. ¿Y así lo vas a lograr? ironizó, no fui capaz de contestarle nada y me levanté del suelo. Darien, escúchame, tienes que... ¿Dónde está Emily? interrumpí, quería volver a casa. Está con tu padre. Iré por ella. Darien insistió una vez más, pero yo solo negué con la cabeza y le di la espalda. Bajé las escaleras de prisa, ni siquiera fue necesario entrar a la oficina de mi padre, él estaba en la recepción jugueteando con la niña. Emily reía, y yo intenté hacer lo mismo, pero no pude. Dame a mi hija ordené, tomándola de entre sus brazos. Darien habló mi padre, sorprendido por mi actitud. Y escrutando mi aspecto sombrío, preguntó: ¿Estabas llorando, hijo? ¿Pasó algo? No, no pasa nada contesté, mientras Emily apoyaba su cabecita en mi hombro. Hablamos después, papá. ¡Hijo, espera...! gritó, intentando detenerme, mientras yo me alejaba por la puerta que daba al estacionamiento. Eran casi las cinco de la tarde cuando regresamos a casa; Sere aún no había vuelto de su viaje, así que aseguré a Emily en su cuna y me fui a dar un baño con agua fría. No quería que mi esposa se diera cuenta del estado en el que me encontraba, así que intenté mantener la calma, pero no pude. Mis lágrimas se mezclaban con el agua que recorría mi cuerpo; la cruda realidad no dejaba de golpearme una y otra vez. Cuando salí de la ducha me vestí, e intenté curarme las heridas de los nudillos. Pasaron dos horas, ya había anochecido, mi alma estaba hecha añicos y mi corazón, como esa noche que nos cubría, estaba en las penumbras. Me extrañó que Sere todavía no regresara, así que busqué su número en mi celular e intenté llamarla, pero no fue necesario. Ya llegué escuché su voz, y mi corazón se estrujó. Hice el teléfono a un lado, me levanté de la cama y tomé a mi hija entre mis brazos, para irla a recibir. ¡Mi amor, mamá ya está aquí! exclamó, cuando nos vio bajando las escaleras. Emily comenzó a dar saltos de alegría, mientras yo sentía que la garganta se me quemaba, no sabía cómo iba a decírselo. ¿Cómo te fue, mi amor? pregunté, mientras ella recibía a nuestra hija y se sentaba en el sofá para darle pecho. Digamos que bien contestó. Yo me senté en frente de ella como si nada estuviera pasando, como si aquellas constantes náuseas no estuvieran revolviendo mi estómago, como si los ojos no me ardieran de tanto llorar, como si mi corazón estuviera latiendo calmadamente y no de esa forma en la que me hacía perder el aliento . Quieren darme una oportunidad para exponer mis cuadros en la galería, pero solo serán dos. Tendré que compartir la galería con otros pintores noveles agregó, decepcionada. Y yo pensando que sería una exposición solo con mis pinturas. Bueno, todos los artistas comienzan así intenté darle ánimo, mientras sentía que el mío estaba por el suelo. Tú trabajo es excelente, seguro que tarde o temprano encontrarás una mejor oportunidad. Sí, eso espero. ¿Y cómo se portó Emily? formuló, mientras acariciaba el rostro de nuestra hija. Bien contesté, intentando dibujar una sonrisa que terminó convirtiéndose en una vaga mueca por disimular mi tristeza. Lloró un poco, pero después se le pasó. Eres una llorona jugueteó con nuestra hija, haciendo que ella sonriera. Mamá está aquí, mamá nunca te dejará sola, nunca. Voy a tomarme una pastilla, me duele la cabeza articulé con la voz quebradiza, mientras me encaminaba hacia una pequeña cajita de primeros auxilios en las que estaban guardados los medicamentos. Aquellas últimas palabras que ella había pronunciado habían calado en lo más profundo de mi corazón, terminando con el poco sosiego que había logrado encontrar. Está bien, mi amor musitó, colocándose de pie. Yo voy a subir, estoy muy cansada y quiero darme un baño. Te esperamos arriba ¿sí? En un rato subo contesté, ella asintió sonriendo y yo tomé el analgésico entre mis manos, pero no me lo tomé. Permanecí allí algunos minutos, quieto y con la vista perdida en algún punto de la pared, luego caminé hasta la puerta y salí a la calle; estaba helando, sin embargo, no era peor que el frio que me consumía por dentro. Me senté en el escalón de la entrada, y entrelacé mis dedos en el cabello, intentando mantener la calma. Me sentí tan pequeño en medio de aquel inmensurable firmamento, tan pequeño y tan vacío. Pasé alrededor de media hora allí, rogando al cielo para que Serens se hubiese dormido y no tener que decirle nada, al menos no esa noche. ¿Qué haces, mi amor? formuló Sere, sorprendiéndome, y se sentó a mi lado. Nada contesté, jugueteando con una piedrecita que tenía en mis manos. Solo miraba las estrellas. Es una noche hermosa ¿verdad? Sí. Sonrió, admirando el firmamento, iluminado por cientos de brillantes astros . ¿Recuerdas esa primera vez que miramos las estrellas juntos? me preguntó. Claro, como olvidarlo contesté. Estabas tan nerviosa. ¿¡Qué!? protestó, cruzándose de brazos. Inmediatamente me hizo soltar una risita, haciéndome olvidar mis tristezas. Yo no estaba nerviosa, eres un creído, ¿pero sabes? Aun así me amas me precipité a contestar, antes de que ella continuara. Ella asintió y me dio un casto beso en los labios. Sere, siempre he querido bailar así, bajo las estrellas comenté, con los ojos llenos de ilusión. Así que... Me levanté y extendí mi mano. ¿Sra. Chiba me acepta esta pieza? ¿Y la música? preguntó, frunciendo el ceño. Tú eres mi música repuse, haciendo que ella volviera a sonreír. Extendió su mano y la aferró a la mía. Me fue imposible no reflejar un gesto de dolor a causa de la herida que aún me escocía, pero ella no se percató. Tomé su mano con delicadeza y la conduje hasta ese pequeño pasillo de la entrada de nuestra casa, estábamos rodeados de los árboles y las flores de nuestro jardín, así que el ambiente era totalmente sublime. Ella vestía su pijama y llevaba el cabello recogido en una coleta desprolija, se notaba cansada, pero aun así se me hacía tan hermosa. Posé mis manos en su cintura, mientras ella colocaba la suyas en mis hombros, y ambos nos sumergíamos en aquel mágico baile bajo las estrellas. Fueron unos minutos maravillosos, traté de olvidar, traté de no pensar y lo logré por un tiempo, pero al final me fue imposible no pensar en todo lo que ella representaba para mí, así que no pude contenerme más, y me hice pedazos frente a ella. Shhh siseó, acariciando mi espalda, mientras escuchaba mi llanto.Ya no llores, mi vida, por favor, ya lo sé, ya lo sé repitió en varias ocasiones, intentando calmarme. Todo va a estar bien, lo prometo, lo prometo lloró también. Pero... Me aparté de ella, y la miré a los ojos. ¿Lo sabes? Antes de venirme, pasé por el hospital. Secó algunas lágrimas de sus mejillas. Quería ver un rato a los niños y me topé con el Dr. Díaz, él me lo dijo todo, mejor dicho yo se lo pregunté, y a él no le quedó más opción que decirme la verdad. Sere...sollocé una vez más, desesperadamente. No quiero que... ¿Por qué tiene que pasarnos esto? ¿Por qué otra vez? Shh siseó nuevamente, sellando mis labios con sus dedos. Ya no nos atormentemos con eso, mi amor, la vida es hermosa y estamos aquí juntos ¿no es así? asentí, mientras ella en ese instante intentaba secar mis lágrimas. Algunas cosas no tienen explicación, y por más que las preguntemos, no encontraremos una respuesta que nos satisfaga del todo...Que tengo que pasar por esto una vez más, pues eso no me importa se encogió de hombros. Soy una guerrera, y te aseguro que si no me di por vencida antes, mucho menos lo voy a hacer ahora que los tengo a ustedes. Tienes que comenzar el tratamiento. Lo sé, lo sé, mi amor contestó, tiernamente. Y lo voy a hacer con las mismas ganas de siempre, lo prometo, pero ahora ven continuó, colocando mi mano nuevamente en su cintura. Sigamos bailando, hay que disfrutar de esta noche hermosa y olvidarnos de eso al menos por hoy ¿sí? asentí, complaciéndola, ella era única, su manera de ver la vida siempre fue tan diferente que no podía más que sentirme orgulloso de la gran mujer que era. Acaricié su cabello con sutileza, mientras le tarareaba nuestra canción y fue entonces que aquella oscuridad que albergaba mi corazón fue desapareciendo, iluminada por su sonrisa. Con..

Historias de sailor moon 20.11.2022

Mi Dulce Doctor (Cap.80) * S E R E N A * ... Abrí la ventana del auto para admirar con mayor nitidez el maravilloso paisaje que nos rodeaba, cerré los ojos por un fragmento de segundo y respiré hondo, dejando colar en mis pulmones el oxígeno puro del campo; intentaba olvidar todo lo que había pasado durante esos últimos meses, lo difícil que había sido para mí aceptar que no podía más, y confirmar a través de los exámenes, que un tratamiento que casi me quitaba la vida, no había dado resultado. ¿Quieres que nos detengamos a comer algo? preguntó Darien. Volví mis ojos hacia él y lo contemplé mientras conducía; se notaba cansado, últimamente ninguno de los dos podía conciliar el sueño. Me obsequió una sonrisa fugaz, intentaba ocultarme su dolor, pero su mirada melancólica lo delataba. No, no tengo hambre contesté, volviendo mis ojos hacia el horizonte. Además ya estamos por llegar. Mientras veía a los arboles desaparecer a medida que avanzábamos, me era imposible no llenar mi corazón con los maravillosos recuerdos de mi infancia; las salidas al lago, las excursiones, los paseos a la montaña, y las risas que como flores se esparcieron en el pastizal. Sin embargo, de vez en cuando, como un animal que te acecha en medio del bosque, hacía su aparición la tristeza. Siempre he pensado la vida es una cuerda floja que en cualquier momento se puede romper; no obstante, jamás se está listo para recibir esa clase de noticias, cuando te dicen que tienes cáncer es prácticamente una sentencia a muerte, pero cuando te dicen que tienes una recaída es aún más doloroso. ¿Estás bien, princesa? inquirió mi esposo, apoyando su mano sobre la mía, era claro que estaba preocupado. Estoy bien, Darien respondí, mientras dibujaba una sonrisa. Es por aquí señalé, indicándole el lugar específico donde quedaba la granja, quince minutos después estábamos allí. Nos detuvimos en mitad del campo y bajamos, eran aproximadamente las diez de la mañana; hacía un sol radiante, sin embargo, esa zona, por la altura en la que se encontraba, solía ser fría. Desde allí se podían apreciar las montañas difusas por la niebla, y un firmamento despejado que nos cubría con su mágico azul celeste. ¿Y qué te parece? pregunté, mientras mecía a una Emily inquieta en mis brazos. Mi esposo frotó sus manos intentando calentarse, y después de dar un vistazo hacia el horizonte, fijó sus ojos en esa pequeña casa con cobertizo, en la que había transcurrido mi niñez. Ese lugar fue mi primer hogar, así que me fue imposible no verme a mí misma jugueteando en las escaleras de la entrada o corriendo en aquel campo cubierto de flores. Este lugar es hermoso, Sereterminó respondiendo. Es un paraíso. Y realmente lo era, aquel lugar irradiaba paz a donde quiera que miraras. Te lo dije, sabía que este lugar te encantaría musité, sonriendo. Mira Em, aquel era mi árbol favorito, por allá solía esconderme cuando mamá quería regañarme, y aquella puerta es la caballeriza añadí, explicándole a mi hija. Adoro este lugar, nena, realmente lo adoro. ¿Sere? escuché a alguien pronunciar mi nombre, e inmediatamente volví mis ojos hacia la casa. Se trataba de Miguel, un antiguo amigo de mi padre, quien junto con su esposa Amy, eran los encargados de cuidar de los terrenos de la granja. A ambos los recordaba con mucho afecto, habían formado parte de mi familia y volver a verlos hizo que mi corazón se estrujara de tanta alegría. ¿Eres tú? insistió en saber, mientras bajaba los escaloncitos de la entrada y caminaba hacia donde estábamos. Sí asentí, sonriendo. Soy yo, Miguel, tu pequeña Sere. Pero... ¿por qué no me avisaste que vendrías? Es que quería darles una sorpresa. Y vaya que me la has dado. ¡Oh, Dios mío, cómo has crecido! exclamó, efusivamente. ¿Y esta nena tan hermosa? Ella es Emily, mi hija respondí. Y él es mi esposo, Darien. Miguel se colocó los anteojos, era como si no fuese capaz de creer todo lo que yo le estaba contando, tantos años teníamos sin vernos que le pareció irreal que esa niña a la que había visto prácticamente nacer, ya tuviese una familia. Un gusto en conocerte, Darien le extendió su mano. El gusto es mío, señor le contestó, correspondiéndole el saludo. Sere me ha hablado mucho de usted, dice que le enseñó a montar a caballo. No fue muy difícil, tres días de práctica y ya estaba cabalgando como una experta ¿verdad? Sí reí, negando con la cabeza. Qué tiempos aquellos, mamá y papá vivían asustados pensando que de un momento a otro me iba a caer. Sí, esos dos son unos exagerados, sobre todo tu madre. Por cierto ¿cómo están ellos? Muy bien, te envían saludos, vendrán en cuanto tengan algo de tiempo. ¿Y Amy? Está adentro, pero pasen, sean bienvenidos agregó, abriendo la puerta de la entrada. Apenas puse un pies dentro, la piel se me erizó, la casa seguía igual a como la recordaba. Amy no se lo va creer cuando te vea, ¡Amy! la llamó, haciendo que su mujer apareciera en cuestión de segundos. ¡Sere!gritó de felicidad y corrió a abrazarme. Supongo que esta hermosura es tu nena ¿verdad? La última vez que tu padre vino no hacía más que hablar de ella. Ven con tu tía Amy, muñequita. Extendió los brazos y mi hija le correspondió. Pero que niña más bella, tía Amy te va a preparar muchos pasteles, como solía hacerlo con tu mami. Amy, él es mi esposo. Un gusto, señora. ¡Vaya! exclamó, escrutándolo de pies a cabeza, y hablándole a mi hija, añadió. Tu mami sí que tiene buen gusto, en eso no se parece a mí. Gracias, por tanto amor se quejó su esposo, divertido. Pero sabes, los feos también tenemos nuestro encanto, Amy. Sí, el encantó de espantar a todas las mujeres. Eso es lo único bueno, que no me tengo que dar mala vida, porque las mujeres apenas te ven salen corriendo. ¡Ves cómo me trata, Sere! refunfuñó. No seas mala, Amy objeté, abrazándolo. Miguel es un gordito muy lindo. ¡¿Gordo?! exclamó, ofendido. Gordo, no, Sere, fuertecito, fuertecito añadió, haciéndonos a todos reír. Es impresionante como hay lugares que tienen la capacidad de hacerte sentir mejor, y ese era uno de ellos. Respiré profundamente, apenas estaba llegando y sentía que todos mis pesares estaban desapareciendo. Una vez nos acomodamos en la habitación, fuimos a degustar un delicioso almuerzo, reímos de las burlas que Amy le hacía a su esposo, y disfrutamos de una hora de charlas en las que Miguel se encargó de contar algunas anécdotas de mi niñez, que para mi suerte, eran bastante vergonzosas. ¿No era una lindura? preguntó Miguel, mientras le mostraba a mi esposo un álbum con fotografías de mi niñez. Sí, todavía lo es afirmó Darien, guiñándome un ojo. Mira esta le indicó Miguel. Que bella se ve disfrazada de flor. ¡Ay no! en esa salgo horrible me quejé. Solo a mi mamá se lo ocurre ponerme con maceta y todo. Te ves tan graciosa rio Darien, haciendo que yo me cruzara de brazos. No te quejes, era ese, o el de Frida Kahlo que quería tu abuela. ¿¡Frida Kahlo!? exclamó mi esposo. Me gustaría haber visto ese. Bueno a decir verdad... No, Miguel... rogué. No te atrevas. Aquí está, se lo pusieron al año siguiente. ¡Dios mío! vociferó Darien, riendo a carcajadas. Te ves tan graciosa, y a la vez tan tierna ¡Ya vas a ver! lo amenacé, fingiendo molestia. Cuando vaya a tu casa le diré a tu padre que me muestre tus fotos, a ver si te parece tan gracioso. Sere, desde niño fui un encanto, así que no encontrarás una razón para burlarte. Pero está bien, prometo no reírme más. Dieron vuelta a la página del álbum y se encontraron con una fotografía en la que yo salía con la cara y el cabello todo lleno de espagueti, así que hasta yo terminé riendo. ¿Por qué no salen a caminar? sugirió Amy, saliendo de la cocina . La tarde está muy bonita. Yo me puedo quedar con Emily. Sí, es buena idea dije, poniéndome de pie. Vamos, mi amor, tienes que conocer el lago, es un lugar bellísimo él asintió, tomándome la mano. Esperen, buscaré una canasta para que lleven algo de comer. No es necesario, Amy manifesté. Claro que es necesario repuso. Esperen cinco minutos, ya regreso. No nos quedó más remedio que esperar, nos llenó una canasta con frutas, sándwich y pie de manzana. Cuando estuvimos listos, salimos a recorrer la granja, le mostré el corral con los animales, la caballeriza y por último fuimos al lago; mi lugar favorito. Se trataba de un enorme espejo de agua que contaba con un hermoso muelle y era visitado regularmente por turistas. Vamos por aquí indiqué, mientras nos encaminábamos a un lugar alejado. ¿Qué haces, Sere? preguntó, mientras me veía quedarme en ropa interior. Voy a bañarme, no es obvio respondí, adentrando mis pies en el agua. No deberías objetó, negando con la cabeza. Esa agua debe estar muy fría. ¿Y, cual es el problema? cuestioné, encogiéndome de hombros. No le tengo miedo al agua fría, como otros. Le arrojé algunas gotas de agua al rostro y acto seguido me sumergí en el lago. ¿Sabes? Ya no te llamaré pollito, ahora te llamaré gallinita añadí, divertida. ¡Sere!increpó, fingiéndose ofendido. No le temo al agua fría aseguró, deshaciéndose de la camisa y los pantalones, para después, sumergir sus pies en el agua. ¡Diablos! exclamó, sacándolos. Está helada, está helada. Disculpa. Estallé en una carcajada. ¿Qué era lo que decías? Me lo puedes repetir, por favor, era algo así como que no le tenías miedo al agua fría ¿verdad? Es que no estoy acostumbrado contestó, y tras mirar a los costados, añadió: Pero voy a comprobarte que no me asusta el agua fría, voy a bañarme desnudo. Sí, claro, no creo que seas capaz dije a modo de reto. Ya verás que sí soy capaz afirmó, quitándose de súbito la ropa interior. ¡Estás loco! grité, cuando vi que estaba completamente desnudo. Darien, puede venir alguien. Nadie vendrá aseguró, intentando tranquilizarme. Una vez dentro del lago comenzamos a juguetear, y nuestros cuerpos, con el agua hasta la cintura, disfrutaron de aquella tarde llena de colores . Voy a nadar hasta allá me señaló. Está bien asentí, y entonces escuché algunas voces lejanas, parecían de niños. Darien, también me bañaré desnuda, voy a quitarme la ropa, ya regreso le grité, y él se limitó a asentir. Cuando estuve fuera del lago me coloqué el vestido rápidamente, tomé la ropa de él y me alejé un poco. ¡Parece que tenemos compañía! grité nuevamente, señalando a un grupo de niños que venía acompañado de sus maestras. ¡Dios! vociferó, avergonzado y nadó hasta quedar más cerca. Pásame la ropa. No. ¿¡Qué!? exclamó, incrédulo. Serena, no me hagas eso. Di que amas al Real Madrid, y te la doy. En tus sueños. Se están acercando lo presioné. Bien, bien resopló, resignado. Amo el Real Madrid, ¿satisfecha? Un momento. Fui hasta donde estaba la canasta, saqué mi celular y lo puse a grabar. Ahora sí, repítelo. Vamos, mi amor lo insté. Amo al Real Madrid. Con ánimo mi amor, que se noté tu entusiasmo por el equipo. ¡Amo el Real Madrid! gritó. Sí asentí, soltando una risita y le devolví su ropa. Eres malvada masculló, terminando de vestirse. ¿Cómo me das ese susto? Imagina que uno de esas maestras me ve desnudo, ¡qué vergüenza! No tienes de que avergonzarte, te lo aseguro repuse, levantando las cejas con picardía. Además para este lado nada viene, hay pirañas. ¡Qué! ¿Pirañas?exclamó, haciéndome soltar una carcajada. Broma. Sere, eso no se hace. No es gracioso. Pero que poco sentido del humor me quejé, mientras nos alejábamos del lago. Después de caminar un aproximado de veinte minutos, estábamos frente a la caballeriza. ¿Te gustaría dar un paseo a caballo conmigo? ¿Segura que sabes? preguntó, dubitativo. Por supuesto contesté. Le pedí a Miguel que ensillara al caballo y unos minutos después comencé a demostrar mis dotes para cabalgar. Veo que no lo olvidaste intervino Miguel, bajo el cobertizo. Nunca, es cómo montar bicicleta, jamás se olvida. Sere, ten cuidado habló Darien. Tranquilo, mi amor. ¿Vienes? Bueno... respondió, no muy convencido. Pero no vayas muy rápido. Relájate, pollito, soy una experta. Sí, claro. Así dijiste cuando fuimos a patinar sobre hielo y estuvimos a punto de enyesarte un pie, o ya se te olvidó ¿ah? Pero esta vez prometo que sí es cierto contesté, mientras él subía al caballo y entrelazaba sus manos alrededor de mi cintura. Sé lo que estoy haciendo. Está bien, confiaré en ti susurró, besándome la mejilla. Dr. Chiba, me está poniendo nerviosa dije, sonrojada. Mejor dejemos los besos para la noche ¿sí? Me parece bien lo sentí sonreír. Ya el sol estaba comenzando a ocultarse, así que comenzamos a cabalgar hasta detenernos en un lugar especial, era un antiguo árbol en el que solía recostarme cuando me sentía cansada de andar. Aseguramos el caballo, nos sentamos a contemplar en la nublosa lontananza, las montañas, y comimos algo de lo que había en la canasta. Este es mi árbol favorito le comenté. Y ¿te gustaba subir hasta arriba cuando eras pequeña? ¡Me encantaba! contesté, sonriendo. Jess siempre me ayudaba a treparlo, porque la verdad nunca fui muy buena con las alturas. Desde arriba tenemos una vista estupenda del lago. Entonces, vamos. ¿Me ayudas? Claro, princesa respondió, extendiendo su mano para apoyarme. Una vez sobre las ramas, nos quedamos quietos observando como caía la tarde, la vista era magnifica, así que apoyé mi cabeza en su hombro, había tantas cosas que decir, pero ninguno se atrevía a hablar, y es que el silencio dice más que las palabras. ¿Qué quieres cenar hoy? le pregunté, intentando sacarlo de sus pensamientos. Hace algunos días Lizzie me enseñó cómo preparar la pizza, así que podría intentar hacer una. ¿Pizza? cuestionó, incrédulo. Bueno me parece bien, vamos a ver qué tal te queda. Por cierto mi amor quería hacerte una pregunta. ¿Qué? ¿Tienes idea de cómo bajaremos? Fruncí el ceño y miré hacia abajo, estábamos a una altura considerable. Soy bueno para subir árboles, pero no para bajarlos. No estarás hablando en serio, está por oscurecer y los lobos... ¡Ay, Sere! exclamó, soltando una risita. Ahora me dirás que hay lobos por aquí, tú y tus bromitas. Esta vez no es una broma, hablo en serio, Darien. Esa es una montaña, no te dijeron que en las montañas abundan los lobos. No sé tú, pero yo me voy de aquí. ¡Espérame! gritó, tras de mí. ¿¡Lobos!? Reí, después que ambos estábamos en tierra firme. Eres tan tontito. Serena, esto no se va a quedar así me amenazó, divertido. ¡No! grité, corriendo por medio del campo lleno de flores.¡No, cosquillas no! Ven aquí, Sere ordenó, intentando atraparme. Nunca. contesté, hasta que el irremediablemente me contuvo entre sus brazos. Prometo que no te haré más bromas supliqué entre risas. No te creo, eres una tramposa, pero... ¿Pero? Es que hoy te ves más hermosa que nunca, hace tanto tiempo que no te veía reír de esa forma. ¿Sabes por qué? ¿Por qué? Porque soy feliz contesté, besando sus labios. Ahora vamos, no quiero ser comida de caníbales. ¿Caníbales? Sí, el pueblo de al lado practica el canibalismo. Sere... Sí, ya sé, mejor me callo. Volvimos a casa a eso de las siete, ya Amy había preparado la cena, sin embargo, caminé hasta el refrigerador y extraje todo lo necesario para preparar la salsa para la pizza; mientras esta se cocinaba, coloqué en un bol todos los ingredientes para la masa: harina, agua, levadura, aceite y sal, y después mezclé con una cucharilla. Acto seguido comencé a amasar, estiraba y recogía con la palma de mi mano la mezcla, hasta lograr que no se adhiriera a mi piel, y era que después que había interrumpido el tratamiento me había sentido mucho mejor; tenía un gran apetito, los efectos secundarios fueron desapareciendo de a poco, y el cáncer se controló con quimioterapia oral, al menos hasta que diéramos con otra opción. Sí, sí, esa es una estupenda noticia escuché decir a Darien, mientras bajaba las escaleras. Hablaré con ella para ver que piensa. Bueno, nos vemos el lunes. Adiós añadió colgando el teléfono, al tiempo que entraba a la cocina ¿Qué haces, mi amor? La pizza que te prometí. Delicioso contestó, mientras tomaba un trozo de jamón y se lo llevaba a la boca. ¡Darien! le reclamé, cruzándome de brazos. ¿Cuántas veces te tengo que decir que no le metas la mano a la comida? Y cuantas veces te tengo que responder que estoy haciendo un control de calidad repuso. Caminó hasta donde yo estaba y me tomó por la cintura, acercándome a su cuerpo, para terminar dándome un dulce beso en los labios. ¿Y esa alegría? pregunté, curiosa. Tiene algo que ver con esa llamada ¿verdad? Sí, era mi padre. ¿Y qué te dijo mi suegrito para ponerte de tan buen ánimo? quise saber. Que el Dr. Suárez lo llamó. ¿El que está en Londres? Sí, ese mismo. Sere, él está al tanto de tu situación, dice que hay un nuevo tratamiento, también es de inmunoterapia... Darien... lo interrumpí, aquella palabra me causaba escalofríos, así que no quería escuchar nada respecto a eso. Déjame terminar, por favor insistió, tomando mi rostro por las mejillas para que lo mirara a los ojos. Es una inmunoterapia, pero sin efectos secundarios. Ese hospital donde trabaja Luis tiene convenios con el nuestro, así que nos podrá proporcionar el medicamento, además solo se te aplicará una vez al mes y no es necesario que te quedes en el hospital. Bueno, si es así, entonces hay que intentarlo ¿verdad? Claro asintió, sonriendo y me besó nuevamente. Bueno, primero hay que hablar con Díaz a ver que piensa. Ese Dr. Díaz ya es como un segundo padre para mí resoplé y comencé a imitar su voz: Sere no hagas esto, Sere no hagas aquello mi esposo terminó riendo. Por cierto, ¿a que no adivinas a quién vi hace algunos días en el hospital? ¿A quién? inquirí, curiosa. A Andy. Ella también... titubeé, incapaz de continuar la frase. No, no contestó rápidamente, percatándose de mi angustia. Ella está bien, solo pasó a visitarnos. Te envió saludos, y prometió venir a visitarnos. Qué bueno que está bien, ella no merece pasar por eso otra vez. Tú tampoco. Sí, bueno, nadie lo merece contesté, dirigiendo el mentón hacia el suelo y dejando escapar algunas lágrimas. Pero son cosas que pasan. Eres una guerrera musitó con ternura, levantando mi rostro. Vamos a salir adelante ¿sí? asentí, mientras él secaba mis lágrimas. Te amo, te amo, princesa. También te amo dije, abrazándome a su pecho. Sere... Mmm Creo que algo se está quemando. ¡Ay, no! exclamé, y salí corriendo a apagar la estufa. ¿Cuándo será el día en que a mí no se me quemé la comida? me reprendí. No te preocupes, prepararé esa salsa nuevamente me animó. Tú encárgate de la masa. Bueno. Pondré algo de música para animarnos comenté, mientras encendía un pequeño reproductor que estaba sobre la mesa y comencé a bailar provocativamente. Sere, no deberías estar bailando así mientras cocino. ¿Y eso por qué? Porque no me puedo concentrar respondió, cruzándose de brazos. Me estás torturando, lo haces a propósito ¿verdad? ¿Yo? para nada respondí, continuando con el amasado. Además, tú de qué te quejas, te la pasas paseando en ropa interior mientras yo estoy pintando, y yo nunca te digo nada. Te gusta verme paseando en ropa interior, por eso precisamente es que no me dices nada. ¡Qué! claro que no. Admítelo. No, no voy a admitir nada. Admítelo repitió. Qué no... contesté, divertida, al tiempo que le arrojaba algo de harina sobre la camisa. Él abrió la boca incapaz de creer lo que yo había hecho, no me dio chance de correr, en menos de cinco segundos la cocina era una verdadera batalla campal de comida. Fue bastante gracioso, claro, hasta que llegó Amy y tuvimos que limpiar todo aquel desastre que habíamos ocasionado. Al día siguiente fuimos de picnic, recorrimos algunos lugares turísticos y hasta intenté enseñarle a mi esposo a montar caballo, pero fue imposible. Ese fue un fin de semana realmente inolvidable; de esos que como un precioso recuerdo, atesoras en el corazón, para toda la vida. Con..

Historias de sailor moon 20.11.2022

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