1. Home /
  2. Producto/servicio /
  3. Centro Recreativo Ixcoatl

Etiquetas / Categorías / Temas



Centro Recreativo Ixcoatl 24.11.2022

Mensaje a los mexicanos: Sobre las protestas en nuestro país

Centro Recreativo Ixcoatl 23.11.2022

CONMIGO O CONTRA MÍ, ¿ES PURO ERROR? Por: Aquiles Córdova Morán Según los medios, el presidente declaró en Minatitlán, Veracruz, que el país vive un momento de ...definiciones que obliga a los mexicanos a definirse por una u otra alternativa: Se está por la honestidad y por limpiar a México de corrupción o se apuesta por mantener los privilegios de unos cuantos. También fustigó a quienes con un velo de intelectualismo y desde los cargos públicos buscan proteger el régimen de privilegios a costa del sometimiento de los pobres. Y remató: Qué bueno que se definan, nada de medias tintas, que cada quien se ubique en el lugar que corresponde, no es tiempo de simulaciones. O somos conservadores o somos liberales, no hay medias tintas (copio de la nota de El Financiero, 6 de junio. Las negritas son del original). Esta declaración ha provocado diversas reacciones, tanto de quienes se sienten indirectamente aludidos como de quienes fueron señalados expresamente en la arremetida presidencial. Pero todos coinciden en que se trata de un acto más de la intolerancia y la agresividad del presidente que están polarizando y dividiendo al país en dos bloques irreconciliables, además de que exhibe crudamente el maniqueísmo y el simplismo reduccionista del razonamiento de López Obrador. Se trataría, pues, de un dislate y de un agravio puro y simple a sus críticos. Sin embargo, yo creo que vale la pena ver poco más de cerca la cuestión. La historia abunda en hechos que demuestran que, en efecto, al alcanzar su fase más alta y radical una revolución social, muchos de quienes se sumaron a ella en sus inicios por no haber entendido a fondo sus verdaderos alcances y propósitos, empiezan primero a desencantarse, a vacilar; luego a irritarse e inconformarse por daños causados a los intereses de la clase que representan, y, finalmente, terminan como rabiosos enemigos de lo que inicialmente aplaudieron. Es un proceso inevitable en toda verdadera transformación del status quo: sucedió en la Revolución Francesa de 1789 y sucedió en la Revolución de Octubre, en Rusia, por citar solo dos ejemplos clásicos. Esta involución de los sectores menos enfrentados con el antiguo régimen y que solo buscan mejorar con el cambio, no se da de un solo golpe, sino, como queda dicho, paulatina pero irreversiblemente. Y suele manifestarse, sobre todo al inicio, como un criticismo exagerado, puntilloso hasta la exasperación; como una inconformidad con los detalles más insignificantes e intrascendentes del proceso. Se manifiesta también como una exigencia de absoluta congruencia, de apego total al guión preestablecido, aunque las circunstancias hayan variado; como una exigencia de fidelidad perfecta a lo que llaman el verdadero cambio. Pellizcan, mordisquean, astillan, desportillan el edificio en construcción, con la esperanza (no tan oculta) de debilitarlo y finalmente derribarlo. Pocos tienen el valor y la entereza de hablar claro; y más pocos todavía los que, por haberse opuesto desde el inicio, tienen el derecho y la autoridad moral para condenar y denunciar los frutos envenenados del cambio. Llegada esta fase crítica, es lógicamente válido y políticamente necesario para los partidarios firmes y decididos del cambio, denunciar la inautenticidad de quienes fingen desacuerdo solo con tal o cual detalle, pero no con la revolución misma; resulta correcto que los inviten a definirse, a mostrar sus cartas, sus verdaderas intenciones, para poder debatir y combatir con ellos frente a frente. Los verdaderos revolucionarios tienen el derecho y el deber de defender su proyecto con todos los recursos a su alcance, tanto en la lid teórico-ideológica como en el terreno de los hechos; y los opositores, a su vez, si están seguros de que les asiste la razón, tampoco deben rehuir el combate frontal; no tienen derecho a llamarse calumniados porque se les invite a pelear a rostro descubierto. Todo lo contrario, deben cazar al vuelo la oportunidad para romper todas sus lanzas en favor de lo que quieren y de lo que creen. Lenin, que era un estratega revolucionario genial, dijo en más de una ocasión que respetaba más y encontraba preferible luchar con los enemigos abiertos y desembozados, con los que no ocultaban su ideología reaccionaria y su odio irreconciliable a la revolución, que con los hipócritas enmascarados, con quienes nunca se sabe a qué atenerse, ni cuándo ni dónde asestarían la puñalada por la espalda. Y dijo algo más: que quien está seguro de haber descubierto una verdad nueva; o de haber desentrañado con acierto la verdadera naturaleza de un problema que preocupa a la mente humana o a la sociedad, no reclama tolerancia para su descubrimiento; no se conforma con la simple coexistencia de su verdad con el error y la mentira de antes; exige sin falta la supresión radical de lo falso y su sustitución completa por la verdad que tiene en la mano. Visto así, ya no parece tan evidente que sea un puro maniqueísmo, un puro dislate el reto presidencial. Puestos en sus zapatos, se puede entender la lógica del llamado a todos sus críticos a que se definan de una vez por todas: o con la 4T o contra ella. Y creo que éstos también saldrían ganando si aceptan el desafío; si se deciden a hurgar a fondo en su conciencia y en su mente para tomar, libre y soberanamente, su decisión: les incomodan solo algunos aspectos, detalles y moditos de la 4T o desaprueban todo el proyecto. Si es lo primero, tendrán que rectificar. Porque es ley de hierro que en todo gran proceso de cambio aparezcan los errores, los excesos, las desviaciones, las correcciones sobre la marcha, etc., precisamente por la magnitud, complejidad y carácter inédito del proceso mismo, y la crítica constante, puntillosa y excesiva, estorba más que ayuda. Deberán dedicarse a explicar a los mexicanos los fundamentos y las altas metas de la 4T, para que sepan a qué le tiran con López Obrador. Si se hallan en el segundo caso, también deben decidirse a exponer, con toda claridad y rigor, las razones de su rechazo; señalar los peligros, advertir el riesgo de que la 4T nos esté llevando a un abismo del que será muy difícil salir. Le prestarán así un servicio impagable al pueblo y dejarán de sentirse víctimas de la 4T, pero empezarían a pensar que los ataques son el costo de decir la verdad. Los antorchistas siempre hemos sabido que los errores de juicio, las medidas arbitrarias, las leyes dictatoriales, el carácter pendenciero de los pronunciamientos públicos del presidente, etc., no son casuales, sino la manifestación visible del carácter profundamente erróneo de su proyecto completo. Y que precisamente por eso, no puede aceptar la crítica ni corregir lo que se le critica, pues equivaldría a aceptar su equivocación de fondo y cancelar definitivamente su proyecto. Y no lo va a hacer. El error del presidente no es el conmigo o contra mí; no es el llamado a que sus oponentes se definan; sino su desconocimiento total del método dialéctico de pensar y, por tanto, su absoluta incapacidad para la autorreflexión sistemática y para la autocrítica. Eso se nota a leguas en su forma de plantear el reto: o están por la honestidad y por limpiar a México de la corrupción, o están con los privilegios para unos cuantos. Esto, traducido a términos de filosofía teórica, equivale a plantear: o están con la verdad o están con la mentira y el error. Puestas así las cosas, se ve claro que el problema no radica en la disyuntiva misma, pues, ¿quién en su sano juicio votaría por el error y en contra de la verdad pura? El problema radica en demostrar, previamente, que el presidente, sus chairos y sus morenos son la encarnación misma de la honestidad y de la anticorrupción. Pero de eso no hay una coma. López Obrador opera como si se tratara de un axioma, de una verdad evidente por sí misma, que no necesita demostración. Y el jueguito insustancial se hace más transparente cuando reta: O somos conservadores o somos liberales, no hay medias tintas. Los términos de esta disyuntiva, además de ser política y filosóficamente anacrónicos, verdaderas antiguallas frente al pensar moderno, otra vez dan por sentado lo que deberían probar antes de todo: que el presidente y los suyos son liberales de pura cepa, juaristas de una sola pieza. Y no lo hacen; lo afirman simplemente. Se ve una vez más el divorcio de la 4T con la realidad, con los hechos y con el recto pensar. Por eso, descubrir y denunciar sus errores parciales solo puede ser útil si con ello se busca demostrar que lo que está mal es el proyecto mismo de donde brotan. El presidente nos llama a definirnos y creo que llegó la hora de tomarle la palabra. Pero antes debemos estar todos de acuerdo en una cosa: que no basta con rechazar a la 4T por falsa e infundada para ganar la partida; es indispensable, además, que demostremos que sus opositores tenemos un proyecto superior, este sí capaz de responder satisfactoriamente a los intereses legítimos de todos, de los que están en la base, a la mitad o en la cúspide de la pirámide, sin exceptuar a nadie, absolutamente a nadie. Para ganar la batalla democrática es indispensable despojarnos de los prejuicios y de superficialidades como la de culpar al discurso rijoso del presidente por la polarización de los mexicanos. Eso es cerrar los ojos a la realidad también nosotros. La sociedad mexicana está polarizada desde hace rato, lo diga o no López Obrador, y la causa de ello es la injusta distribución de la renta nacional. Los que dicen que se necesitan mil pobres para que haya un solo rico se quedan cortos; miles, decenas de miles de pobres están en la base de las fortunas más grandes de México y del mundo; y eso no puede continuar así. López Obrador no creó la polarización; solo la verbalizó y la aprovechó para ganar la presidencia, y la aprovecha hoy para acorralar a sus críticos. Si queremos quitarle esa arma, solo hay un camino: crear un proyecto que incluya sin falta un mejor reparto de la riqueza; si no, ya podemos despedirnos del sueño de ganarle el poder con el apoyo del pueblo y solo dejaremos abierta la ruta de la lucha armada, camino con el que los antorchistas jamás estaremos de acuerdo. Vale.

Centro Recreativo Ixcoatl 23.11.2022

Mensaje a los mexicanos

Centro Recreativo Ixcoatl 23.11.2022

www.ixcoatl.com.mx

Centro Recreativo Ixcoatl 23.11.2022

Mensaje de Aquiles Córdova: Es un derecho de los mexicanos formar un frente opositor al gobierno

Centro Recreativo Ixcoatl 22.11.2022

LAS ELECCIONES QUE VIENEN EXIGEN, COMO NUNCA, LA PAZ SOCIAL Por: Aquiles Córdova Morán Creo que todas y todos los mexicanos supimos a buen tiempo que la opinión... mayoritaria del país se inclinaba de manera clara, y en una actitud muy decidida además, en favor del actual presidente de la República y de casi todos los candidatos que postulaba su partido. La gente estaba harta de la pobreza, la marginación y las carencias de todo tipo en que las habían sumido y mantenido los gobiernos anteriores, sin distinción de partido, y no estaban dispuestas a soportar, por ninguna razón, que las cosas siguieran igual. Exigían un cambio y estaban dispuestas a lograrlo a cualquier precio. El peligro de un estallido violento en caso de un fraude electoral se podía tocar con las manos. El entonces candidato presidencial y actual Primer Mandatario lo sabía, él primero de todos, y así lo dijo en varias ocasiones. Todos recordamos aquel discurso ante la convención nacional de banqueros en que les advirtió que nadie debería atreverse a abrir la jaula al tigre. Si alguien se atreve a hacerlo, amenazó, me voy a Palenque y ahí les dejo el problema. A ver quién es el bueno que haga frente a la fiera desatada (la cita no es literal). Afortunadamente, el Instituto Nacional Electoral (INE) se comportó a la altura de las circunstancias y nuestra endeble democracia funcionó eficazmente esta vez. A ello hay que sumar, por elemental espíritu de justicia, que quienes tenían en sus manos el poder y la capacidad para adulterar los resultados de la elección, también reaccionaron con madurez y responsabilidad: respetaron estrictamente la autonomía del INE y, llegado el momento, acataron el veredicto de las urnas. Así, entre todos, salvamos la paz y la convivencia de todos los mexicanos y las mexicanas que conformamos este gran país. Hoy estamos ante un reto parecido. Se acercan las elecciones intermedias en las que se renovará la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, se elegirán 15 gobernadores, algunos congresos locales, presidentes municipales y regidores, las alcaldías de la Ciudad de México, etc. Estarán en juego unos tres mil doscientos cargos de elección popular, según los cálculos oficiales, razón por la que algunos la califican como la elección más numerosa y compleja en la historia reciente del país. Sin embargo, pienso que lo que lo vuelve un ejercicio democrático difícil, complejo y peligroso, como quizá nunca antes, es el estado de ánimo social en que nos encuentra. Hoy, a diferencia de la elección recién pasada, no hay una unidad clara en torno a un partido político; más bien, la sociedad se encuentra claramente dividida y polarizada a un grado tal que, al igual que la unidad en torno al candidato presidencial de Morena en el 2018, hoy la división se puede palpar con la mano, o cortar con un cuchillo, según la conocida frase coloquial. Hay división en la ciudadanía. Y una división tan honda e irreconciliable que nadie con un mínimo de sentido común y de capacidad de observación la puede negar. Lo que no está tan claro, lo que sí ofrece dudas evidentes y nos tiene que poner a reflexionar a todos, en primer lugar a los analistas políticos expertos y desprejuiciados, es lo siguiente: ¿por dónde pasa la línea divisoria actual entre mexicanos y mexicanas y de qué tamaño son los bloques separados por esa línea? En otras palabras, ¿de qué lado está ahora la mayoría y de qué tamaño es su ventaja sobre la minoría? ¿Qué tan monolíticos son esos bloques y cuáles son las probabilidades de que, al calor de la lucha electoral, crezcan unos a expensas de los otros? La importancia de la cuestión reside, según mi opinión, en que, caso de existir una mayoría del lado que sea, tiene que ser por fuerza una mayoría exigua, con una ventaja pequeña sobre la minoría que exige, por tanto, un instrumento de medición fino y ultrasensible para poder dimensionarla con seguridad y exactitud. En eso reside, precisamente, el carácter difícil y peligroso de la próxima elección. Todos lo hemos visto y vivido varias veces en los pocos años de nuestra joven democracia: cuando las diferencias en los resultados que arrojan las urnas son mínimas, es cuando se torna más difícil hacer que los perdedores acepten su derrota; cuando se desatan con más virulencia las acusaciones recíprocas de fraude y los reclamos de triunfo por parte de ambos competidores; es cuando el terreno resulta más propicio para rebelarse contra del fallo de las urnas. Afortunadamente, siempre se han hallado los caminos y los medios para salir del paso y garantizar la paz y la tranquilidad de todos. Pero hoy las cosas pintan de otro color. La crispación social ha llegado a tal punto que hace temer al buen sentido que un fraude en la elección, o el simple desaseo en la conducción del proceso que haga creíble la acusación de fraude, desencadene las pasiones de los contendientes, desborden éstos los frágiles diques de la ley y nos arrastren a todos a un estallido violento y descontrolado cuyos daños son imprevisibles pero seguros. Por eso hoy es más urgente que nunca que todos, pero en particular quienes tienen el poder y la responsabilidad en la conducción del país, cuidemos y midamos milimétricamente cada paso, acción y declaración sobre cuestiones electorales. Es deber colectivo preservar la competencia, respetabilidad, imparcialidad y apego a la ley de los órganos y tribunales electorales; que todos, empezando por el Presidente y los señores senadores de la República, obremos con limpieza, transparencia y apego a la ley a la hora de decidir la integración de tales organismos; que seamos muy respetuosos de su integridad y de sus atribuciones legales, sin pretender invadirlas o suplantarlas contraviniendo el derecho; que evitemos todo movimiento de piezas que pueda ser interpretado como un intento de cargar los dados en favor de tal o cual partido o candidato. En caso contrario, estaremos debilitando la capacidad de acción, la imparcialidad y la confiabilidad del instrumento de medición de los resultados electorales y, con ello, abriendo de par en par la puerta al peligro de un estallido violento que nadie desea. El buen sentido aconseja también la extremada responsabilidad y transparencia en el manejo de los recursos públicos y los programas de gobierno destinados al beneficio de las clases más desprotegidas del país; en el manejo del presupuesto destinado a la publicidad del gobierno; en el trato con todos los medios de comunicación, evitando favorecer solo a los amigos y castigar a los insumisos con el dinero público. Recomienda también la extremada institucionalidad a la hora de nombrar y remover a los titulares de organismos relacionados con la administración pública o con la defensoría de distintos derechos ciudadanos, garantizando que todos se comporten con la mayor transparencia y apego a lo mandatado por la ley. Cancelar de una vez por todas las guerras mediáticas contra los opositores y disidentes políticos porque, en último término, son otras tantas maniobras ilegales para manipular y torcer la voluntad popular en las urnas. Hay que aprender a rebatir con argumentos, no con injurias. Los antorchistas vivimos y sentimos en carne propia la intensificación de la guerra sucia en medios y redes. Vemos cómo aumenta el refriteo de viejas acusaciones falsas y cómo suben de tono las amenazas a nuestra libertad y a nuestra vida. Dejo aquí constancia de ello porque refuerza mi opinión sobre el carácter peligroso de la elección que viene, pero también porque creo que es algo que no debe tomarse a la ligera y la opinión pública nacional debe estar advertida. Se trata de calumnias e infundios sin sustento de ninguna clase; nuestro verdadero delito es ser opositores abiertos y verticales del proyecto reformista de la 4 T. Por eso exigimos que cesen de inmediato las intimidaciones y que se respete de modo irrestricto nuestro derecho a disentir y a participar de pleno derecho en la vida política del país. Es del dominio público que los programas sociales de la 4 T están enfocados hacia gente previamente seleccionada por su fidelidad al gobierno, mientras discriminan y marginan abiertamente a los desafectos o insumisos. Las pocas despensas que se han repartido con motivo de la pandemia; los famosos minicréditos a empresas micro, pequeñas y medianas; el reparto de becas y la distribución de fertilizantes a los pequeños productores del campo siguen el mismo modelo electorero. Todo eso se ha hecho y se sigue haciendo con criterio partidista, basándolo en padrones levantados casi clandestinamente por miembros de Morena, y hoy se habla de sofisticados programas cibernéticos de geolocalización y de manipulación del voto de los beneficiarios. Esto es un delito tipificado por la ley vigente. Se afirma también en los medios que la elección de los cuatro consejeros del INE que hacen falta, se está cocinando entre bambalinas para colocar gente adicta a la 4 T. Es obvio que si eso llegara a suceder, esa institución, que ha sido clave para salvaguardar la democracia y la paz social, habrá perdido su independencia y su credibilidad y el fraude electoral quedará a la vista. Los ciudadanos y ciudadanas responsables de este país, que somos la inmensa mayoría, no lo debemos permitir. El Presidente no tiene ninguna facultad legal para autoerigirse en guardián de las elecciones, ni puede ser garantía de imparcialidad alguna porque sus intereses electorales y partidarios están a la vista de todos. Es un absurdo jurídico y un claro abuso de poder que pretenda ser juez y parte en los próximos comicios. También eso desnuda la intención de manipular los resultados de las urnas en la elección que viene. A nadie conviene ni urge más que al gobierno, que las próximas elecciones se den en un clima de absoluta paz social y de plena confianza ciudadana en los órganos electorales, sin trampas ni presiones, abiertas o disimuladas, sobre los electores. Solo así los resultados, en caso de que le favorezcan, serán aceptados y respetados por todos los actores pol��ticos; solo así podrán gobernar en paz y con pleno respaldo de la ley y del pueblo mexicano. Solo así podrán seguir construyendo, también en paz, su proyecto de la 4 Transformación. ¿Es esto, acaso, mucho pedir?

Centro Recreativo Ixcoatl 22.11.2022

Mensaje a los mexicanos: Sobre el racismo y la necesidad de un frente emanado del pueblo

Centro Recreativo Ixcoatl 21.11.2022

www.ixcoatl.com.mx

Centro Recreativo Ixcoatl 21.11.2022

www.ixcoatl.com.mx

Centro Recreativo Ixcoatl 20.11.2022

LAS ELECCIONES QUE VIENEN EXIGEN, COMO NUNCA, LA PAZ SOCIAL Por: Aquiles Córdova Morán Creo que todas y todos los mexicanos supimos a buen tiempo que la opinión... mayoritaria del país se inclinaba de manera clara, y en una actitud muy decidida además, en favor del actual presidente de la República y de casi todos los candidatos que postulaba su partido. La gente estaba harta de la pobreza, la marginación y las carencias de todo tipo en que las habían sumido y mantenido los gobiernos anteriores, sin distinción de partido, y no estaban dispuestas a soportar, por ninguna razón, que las cosas siguieran igual. Exigían un cambio y estaban dispuestas a lograrlo a cualquier precio. El peligro de un estallido violento en caso de un fraude electoral se podía tocar con las manos. El entonces candidato presidencial y actual Primer Mandatario lo sabía, él primero de todos, y así lo dijo en varias ocasiones. Todos recordamos aquel discurso ante la convención nacional de banqueros en que les advirtió que nadie debería atreverse a abrir la jaula al tigre. Si alguien se atreve a hacerlo, amenazó, me voy a Palenque y ahí les dejo el problema. A ver quién es el bueno que haga frente a la fiera desatada (la cita no es literal). Afortunadamente, el Instituto Nacional Electoral (INE) se comportó a la altura de las circunstancias y nuestra endeble democracia funcionó eficazmente esta vez. A ello hay que sumar, por elemental espíritu de justicia, que quienes tenían en sus manos el poder y la capacidad para adulterar los resultados de la elección, también reaccionaron con madurez y responsabilidad: respetaron estrictamente la autonomía del INE y, llegado el momento, acataron el veredicto de las urnas. Así, entre todos, salvamos la paz y la convivencia de todos los mexicanos y las mexicanas que conformamos este gran país. Hoy estamos ante un reto parecido. Se acercan las elecciones intermedias en las que se renovará la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, se elegirán 15 gobernadores, algunos congresos locales, presidentes municipales y regidores, las alcaldías de la Ciudad de México, etc. Estarán en juego unos tres mil doscientos cargos de elección popular, según los cálculos oficiales, razón por la que algunos la califican como la elección más numerosa y compleja en la historia reciente del país. Sin embargo, pienso que lo que lo vuelve un ejercicio democrático difícil, complejo y peligroso, como quizá nunca antes, es el estado de ánimo social en que nos encuentra. Hoy, a diferencia de la elección recién pasada, no hay una unidad clara en torno a un partido político; más bien, la sociedad se encuentra claramente dividida y polarizada a un grado tal que, al igual que la unidad en torno al candidato presidencial de Morena en el 2018, hoy la división se puede palpar con la mano, o cortar con un cuchillo, según la conocida frase coloquial. Hay división en la ciudadanía. Y una división tan honda e irreconciliable que nadie con un mínimo de sentido común y de capacidad de observación la puede negar. Lo que no está tan claro, lo que sí ofrece dudas evidentes y nos tiene que poner a reflexionar a todos, en primer lugar a los analistas políticos expertos y desprejuiciados, es lo siguiente: ¿por dónde pasa la línea divisoria actual entre mexicanos y mexicanas y de qué tamaño son los bloques separados por esa línea? En otras palabras, ¿de qué lado está ahora la mayoría y de qué tamaño es su ventaja sobre la minoría? ¿Qué tan monolíticos son esos bloques y cuáles son las probabilidades de que, al calor de la lucha electoral, crezcan unos a expensas de los otros? La importancia de la cuestión reside, según mi opinión, en que, caso de existir una mayoría del lado que sea, tiene que ser por fuerza una mayoría exigua, con una ventaja pequeña sobre la minoría que exige, por tanto, un instrumento de medición fino y ultrasensible para poder dimensionarla con seguridad y exactitud. En eso reside, precisamente, el carácter difícil y peligroso de la próxima elección. Todos lo hemos visto y vivido varias veces en los pocos años de nuestra joven democracia: cuando las diferencias en los resultados que arrojan las urnas son mínimas, es cuando se torna más difícil hacer que los perdedores acepten su derrota; cuando se desatan con más virulencia las acusaciones recíprocas de fraude y los reclamos de triunfo por parte de ambos competidores; es cuando el terreno resulta más propicio para rebelarse contra del fallo de las urnas. Afortunadamente, siempre se han hallado los caminos y los medios para salir del paso y garantizar la paz y la tranquilidad de todos. Pero hoy las cosas pintan de otro color. La crispación social ha llegado a tal punto que hace temer al buen sentido que un fraude en la elección, o el simple desaseo en la conducción del proceso que haga creíble la acusación de fraude, desencadene las pasiones de los contendientes, desborden éstos los frágiles diques de la ley y nos arrastren a todos a un estallido violento y descontrolado cuyos daños son imprevisibles pero seguros. Por eso hoy es más urgente que nunca que todos, pero en particular quienes tienen el poder y la responsabilidad en la conducción del país, cuidemos y midamos milimétricamente cada paso, acción y declaración sobre cuestiones electorales. Es deber colectivo preservar la competencia, respetabilidad, imparcialidad y apego a la ley de los órganos y tribunales electorales; que todos, empezando por el Presidente y los señores senadores de la República, obremos con limpieza, transparencia y apego a la ley a la hora de decidir la integración de tales organismos; que seamos muy respetuosos de su integridad y de sus atribuciones legales, sin pretender invadirlas o suplantarlas contraviniendo el derecho; que evitemos todo movimiento de piezas que pueda ser interpretado como un intento de cargar los dados en favor de tal o cual partido o candidato. En caso contrario, estaremos debilitando la capacidad de acción, la imparcialidad y la confiabilidad del instrumento de medición de los resultados electorales y, con ello, abriendo de par en par la puerta al peligro de un estallido violento que nadie desea. El buen sentido aconseja también la extremada responsabilidad y transparencia en el manejo de los recursos públicos y los programas de gobierno destinados al beneficio de las clases más desprotegidas del país; en el manejo del presupuesto destinado a la publicidad del gobierno; en el trato con todos los medios de comunicación, evitando favorecer solo a los amigos y castigar a los insumisos con el dinero público. Recomienda también la extremada institucionalidad a la hora de nombrar y remover a los titulares de organismos relacionados con la administración pública o con la defensoría de distintos derechos ciudadanos, garantizando que todos se comporten con la mayor transparencia y apego a lo mandatado por la ley. Cancelar de una vez por todas las guerras mediáticas contra los opositores y disidentes políticos porque, en último término, son otras tantas maniobras ilegales para manipular y torcer la voluntad popular en las urnas. Hay que aprender a rebatir con argumentos, no con injurias. Los antorchistas vivimos y sentimos en carne propia la intensificación de la guerra sucia en medios y redes. Vemos cómo aumenta el refriteo de viejas acusaciones falsas y cómo suben de tono las amenazas a nuestra libertad y a nuestra vida. Dejo aquí constancia de ello porque refuerza mi opinión sobre el carácter peligroso de la elección que viene, pero también porque creo que es algo que no debe tomarse a la ligera y la opinión pública nacional debe estar advertida. Se trata de calumnias e infundios sin sustento de ninguna clase; nuestro verdadero delito es ser opositores abiertos y verticales del proyecto reformista de la 4 T. Por eso exigimos que cesen de inmediato las intimidaciones y que se respete de modo irrestricto nuestro derecho a disentir y a participar de pleno derecho en la vida política del país. Es del dominio público que los programas sociales de la 4 T están enfocados hacia gente previamente seleccionada por su fidelidad al gobierno, mientras discriminan y marginan abiertamente a los desafectos o insumisos. Las pocas despensas que se han repartido con motivo de la pandemia; los famosos minicréditos a empresas micro, pequeñas y medianas; el reparto de becas y la distribución de fertilizantes a los pequeños productores del campo siguen el mismo modelo electorero. Todo eso se ha hecho y se sigue haciendo con criterio partidista, basándolo en padrones levantados casi clandestinamente por miembros de Morena, y hoy se habla de sofisticados programas cibernéticos de geolocalización y de manipulación del voto de los beneficiarios. Esto es un delito tipificado por la ley vigente. Se afirma también en los medios que la elección de los cuatro consejeros del INE que hacen falta, se está cocinando entre bambalinas para colocar gente adicta a la 4 T. Es obvio que si eso llegara a suceder, esa institución, que ha sido clave para salvaguardar la democracia y la paz social, habrá perdido su independencia y su credibilidad y el fraude electoral quedará a la vista. Los ciudadanos y ciudadanas responsables de este país, que somos la inmensa mayoría, no lo debemos permitir. El Presidente no tiene ninguna facultad legal para autoerigirse en guardián de las elecciones, ni puede ser garantía de imparcialidad alguna porque sus intereses electorales y partidarios están a la vista de todos. Es un absurdo jurídico y un claro abuso de poder que pretenda ser juez y parte en los próximos comicios. También eso desnuda la intención de manipular los resultados de las urnas en la elección que viene. A nadie conviene ni urge más que al gobierno, que las próximas elecciones se den en un clima de absoluta paz social y de plena confianza ciudadana en los órganos electorales, sin trampas ni presiones, abiertas o disimuladas, sobre los electores. Solo así los resultados, en caso de que le favorezcan, serán aceptados y respetados por todos los actores políticos; solo así podrán gobernar en paz y con pleno respaldo de la ley y del pueblo mexicano. Solo así podrán seguir construyendo, también en paz, su proyecto de la 4 Transformación. ¿Es esto, acaso, mucho pedir?



Información

Localidad: Tecomatlán, Puebla, Mexico

Teléfono: +52 275 441 2294

Ubicación: Colonia Centro 74870 Tecomatlán, Puebla, Mexico

Web: www.ixcoatl.com.mx

4379 personas le gusta esto

Recomendaciones y opiniones

Escribir una reseña




Ver también