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Biblioteca Revolución 23.11.2022

#LeyendasdeDurangoLa Novia del Templo el Sagrario, hoy de San Juanita de los Lagos Manuel Lozoya Cigarroa Se conocieron en el Parían (tienda), ...ella era una hermosa quinceañera de estatura regular, cuerpo bien proporcionado, tez apiñonada y cabellera castaña que le llegaba a la cintura, se llamó Josefina y amó entrañablemente a Darío, apuesto joven de noble origen y acomodada posición social, que amó a Josefina hasta la locura. Eran los primeros años del siglo XIX, y aunque el fin de la época colonial ya se acercaba, la ciudad de Durango se mostraba apacible, con sosegado ambiente religioso donde predominaba el orden social con ciega obediencia a las normas establecidas por las autoridades del virreinato y las costumbres de la época. Los novios de la leyenda se amaron entrañablemente, con el amor puro y sublime que caracteriza los noviazgos de la adolescencia, no había interés social o económico que influyera en una relación que se inició con la frescura y fragancia de un par de botones en flor, que brindan su aroma y lozanía sin atender a castas sociales o prejuicios religiosos. Ella pensaba en él y Darío con su obsesión no apartaba de su pensamiento a Josefina. En sus diálogos de intimidad de dos seres que se quieren se habían jurado amor hasta la muerte. En las tibias tardes del mes de abril, que son tan bellas en el suelo durangueño, cuando las golondrinas anidan en los aleros de los portales y los dorados rayos del sol tiñen de rojo los copos blancos de las nubes abrileñas, Josefina y Darío contemplaban enamorados el milagro de la naturaleza y hacen voto de fe y voluntad, para unirse pronto en matrimonio. Lamentablemente no todo lo que se quiere y se desea es fácil alcanzarlo, siempre se requiere crear las situaciones propicias y las condiciones adecuadas para obtener lo que nos proponemos y los novios de la leyenda empezaron a tener dificultades para continuar en sus relaciones amorosas. La muchacha era guapa, agradable, de sentimientos nobles y de reputación limpia, pero tenía el estigma de ser de una clase social humilde, carente de capital y recursos económicos, hija de un hombre sencillo que se ganaba la vida en el Parían con oficio de cargador, haciendo mandados y auxiliando a quien solicitaba de sus servicios, circunstancia que siendo injusta social y jurídicamente, en los modelos sociales de la sociedad colonial tenía notable significación y constituía verdadero batallar para las relaciones entre parejas y sobre todo para contraer enlace matrimonial. Era el caso de este relato, donde Darío era un joven limpio y bien intencionado pero de sangre azul, descendiente de familia acaudalada que no debía mezclarse con familia de menor condición social. Este fue el principal obstáculo que ocasionó críticas y comentarios desfavorables cuando la sociedad durangueña advirtió que se cultivaban relaciones de noviazgo entre aquella pareja desigual en clase social. Los comentarios llegaron a las familias de los novios, quienes empezaron por reprobar el noviazgo y pedir el rompimiento de las relaciones, circunstancia que complicó la felicidad de los muchachos, quienes en la pureza y limpieza de su cariño y buena fe de su relación, no entendían razones y se negaron al rompimiento haciendo preparativos urgentes y desesperados para realizar la boda en contra de la voluntad de sus padres, familiares y amigos. Así una mañana de un mes de mayo, acompañada de su llorosa familia que se negaba a realizar aquel acto, Josefina asistió a las puertas del templo del Sagrario, a donde ocurriría también Darío. En la casa del muchacho todo se había dispuesto para evitar el enlace, encerrando al contrayente en una habitación cerrada con candado, sin advertir los familiares del novio, que cuando el amor es puro, tiene una fuerza tal, que no es posible frenarlo con recursos ni voluntades extrañas. Darío escapo por una ventana y corrió desesperado porque el tiempo fijado de las siete de la mañana ya estaba por vencerse. Con el deseo de ganarle la carrera al tiempo y al destino, trepó al pescante del primer coche que encontró a su paso y sin autorización del dueño del vehículo, azotó los caballos que partieron en veloz carrera calle abajo. Josefina desesperada por la tardanza de Darío, esperaba en medio de la angosta callejuela mirando hacia el norte por la calle de Lonja ahora Constitución por donde debería de llegar su futuro esposo. Mucha fue la alegría de la novia al divisar el coche que guiado por el muchacho se aproximaba a toda velocidad. La premura del momento, la fatalidad o las energías negativas de quienes se oponían al enlace, se entrelazaron en un todo fatal que hicieron que el muchacho no pudiera frenar a tiempo el coche en el que llegaba y arrolló con los caballos y ruedas del vehículo a Josefina, quien con el cuerpo destrozado y la cara ensangrentada fue recogida en brazos por su amado. No había tiempo que perder, la novia agonizante fue conducida en brazos de Darío hasta el altar mayor, donde el sacerdote al mismo tiempo que la ungía con el sacramento de la extrema unción, declaraba la sentencia sagrada que une a los seres que se aman: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, yo los declaro Marido y Mujer. Aquellas palabras rodaron por las naves del templo llenado al recinto de solemnidad, penetraron muy hondo al corazón de los oyentes y sacudieron el cuerpo destrozado y moribundo de Josefina quien abrió los ojos al escucharlas y luego los cerró para siempre. El Santo Patrón del templo en aquellos tiempos que lo fue San Ignacio de Loyola, imagen que todavía existe en esa iglesia que ahora se denomina San Juanita de los Lagos, presenció el enlace y fue testigo de la tragedia, que mucho se comentó en la sociedad durangueña de ese tiempo. Algunos opinaron que había sido castigo de Dios, por haberse negado los dos muchachos a obedecer la voluntad de sus padres, otros decían que la familia de Darío había recurrido a artes de hechicería para evitar el matrimonio, vaya usted a saber, tal vez la fuerza inevitable del destino, quiso evitar la convivencia marital entre Darío y Josefina quienes ahora se inmortalizan en esta leyenda Esto nos explica el porqué del decir de algunos trasnochadores que deambulan por esos contornos y trabajadores nocturnos de la Universidad Juárez, quienes dicen encontrar frecuentemente en el centro de la calle de Constitución frente a la puerta del templo, a una mujer joven vestida de novia, que con un zapato en la mano, hacen ademanes de llamar a quien la contempla. Dicen que impone pavor y respeto su presencia y cuando tratan de fijarse en ella para precisar detalles, desaparece misteriosamente dejando la impresión de una visión pasajera que solamente se aparece por fracciones de segundos Esta novia misteriosa es Josefina que parada a media calle busca a Darío quien se ha tardado en la cita fijada para contraer matrimonio. See more

Biblioteca Revolución 23.11.2022

Recuerda que mañana es día de CTE. Por lo cual no hay clases. A los estudiantes que les toca asistir la próxima semana nos vemos hasta el miércoles.



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