1. Home /
  2. Interest /
  3. Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero

Etiquetas / Categorías / Temas



Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 23.11.2022

LA SOLUCIÓN DE FONDO Y LA POLÍTICA DE MÉXICO ANTE LA EMIGRACIÓN Por: Aquiles Córdova Morán Las olas migratorias de desamparados que abandonan sus hogares mis...erables y sus países empobrecidos y violentos para buscar refugio, ilegalmente, en los países ricos y prósperos, no es un fenómeno exclusivo de nuestra región, sino un grave conflicto mundial cuya solución se ve muy difícil y lejana. La dificultad reside en que no es un problema de tal o cual gobierno inepto y corrupto, de tal o cual país que no ha sabido hallar una política económica adecuada a las necesidades de sus ciudadanos, como dicen los ideólogos y apologistas del neoliberalismo en boga. Se trata, en realidad, de un problema estructural de ese mismo neoliberalismo, que brota, no de su funcionamiento defectuoso, sino precisamente de su correcto y eficaz desenvolvimiento. Los defensores del capital insisten en señalar como uno de sus méritos la libre competencia que permite entre los distintos actores económicos en el mercado. Aseguran que esa libre competencia eleva la productividad del trabajo, abate los precios y mejora la calidad de los productos para beneficio del consumidor final. Subrayan, además, que es condición básica del libre mercado que, a su vez, resulta imprescindible para edificar una economía eficiente, impulsar el empleo y los buenos salarios, mejorar la salud pública, elevar la calidad de la educación, la ciencia y la cultura, promover la investigación científica y la innovación tecnológica y, con todo eso, volver a incrementar la riqueza social. En fin, un círculo virtuoso que garantiza un futuro de prosperidad y libertades para todos. ¿Qué más podemos pedir? Esa es la teoría. En los hechos, el estudio concreto de la economía capitalista demuestra que la libre competencia en el capitalismo maduro es un mito; pone de manifiesto que la guerra de todos contra todos por la conquista del mercado es solo un momento fugaz (históricamente hablando) en la evolución del capital; que éste, al desarrollarse de acuerdo con la ley básica de su existencia, deja pronto atrás la libre competencia que, con el tiempo, se transforma de acelerador en freno de ese desarrollo. Al crecer y madurar la economía capitalista, desarrolla también la libre competencia, la guerra por los mercados que, como toda guerra, elimina a los débiles en favor de los más fuertes y poderosos. Con el tiempo, y ayudada activamente por las crisis periódicas del sistema, la libre competencia termina negándose a sí misma. En suma: la libre competencia, sin necesidad de nada más que la ley intrínseca de su movimiento, acaba convirtiéndose en su contrario, es decir, deja de ser competencia libre y se transforma en un puñado de monopolios gigantescos que son la negación misma de la competencia. Este es el mundo en que vivimos hoy. Pero en la etapa que sea, del capitalismo, la empresa privada no puede nunca desempeñar otra función que aquella para la que fue creada: proporcionar la máxima utilidad al inversionista que le dio origen y, de ese modo, proporcionar el contenido material de la acumulación de riqueza, asegurar nuevas inversiones, cada vez más grandes y técnicamente perfeccionadas y, por tanto, producir cada vez mayores utilidades y nuevas inversiones que superan las anteriores. La economía de libre empresa no puede, jamás, renunciar a estos fines, que son los naturalmente suyos, y cambiarlos por otros distintos como, por ejemplo, el bienestar colectivo. Y si algo de esto hace, es porque así lo demandan los objetivos e intereses antedichos. No hay modo de engañarse. La concentración de la riqueza crea, como forzosa contrapartida de sí misma, la desigualdad y la pobreza de las masas; la una sin las otras no puede existir y, por eso, los ideólogos del capitalismo se atreven a afirmar que desigualdad y pobreza son necesarias y consustanciales a la existencia misma de la sociedad, de donde deducen que la lucha por acabar con ellas está condenada al fracaso. Por eso también descalifican al socialismo como una utopía totalitaria que solo produce monstruos. Olvidan, al parecer, que el neoliberalismo que defienden tampoco ha producido ángeles y serafines, y que ha acarreado, además, hambre y miseria en una escala nunca antes vista en la historia humana. Olvidan también que los horrores engendrados por el neoliberalismo se hicieron posibles a raíz de la desaparición del bloque socialista encabezado por la URSS, que obraba como dique de contención a sus ambiciones y crueldades que hoy están desatadas y totalmente fuera de control. Desde sus orígenes mismos, el capitalismo creció y se fortaleció a expensas de la explotación de las riquezas naturales, el mercado y las clases trabajadoras de cada país; pero su mismo desarrollo lo convenció pronto que la riqueza nacional era insuficiente para sus objetivos de largo plazo. Había que apoderarse de las riquezas, el trabajo y los mercados del mundo entero. Esto ocurrió justamente cuando el mundo acababa de ensancharse con los descubrimientos geográficos de España y Portugal principalmente. Con tal ensanchamiento súbito del mundo, crecieron también su población y las necesidades de esta, es decir, la demanda mundial de bienes de consumo, que la economía de entonces no podía satisfacer a pesar de los cambios y adaptaciones de la agricultura y la industria. Hacía falta una verdadera revolución de la producción y eso fue, precisamente, la llamada Primera revolución industrial o maquinización de la industria. La misma necesidad de tal revolución industrial exigía comprometer en la empresa a los grandes capitales, que se resistían a una jugada tan arriesgada. Para convencerlos, según el historiador británico Eric Hobsbawm, fue necesario un poderoso imán que consistió en lo siguiente: a) concentrar el comercio mundial en manos de los países más avanzados, Gran Bretaña en primer lugar; b) fortalecer la demanda de sus mercados internos; c) poner ante sus ojos un nuevo mercado, grande y seguro como era el del nuevo mundo que, además, era una fuente inagotable de riqueza gracias a la explotación de las grandes plantaciones de algodón, azúcar, tabaco, café, etc., empleando mano de obra esclava. Fue esto lo que dio el impulso definitivo a la industria maquinizada y a la riqueza económica de unos pocos, poquísimos países avanzados, Inglaterra a la cabeza. Marx resume el proceso diciendo que la economía capitalista concentra la riqueza tanto hacia el interior de los países como entre los propios países, es decir, a escala mundial. Así se explica que el mundo de hoy presente el aspecto de unas pocas y pequeñas islitas de riqueza y prosperidad navegando en un mar de pobreza formado por las masas de población empobrecida del resto de los países del planeta. El problema de la emigración es, precisamente, la manifestación social de esta desigualdad mundial. De aquí lo difícil de su solución. El presidente López Obrador vuelve a darnos aquí una lección de buenas intenciones que se dan de bofetadas con su política real. Tiene razón cuando dice que la causa profunda de la emigración es la pobreza, inseguridad y falta de empleo en sus países de origen; pero no la tiene cuando propone un plan conjunto con EE UU para impulsar el desarrollo económico de Centroamérica. Olvida que las carencias que señala son fruto innegable y directo de la explotación y dominio político del imperialismo norteamericano en sus países, con el fin de garantizar el enriquecimiento rápido e ilícito de empresas depredadoras como la United Fruit Company y similares. Los Gobiernos norteamericanos promovieron y protegieron el despojo y acaparamiento de las mejores tierras de los campesinos, el saqueo de sus recursos naturales, la feroz explotación de hombres y mujeres que laboraban de sol a sol por salarios miserables. Para mantener estos abusos, Honduras, Nicaragua y El Salvador fueron sometidos, por más de veinte años, a brutales dictadores que cometieron masacres periódicas de trabajadores rebeldes a las empresas bananeras. El tirano Maximiliano Hernández, de El Salvador, masacró sin piedad a 40 mil hombres de las fuerzas de Agustín Farabundo Martí, que se habían levantado contra los terratenientes yanquis y locales. Estados Unidos organizó, armó y financió, en 1954, al ejército rebelde de Carlos Castillo Armas (el general caca, como le decían los oficiales yanquis) para derrocar al presidente guatemalteco Jacobo Árbenz y frustrar su reforma agraria. El presidente Eisenhower justificó el crimen diciendo que Teníamos que deshacernos de un Gobierno comunista que se había hecho con el poder. Un último ejemplo. En los años setenta y ochenta, Estados Unidos transformó Centroamérica en una fosa común () utilizando a Honduras como base para () aplastar al Frente Sandinista de Liberación Nacional en la vecina Nicaragua, con escuadrones de la muerte desplegados para llevar a cabo una guerra genocida (World Socialist Web Site del 22 de marzo). Varios Gobiernos centroamericanos actuales son herederos directos de la misma ideología y de los mismos intereses. Por eso, pedirles a todos ellos que paren el saqueo y devuelvan parte de lo birlado en forma de un plan de desarrollo para acabar con la pobreza que ellos generaron y siguen generando, es no entender en absoluto el fondo del problema. O es fingir que no se entiende para quedar bien con la opinión pública de aquí y de allá. Lo peor es que mientras se pronuncia un discurso tal, en los hechos el Gobierno mexicano se suma a la política represiva, al uso de la fuerza armada para detener a los débiles e indefensos migrantes centroamericanos, política feroz e inhumana instrumentada por Donald Trump y continuada entusiastamente por Biden. Aunque lo nieguen, aunque lo vistan con el ropaje hipócrita y falaz del orden y la legalidad, los gobernantes de la 4 T están convertidos en fieros cancerberos de las fronteras norte y sur de nuestro país para velar por la buena digestión y el sueño tranquilo de los magnates norteamericanos. ¿Hay alguna manera de conciliar el discurso y la política de facto de López Obrador, más parecida a la de un Pinochet que a la de un hombre de izquierda amigo de los pobres?

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 23.11.2022

CLASES PRESENCIALES ¿A COMO DÉ LUGAR? Por: Aquiles Córdova Morán Lo leí en EL FINANCIERO del 25 de julio: Habrá clases presenciales llueva, truene o relampagu...ee: AMLO en medio de tercera ola de COVID-19. El primer párrafo se lee: Veracruz.- El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el sábado que habrá regreso a clases presenciales llueva, truene o relampaguee pese a la tercera ola de COVID-19 que aqueja al país y al recelo de algunos maestros. Y en el párrafo siguiente: Vamos a reiniciar las clases, va a iniciar el nuevo ciclo escolar a finales de agosto. Llueva, truene o relampaguee no vamos a mantener cerradas las escuelas. Ya fue bastante. Y líneas abajo: México es con Bangladesh el país que más tiempo lleva con las escuelas cerradas y esto no es bueno. Creo que todos los mexicanos estamos de acuerdo con esta posición presidencial, en particular, los propios estudiantes y los padres de familia. No creo que sean muchos los que piensen que el regreso a las clases presenciales es perjudicial o irrelevante para el país; que con las escuelas cerradas y los estudiantes recibiendo una educación a distancia de muy dudosa calidad, estamos requetebién. La inmensa mayoría está convencida de que el regreso a clases es una prioridad nacional. Justamente por eso, todos nos sorprendemos de que aun conociendo esa urgencia y la difícil situación de salud pública en que nos hallamos por la pandemia de Covid-19, ni el presidente ni la Secretaría de Educación Pública hayan hecho nada serio, nada realmente eficaz para garantizar que el retorno a clases no sea terreno abonado para una mayor propagación del virus y el consiguiente incremento de muertes, ahora entre la población estudiantil y magisterial. ¿Es eso ser un enemigo del cambio y del presidente López Obrador? ¿No nos basta con ser ya el cuarto país del mundo en número de decesos por el coronavirus? El peligro es real y es serio. En su columna En Privado, (MILENIO del 22 de julio), Joaquín López-Dóriga escribe que, hablando con el doctor Arturo Erdely, éste le dijo que, con base en cifras oficiales sobre la evolución de la pandemia, se puede asegurar que el gobierno nunca ha tenido el control epidémico, nunca logró domar la pandemia, ni aplanó la curva, ni acabó la primera oleada. El doctor Erdely calcula que los contagios al día de hoy, cuando la cifra oficial es de 2 millones 693 mil 495 casos, en realidad tenemos 77.8 millones; y las muertes, que según las mismas cifras, anoche llegaron a 273 mil 207, hay que multiplicarlas por 2.18, que da un total de 517 mil 111, en línea con el exceso de mortalidad. (Las cursivas son del original y la cita no es textual) Hablando de la tercera ola que nos amenaza, López-Dóriga añade que Ayer los contagios volvieron a alcanzar máximos de esta oleada, 15 mil 198, que no se vieron en la primera cuando nunca se rebasaron los 10 mil, y las muertes (ayer) llegaron a 397. Datos más recientes informan de que los contagios superan ya las 16 mil víctimas diarias y que las muertes se duplicaron en una semana, rebasando los 400 decesos. Según medios internacionales, la nueva ola se debe a una variante del Sars-CoV-2, llamada Delta, más agresiva y contagiosa que la primera y que ataca también a niños y jóvenes. EL SOL DE MÉXICO, 26 de julio, publica una nota con información de EFE, AFP y Reuters: Mueren cientos de niños por Covid-19 en Indonesia. En duda, la idea de que enfrentan riesgo mínimo; EU va en la dirección equivocada, dice Fauci. Sigue la nota: Cientos de niños han muerto en el país asiático a causa del coronavirus en las últimas semanas, muchos menores de 5 años, Y dos líneas adelante: El aumento de las muertes infantiles coincide con la explosión de la variante Delta en Asia, donde las tasas de vacunación son bajas, Conviene saber que, en México, estudios preliminares han encontrado que más del 60% de los nuevos contagios son ocasionados por la misma variante Delta. Así pues, la nueva ola es una amenaza directa a la población estudiantil, sin excluir a los niños que aún no asisten a la escuela. Desde mediados del año pasado aproximadamente, se comenzó a discutir el posible retorno a clases presenciales, y desde entonces, expertos nacionales y extranjeros, incluida UNICEF, de la ONU, han señalado que un regreso más o menos seguro a las aulas exige medidas elementales de higiene y desinfección de locales escolares, alumnos, maestros, trabajadores y padres de familia. No es posible el retorno a clases sin garantizar, por ejemplo, el control de la temperatura de todos los asistentes a las aulas, el uso universal de un cubrebocas especial, gel antibacteriano y la atención oportuna de cualquiera que muestre algún síntoma de coronavirus. Tampoco es posible reabrir las escuelas sin que la autoridad correspondiente garantice que en todas hay agua corriente, drenaje sanitario funcional, energía eléctrica, ventilación adecuada, de preferencia con filtros del aire en cada salón, sanitización diaria de los locales con mayor afluencia de estudiantes y personal, incluidos cafetería y restaurante si los hay, del transporte escolar y de canchas, teatro o gimnasios. Por último, es indispensable dosificar la asistencia diaria de estudiantes de acuerdo con la capacidad del aula con objeto de asegurar la sana distancia entre ellos. ¿Qué de todo esto se tiene garantizado en las escuelas mexicanas? Está bien documentado que un número significativo ha sufrido daños cuantiosos, de mayor o menor gravedad, como consecuencia del largo tiempo que han permanecido cerradas, sin ningún tipo de mantenimiento o siquiera de limpieza. Muchas de ellas han sido vandalizadas y los delincuentes se han llevado computadoras, material de laboratorio, mesas, sillas y escritorios, inodoros, cables de cobre de las instalaciones eléctricas, han roto u obstruido el drenaje y, como recuerdo, dejaron grafiteado todo el edificio. ¿Cuántas de estas escuelas han recibido el mantenimiento requerido? ¿Cuántas están realmente listas para recibir sin peligro a sus estudiantes? La pregunta se impone porque ni el presidente ni la Secretaría de Educación Pública han informado nunca, detallada y suficientemente, sobre estas cuestiones. Se han limitado a hablar de un retorno gradual para garantizar la sana distancia; que el regreso a clases será voluntario y que la reapertura de cada escuela será libremente decidida por los padres de familia y la comunidad escolar. Han hablado del gel antibacteriano, la toma de la temperatura y el uso de cubrebocas, pero no precisan quién se hará cargo del aprovisionamiento de esos materiales. Es fácil ver que el retorno voluntario y la apertura democráticamente decidida de cada escuela, aun en el caso de que sean ciertos, no resuelven las carencias de que hablamos ni eliminan, por tanto, el peligro que corre la salud de la comunidad escolar. Se trata de una astuta maniobra para echar sobre padres, madres y comunidad una responsabilidad que es, claramente, del gobierno y de la SEP. En su discurso del sábado 24 en Veracruz, el presidente volvió a guardar absoluto silencio sobre estas cuestiones, ignorando que son la verdadera razón de la oposición que existe al retorno apresurado a las aulas. Lejos de eso, recurrió al gastado estribillo de que son sus adversarios, esos que siempre dicen no a todo lo que proponemos; minimizó la tercera ola asegurando, sin ningún respaldo en los datos, que no es lo mismo que la anterior y que solo existen pequeños rebrotes. Pero la columna de EL FINANCIERO antes citada dice que llevamos cuatro días con más de 15,000 casos diarios y hay nueve entidades en alerta amarilla por una ocupación hospitalaria mayor al 50 por ciento. La misma nota dice: Para reabrir las aulas, el gobierno vacunó en abril y mayo con la vacuna china de CanSino, de una dosis, a más de 2.7 millones de trabajadores educativos nacionales de un universo de 3.1 millones. Parece, pues, que se apuesta todo a la vacuna, pero las cosas en este terreno tampoco van bien. En su conocida columna Estrictamente personal (EL FINANCIERO del 22 de julio), Raymundo Riva Palacio dice: se han recibido un total de 73 millones 699 mil 175 dosis de los biológicos de Pfizer, AstraZeneca, SinoVac, Sputnik V, Cansino y Janssen, pero hasta el pasado domingo se habían aplicado 54 millones 282 mil 399 inyecciones, por lo que en una operación de sumas y restas, 19 millones 416 mil 776 dosis no se habían aplicado. El columnista afirma que cada día es mayor el rezago en la aplicación de la vacuna respecto a la fecha de su arribo al país. Riva Palacio concluye: La incompetencia de López-Gatell no tiene calificativos ni descripción en estos momentos en que el Covid-19 subió en 42 por ciento el número de contagios en una semana, y se elevaron en 34 por ciento las hospitalizaciones y en 27 por ciento el número de camas con ventiladores. López-Dóriga, misma columna ya citada, dice: Ayer, con esquema completo, llegaron a 22 millones 290 mil 247 personas, más 16 millones 753 mil 701 con una dosis, lo que da un total de 39 millones 43 mil 948. Pero el punto no es lo que llevan, sino lo que falta. De dosis completa están pendientes 72.7 millones de mexicanos y hay 56 millones sin una sola dosis. Esta es la situación real en medio de la cual el presidente dice que habrá clases presenciales a fines de agosto llueva, truene o relampaguee. Plantea el problema como un duelo entre él y sus enemigos, y es para él cuestión de honor ganar ese duelo a como dé lugar. Pero se equivoca peligrosamente. Llueva, truene o relampaguee significa pase lo que pase, es decir, aunque estudiantes y maestros se contagien y eventualmente mueran. En su desmesurada egocracia, está dispuesto a jugarse la vida de la flor y nata de la juventud mexicana y de buena parte de los intelectuales al servicio de la educación, (los maestros), con tal de vencer y humillar a sus supuestos enemigos. ¿Tiene derecho el presidente a hacerlo? ¿Tiene derecho cualquier gobierno, cualquier gobernante del mundo, a apostar la vida de sus ciudadanos con tal de imponer a rajatabla su voluntad? Evidentemente que no. Y hacerlo es no solo un grave error, sino un delito que, en última instancia, deberá impedir el pueblo consciente y organizado. La tarea, por tanto, es esa: educarnos y organizarnos para tomar en nuestras manos las riendas de la nación. Para el bien de todos sus hijos. Sin excepciones.

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 23.11.2022

¿QUIÉN GANÓ LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL? (Primera de dos partes). Por: Aquiles Córdova Morán... El 9 de mayo de este 2021, la Federación de Rusia fue el único país del mundo que celebró como se merece, el triunfo de las fuerzas aliadas sobre la Alemania nazi. ¿Cómo se explica el curioso y universal silencio que guardó la mayoría de los países, en particular los que jugaron un papel activo en la Segunda Guerra Mundial? ¿Es que ya se les olvidó la magnitud de la tragedia y el tamaño del peligro que se cernió por un momento sobre la cabeza de todos los seres humanos? En estos últimos años se habla cada vez más del propósito de revisar y reescribir la historia de los sucesos mundiales a partir del surgimiento del primer experimento socialista encabezado por Vladímir Ilich Lenin en octubre de 1917 (calendario bizantino), pero en particular la historia de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué se esconde tras de este empeño de cambiar la historia de las dos tragedias mundiales? La respuesta es sencilla: la tenaz decisión de occidente de eliminar de raíz el socialismo, al que considera, desde el momento mismo de su aparición en 1917, como el enemigo más peligroso para el modelo capitalista de producción. Hay pruebas de eso. El 2 de diciembre de 1917, es decir, a menos de un mes del triunfo de la revolución rusa, el presidente norteamericano, Thomas Woodrow Wilson, al ser consultado por su secretario de Estado, Robert Lansing, sobre la posibilidad de reconocer al gobierno de Lenin, respondió: ¡Imposible! El régimen bolchevique es una conspiración demoniaca () es especialmente ofensiva su doctrina de la lucha de clases, la dictadura del proletariado y su odio hacia la propiedad privada (Ronald E. Powaski, Historia de la guerra fría, p. 18. Powaski es historiador norteamericano). Así pues, la lucha del imperialismo por erradicar de la faz de la tierra el experimento socialista, nunca fue una simple equivocación sino una decisión bien asentada en el conocimiento de los principios básicos de la doctrina socialista y de las medidas políticas que trata de poner en práctica al llegar al poder. De ahí que su propósito, independientemente de los distintos giros de estilo y de énfasis que le han impuesto las circunstancias, nunca fue otro que la eliminación total y definitiva del socialismo en todo el mundo. La posición de Wilson fue el punto de partida de la guerra de exterminio contra el gobierno de Lenin, ayudando con armas, dinero y asesoría a la contrarrevolución interna de los llamados guardias blancos; mediante el desembarco de tropas aliadas en el lejano noroeste y de los japoneses en el Lejano Oriente, para asesorar a la llamada legión checoslovaca en la conquista de Siberia. Esta política culminó con la sangrienta guerra civil de 1918-1920, armada y financiada desde el exterior por los aliados, que fue finalmente aplastada por el Ejército Rojo, entonces en formación, a un alto costo en vidas y recursos. Pero con esa derrota, la guerra de exterminio no hizo más que cambiar de forma, echando mano de nuevos recursos como el bloqueo financiero, tecnológico y comercial a la URSS para aislarla y hundirla en una grave crisis económica. Sin embargo, la recién terminada Primera Guerra Mundial (1914-1918) había dejado un panorama peor en Occidente: enormes masas de trabajadores hambrientos y desempleados, sin vivienda, sin servicios, sin medicinas y sin ayuda oficial de ningún tipo. Por todo eso, crecía por momentos la inclinación hacia un cambio revolucionario semejante al llevado a cabo por los obreros y campesinos de Rusia. Era urgente frenar este giro peligroso de la opinión de los maltratados por la guerra y atajar la peste bolchevique que cundía entre ellos. Fue así como, entre otras medidas, nació la guerra ideológica sin cuartel para denunciar los horrores del socialismo y el carácter torvo y criminal de sus dirigentes. El propósito era vacunar a los hambrientos contra el virus del comunismo, y para eso se tornó indispensable crear una nueva narrativa de la Primera Guerra Mundial y de los sucesos ocurridos desde 1917, es decir, se hizo necesario reescribir la historia, tal como está ocurriendo ahora. Pero esta primera versión de la guerra fría siguió un camino distinto al de su versión clásica. En su discurso del 9 de mayo, una pieza sobria, mesurada y breve pero apegada a la verdad histórica, el presidente ruso Vladímir Putin dijo algo muy revelador a este respecto: Han pasado casi 100 años desde la época en que la abominable bestia nazi estaba ganando insolencia y fuerza depredadora en Europa Central. Las consignas de supremacía racial y étnica, antisemitismo y rusofobia eran cada vez más cínicas. Los acuerdos diseñados para detener el deslizamiento de tierra hacia una guerra mundial se rompieron fácilmente. (subrayado de ACM). En mi opinión, el presidente Putin alude a la conducta cómplice de las potencias imperialistas vencedoras en la primera guerra, que no solo permitieron la libre actividad propagandística de los nazis, sino que ayudaron activamente a Hitler a crecer y fortalecerse con el propósito de prepararlo para desencadenar la Segunda Guerra Mundial. Está suficientemente probado que el periodo entre las dos guerras puede definirse como el periodo del olvido y la traición al Tratado de Versalles, firmado por las potencias vencedoras y Alemania para poner fin a la primera contienda. Ese tratado imponía a los alemanes condiciones severas sobre expansión territorial, número y armamento de sus tropas, prohibición de reconstruir su fuerza naval y una pesada indemnización de guerra a pagar puntualmente a los vencedores firmantes del Tratado. Tales cláusulas tenían el propósito de impedir el expansionismo y el rearme de Alemania o, lo que es lo mismo, evitar una nueva guerra, como dice Putin. ¿Por qué no dieron el resultado esperado? ¿Qué fue lo que falló? Simplemente, que los encargados de hacer cumplir el Tratado rápidamente lo olvidaron en aras de permitir a Hitler hacer exactamente lo que ese documento le prohibía expresamente, incluido renunciar al pago de las indemnizaciones de guerra a ellos mismos. Los hechos hablan. La primera violación al Tratado de Versalles fue el Tratado de Locarno, el primer acuerdo internacional de las potencias vencedoras con Alemania después de Versalles, firmado en 1925. Según este acuerdo, Alemania, Francia y Bélgica se comprometían a garantizar la inviolabilidad de las fronteras germano-francesa y germano-belga trazadas en Versalles; Inglaterra e Italia firmaron como garantes del pacto. Mucho se puede decir sobre la legitimación de Alemania en este pacto, pero el verdadero fondo de la maniobra consistió en que no se extendió la misma garantía fronteriza a los vecinos orientales de Alemania, es decir, a Polonia y Checoslovaquia, con lo cual se le dejó abierta la puerta para una futura invasión, como finalmente ocurrió. Con esto, las potencias imperialistas buscaban impulsar el renacimiento y la fortaleza de Alemania a costa de sus vecinos orientales y alejarla de la tentación de lanzarse sobre occidente. Las consecuencias del pacto no se apreciaron de inmediato; hubo que esperar al arribo de Hitler al poder, en febrero de 1933, para conocer sus frutos envenenados. En 1936, violando abiertamente el Pacto de Locarno, Hitler invadió la zona desmilitarizada de la Renania Francesa, sin que ninguno de los firmantes moviera un dedo para impedirlo; mediante un plebiscito recuperó la cuenca del Ruhr, en posesión de Francia para resarcirse de la falta del pago de las reparaciones de guerra; inició la reconstrucción acelerada de su ejército y la modernización de su armamento; declaró públicamente su retirada de la Sociedad de Naciones, lo que le dejaba manos libres para llevar a cabo sus planes. Nada de esto inmutó a los aliados. En el terreno de la moral y los derechos humanos, comenzó asesinando a sus rivales políticos a sangre fría; ordenó el incendio del parlamente para poder perseguir a los comunistas y otras minorías políticas y raciales;, expulsó a los judíos del ejército y los cargos públicos; multiplicó los pogromos (matanzas y despojos masivos) en su contra; les prohibió el ejercicio de muchas profesiones e incluso su ingreso a las Universidades; hizo mas riguroso su confinamiento en ghetos; dispuso la esterilización forzosa de discapacitados, deformes, retrasados y enfermos incurables; organizó las matanzas conocidas como la noche de los cuchillos largos y la noche de los cristales rotos; ordenó la quema de los libros prohibidos y la expulsión de científicos, intelectuales y artistas, judíos o no de pura sangre aria, como Einstein, Thomas Mann y Bertolt Brecht. Esta escalofriante aunque cronológicamente desordenada enumeración de abusos y crímenes, fue bien conocida en Europa y en el mundo, particularmente por las clases gobernantes y ricas, y dice mucho de su contubernio con Hitler el que no se conozca una sola denuncia o una sola condena de su parte. Así, llegamos al año 1938, el año en que la Segunda Guerra Mundial entró en la recta final. El 13 de marzo, Hitler se anexó Austria alegando que la mayoría de sus habitantes eran de raza alemana; Chamberlain, primer ministro británico, justificó su inacción diciendo que ningún inglés estaría dispuesto a dar la vida porque dos pueblos alemanes desearan reunificarse. El 24 de septiembre, Hitler lanzó un ultimátum contra Checoslovaquia exigiendo la entrega de los Sudetes, la zona limítrofe con Alemania. Los checoslovacos se resistieron y Gran Bretaña intervino en el conflicto. Luego de varias entrevistas secretas con Hitler y de varios chalaneos con Francia, el 30 de septiembre se firmó el pacto de Munich por el cual Chamberlain y Daladier cedían los Sudetes a Hitler, sin el consentimiento y sin la participación de Checoslovaquia. A cambio, Hitler prometió no reclamar un centímetro más de tierra. Daladier en Francia y Chamberlain en Inglaterra fueron recibidos como héroes por haber salvado la paz de Europa. El 15 de marzo de 1939, Hitler invadía y se anexaba Checoslovaquia completa. A esta conducta de las potencias imperialistas los historiadores de Occidente la denominan política de apaciguamiento. El nombre proviene de la explicación que el Primer Ministro británico dio a su país y al mundo: su objetivo, que no podía ser más noble ni más justificado, era apaciguar a Hitler saciando su apetito territorial para calmar sus ansias de conquista por medio de las armas, todo para salvar al mundo de una guerra de proporciones apocalípticas. Pero el argumento se viene abajo no solo por su monumental fracaso, pues la guerra de todos modos ocurrió, sino también porque la política de apaciguamiento continuó incluso después de iniciada la guerra. Está demostrado que el gobierno británico siguió buscando el entendimiento con Hitler en pleno desarrollo del conflicto, ahora para proponerle repartirse el mundo entre ambas potencias, manos libres en todo el territorio de Europa Oriental, incluida Polonia con quien acababa de firmar un pacto de defensa mutua. También queda totalmente desvirtuado el argumento por lo que los mismos historiadores llaman la extraña guerra. Después de la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, Gran Bretaña se vio forzada a declarar la guerra a Alemania para evitar el ridículo mundial, lo que hizo dos días después, el 3 de septiembre de 1939. Lo extraño consiste en que, después de la declaración, no paso nada más: no hubo ningún preparativo, ningún reclutamiento de emergencia, ningún desplazamiento de tropas. ¡Nada! Parecía que la declaración misma había dejado exhausta, o satisfecha a Gran Bretaña. Mientras, las élites pro fascistas de Francia e Inglaterra exigían negociaciones urgentes al mismo tiempo que llamaban a la población a oponerse a un enfrentamiento con Alemania. Todos estos hechos refuerzan la explicación de que la verdadera causa de la conducta de los imperialistas no se explica por el deseo de defender la paz mundial, sino por su intención de usar a Alemania como ariete contra la Unión Soviética y su experimento socialista. Adornos teóricos aparte, no hay duda de que la Primera Guerra Mundial fue una guerra entre las naciones imperialistas por la hegemonía mundial. Ya en esa guerra, el factor desencadenante fue Alemania que, con su vigoroso desarrollo económico e industrial a partir de su unificación en 1871, irrumpió en un mundo ya repartido entre las potencias con un desarrollo más antiguo exigiendo un nuevo reparto del planeta. Como sabemos, Alemania perdió la guerra pero eso no resolvió su necesidad de mercado para su producción. Las duras condiciones que le fueron impuestas por los vencedores en Versalles, le sirvieron de acicate para una acelerada reconstrucción y para armarse mejor con vistas a una nueva guerra. Esta vez ya no sería por un nuevo reparto, sino por el dominio total del mundo. La Primera Guerra Mundial, además, aceleró la maduración de las condiciones para que el proletariado y el campesinado de los países beligerantes, incluida la Rusia de los zares, sintieran la necesidad y adquirieran la capacidad de tomar el poder para construir una sociedad radicalmente nueva, que garantizara la libertad y el bienestar de las mayorías. Esto fue la Revolución de Octubre en Rusia. A partir de esa revolución proletaria, la pugna interimperialista por la supremacía mundial se hizo más compleja: ahora había un tercer concursante, un enemigo más peligroso que cualquiera de los anteriores. Ya hemos visto que los líderes principales del llamado mundo libre tuvieron claro el problema desde el primer momento y que a tiempo decidieron que la dirección principal de su lucha tendría que ser en contra de este nuevo enemigo con el fin de destruirlo por completo. Y eso fue lo que hicieron en el periodo de entreguerras, como acabamos de ver. Así, y no de otra manera, se explican sus ayudas y complicidades con Hitler y su silencio de tumbas ante sus crímenes y atrocidades. Ya vimos como Chamberlain y su gobierno siguieron buscando canales secretos para negociar con Hitler después de estallar la guerra. Pero hay más. Al mismo tiempo que cortejaban a Hitler, rechazaban una y otra vez la oferta de Stalin de una alianza para hacer frente al peligro nazi. En septiembre de 1934, la Unión Soviética pasó a formar parte de la Sociedad de Naciones () durante los siguientes cuatro años, Stalin trató de crear una alianza con Gran Bretaña y Francia, sin éxito. Los gobiernos derechistas británicos de Baldwin y Chamberlain mostraron una actitud marcadamente anticomunista y se negaron a aceptar las garantías personales de Stalin conforme él no tenía interés en prestar apoyo a las revoluciones de Europa ni en ningún otro lugar (Chris Bambery, Historia marxista de la Segunda Guerra mundial. Bambery es un historiador británico). Stalin persistió en su oferta hasta el último momento. Muy poco antes de la invasión de Polonia y el inicio formal de la guerra, una delegación franco-británica arribó a Moscú con la aparente misión de concluir un pacto de defensa mutua. La primera sesión tuvo lugar el 12 de agosto de 1939. Pero durante el desarrollo de las pláticas, fue quedando claro que no había verdadera intención de llegar a un acuerdo; se trataba solo de la prolongar la negociación para obtener la mayor información posible. La delegación soviética decidió plantear la cuestión esencial: ¿estaban los aliados dispuestos a obligar a Rumania y Polonia a permitir el paso por su territorio del Ejército Rojo con destino a Alemania? De ello dependía toda la negociación, dijeron. Tras muchas evasivas, la respuesta final fue no y los soviéticos pusieron fin a la farsa el 22 de agosto de 1939, es decir, nueve días antes de la invasión a Polonia y doce antes de la declaración oficial de guerra por parte de Gran Bretaña. La conducta de los aliados ha sido totalmente esclarecida por la investigación histórica: Inglaterra, a espaldas de la URSS, efectuaba negociaciones secretas con el Reich fascista; en el curso de las conversaciones hizo propuestas de largo alcance acerca de la colaboración anglo alemana y la firma de un acuerdo de no agresión, no intervención y reparto de las esferas de influencia entre los dos países () los círculos gubernamentales ingleses prometían a los hitlerianos suspender las conversaciones con la URSS y negar a Polonia las garantías que había firmado poco tiempo antes, es decir, ofrecían a Hitler, sin ningún escrúpulo la cabeza de Polonia (ver Oleg A Rzheshevski, La Segunda Guerra mundial. Mito y realidad; Ed. progreso. pp 84-85).

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 23.11.2022

NEOLIBERALISMO Y GLOBALIZACIÓN Por: Aquiles Córdova Morán Como bien se sabe, la economía capitalista (la norteamericana para ser precisos) se vio obligada a int...roducir cambios significativos en su modo de operar a raíz de la terminación de la Primera Guerra Mundial. Dos fueron las razones fundamentales: el llamado Crack del 29 y la revolución rusa encabezada por Lenin y su partido. La gran crisis económica que estalló en 1929, provocó severos problemas a la economía norteamericana, entre ellos una gran inflación y el despido masivo de miles de trabajadores que se quedaron en la calle de la noche a la mañana. El desempleo masivo, agravado por la elevación de los precios de los satisfactores básicos, provocó que masas populares que crecían a cada hora voltearan hacia el socialismo soviético en busca de una salida a sus lacerantes carencias y, en consecuencia, que se declararan simpatizantes del socialismo que enarbolaban los bolcheviques. Había que hacer algo, y rápido, para prevenir el incendio que se veía venir y, por supuesto, para combatir la profunda crisis en que se hallaba sumida la economía. Fue así, y fue por eso, que el presidente Franklin D. Roosevelt, apenas asumió la presidencia de los Estados Unidos en 1933, lanzó su famosa política del New Deal. Esa política, además de tomar medidas anticrisis como reforzar el proteccionismo económico para proteger a las empresas nacionales y evitar su quiebra y mayores despidos, también buscó paliar el desempleo y la pobreza de las grandes masas trabajadoras. Se crearon programas de empleo temporal como el conocido WPA, a través del cual, además, se repartían generosas dotaciones gratuitas de alimentos y otros productos de primera necesidad. Pero, al mismo tiempo, se implantaron medidas más serias y permanentes, como el seguro médico, el seguro social, la educación gratuita, la vivienda popular, las pensiones de jubilación y otras semejantes, con lo cual se reforzó el exiguo salario de los trabajadores. Lo más significativo en materia laboral, sin embargo, fue quizá la política sindical. El presidente Roosevelt no solo permitió la organización gremial de los obreros, sino que la alentó declarando el reconocimiento legal de la misma y la plena disposición de su gobierno a negociar y a pactar con sus líderes. Esto se tradujo, naturalmente, en una mejora sustancial y continua de las condiciones de trabajo en las fábricas: ambiente sano, ropa de trabajo adecuada, seguridad en el empleo, atención oportuna y de calidad para las enfermedades y accidentes laborales y, por encima de todo, en una mejora sostenida de los salarios y prestaciones. El resultado final fue un reparto equitativo y equilibrado de la renta nacional, causa de la grandeza de la nación en aquellos años, según la opinión de varios economistas destacados. Esta política se mantuvo, bajo distintos nombres y con no pocos cambios y ajustes, hasta la llegada al poder de Ronald Reagan, en Estados Unidos, y Margaret Thatcher, en la Gran Bretaña. En ese momento se conjuntaron, otra vez, dos factores que permitían y exigían un giro de la política del estado de bienestar hacia un neoliberalismo descarnado, que es el que hoy estamos viviendo. El primero de esos hechos consistió en que los grandes capitales monopólicos que dominaban y dominan la economía mundial, se quejaban de una muy insuficiente tasa de ganancia que, además, mostraba una clara tendencia a la baja, lo cual, según ellos, ponía en riesgo la continuidad del sistema. El segundo hecho fue que todos los aparatos de inteligencia de las potencias occidentales coincidían en diagnosticar, como inevitable y muy próximo, el derrumbe estrepitoso del sistema socialista euroasiático, encabezado por la URSS. Según los líderes del capital, la causa de sus bajas utilidades era, precisamente, la política del estado de bienestar, es decir, los elevados salarios y prestaciones de los trabajadores, situación que amenazaba no solo con eternizarse, sino incluso con acentuarse ante la capacidad de presión de los sindicatos, protegida por las leyes en la materia. Por otra parte, el peligro de un giro de la opinión hacia el socialismo, que en época de Roosevelt fue determinante para su política del New Deal, podía descartarse con toda seguridad, tanto por los estragos a su prestigio causados por la guerra fría, como por su incapacidad intrínseca para proporcionar bienestar a las masas. Era hora de desechar prejuicios y temores sin base y volver al origen del éxito de la economía del capital: dejar todo en manos del mercado y de sus leyes inmanentes, para que su mano invisible se encargara de la producción y la distribución de la riqueza, sin interferencias perturbadoras del poder del Estado. En síntesis, volver al laissez faire, laissez passer. Así se hizo; y el resultado es la brutal concentración de la riqueza y el incontenible crecimiento de la pobreza que todos vemos hoy y que, ahora sí, ponen en riesgo la continuidad del sistema. Muchas cosas que vemos en nuestros días (y otras más que no vemos) y que se nos venden como logros y progresos hacia el bienestar de todos, tienen en realidad el mismo origen y el mismo propósito: reimplantar a rajatabla el laissez faire, el fundamentalismo de mercado, descargando al Estado de su obligación de intervenir oportuna y mesuradamente para corregir los errores y desviaciones que puedan perjudicar a los más débiles, y reduciendo su papel al de simple garante del buen funcionamiento de la libre empresa y de sus altas tasas de ganancia. Políticas implantadas a fortiori, como el equilibrio del gasto público y cero endeudamiento, sin medir su impacto sobre el crecimiento económico, la recaudación fiscal y el empleo; la rigurosa contención de la inflación, para evitar perturbar los cálculos empresariales y bancarios; la autonomía de la banca central, que arranca de manos de los gobiernos las decisiones fundamentales de política monetaria y de crédito; la flexibilidad laboral, que deja a los obreros indefensos ante el capital; la práctica extinción del derecho de huelga e incluso de los mismos sindicatos, son todas maniobras complejas para beneficiar un neoliberalismo ajeno a todo compromiso social y volcado enteramente al capital privado. Pero hay más. Muchos hablan de globalización y de libre mercado como si fueran sinónimos. Es un grave error. El libre mercado viene de muy atrás; fue iniciado y propugnado por Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XIX, para poder dar salida a un excedente económico creciente que amenazaba con ahogar su economía. En la actualidad, con la gran diversidad de mercancías producidas que arrastra tras de sí las propias necesidades y deseos humanos, el comercio mundial libre es, ciertamente, una necesidad universal. Ningún país puede alcanzar la autosuficiencia absoluta; todos tienen necesidad de comprar y vender algo en el mercado mundial para poder funcionar. La globalización, en cambio, es otra cosa. La teoría de la globalización, acabada y redondeada hasta en sus mínimos detalles, es un fruto envenenado del neoliberalismo rampante. A este le resulta indispensable para barrer por completo, no las defensas arancelarias y legales de un país, como el libre mercado, sino cualquier obstáculo que se oponga a los intereses de los grandes monopolios y trusts industriales y bancarios. El neoliberalismo exige una clase trabajadora sumisa y sin derechos de antigüedad o de inamovilidad en el empleo; con cero prestaciones o lo más mezquinas que se pueda, con salarios congelados o cuya mejora esté plenamente sometida a las altas tasas de ganancias. Este enfoque lleva en su entraña, aunque pocos lo noten, la idea de que el Estado nacional, con sus políticas particulares propias, es decir, ajenas al interés neoliberal, es un obstáculo que debe ser suprimido en favor de un Gobierno mundial en manos del gran capital, para asegurar sus inmensos intereses comerciales y financieros. Un gobierno nacional (y peor aún, nacionalista) que busque aplicar una política de protección sindical y salarial, desarrollar la vivienda popular, la educación gratuita y masiva, la medicina para todos, la ciencia y la investigación nacionales, etc., es un peligro y, por lo tanto, un enemigo a vencer para los neoliberales. Todos los tratados internacionales que limitan, o de plano eliminan las facultades decisorias de los gobiernos nacionales sobre cuestiones tales como el modelo económico a aplicar, la ecología, las finanzas y la política fiscal, los derechos humanos, las leyes y su aplicación o la democracia interna, están socavando, disimulada pero eficazmente, la existencia del Estado nacional para poner todo eso en manos de tribunales y organismos internacionales totalmente ajenos a las carencias, necesidades y deseos de los pueblos. Globalización es, pues, entre otras cosas, guerra al nacionalismo y al Estado nacional. El sistema neoliberal que hoy nos domina es, así, una inmensa y tupida red universal de poderes fácticos económicos, políticos y militares, mucho más poderosa que cualquier país aislado, incluidos los más ricos y desarrollados; una red teórica y militarmente fundada y defendida por miles de deshumanizados Think Tanks, bien preparados y entrenados para ello. Ellos lo controlan y supervisan todo en cada rincón del planeta, y no permiten ni autorizan nada que no abone en favor de sus intereses. Esto incluye, por supuesto, tratados como el T-MEC o negocios frustrados como el NAIM de Texcoco. Desafiar por ignorancia o arrogancia a este poder, sin tomar las debidas precauciones, puede acarrear consecuencias devastadoras para un país como el nuestro. Y ahí está Venezuela para probarlo. Nuestra declaración de abolición del neoliberalismo mexicano desde Palacio Nacional, mientras suplicamos por la aprobación del T-MEC o por la no aplicación de aranceles a nuestros productos, además de una contradicción flagrante debe parecerles, por ahora, a estos grandes genios del poder y la maldad, si no un dislate, sí al menos una conmovedora ingenuidad. ¿O no?

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 22.11.2022

¿NO PODRÍAMOS DEFENDER LA LEY Y EL ESTADO DE DERECHO UNIFICADA Y CONSECUENTEMENTE? Por: Aquiles Córdova Morán La persecución política en México, haciendo un us...o pervertido y faccioso de la ley, se está volviendo una práctica de gobierno cada vez más extendida y desembozada. Todos los ciudadanos mexicanos no afectos a la 4 T o, peor aún, opositores declarados de la misma, estamos en un peligro inminente de ir a parar con nuestros huesos a una mazmorra, acusados de delitos prefabricados y graves que ameriten muchos años de cárcel. Los diputados morenistas al Congreso de la Unión, cuyo sometimiento irrestricto a la voluntad del Ejecutivo es algo que ellos mismos pregonan a voz en cuello como timbre de orgullo, han aprobado leyes que contradicen abiertamente la Constitución General de la República y son claramente violatorias de varios derechos fundamentales de los ciudadanos. La cosa es tan seria que, según algunos medios y articulistas de reconocida solvencia moral e intelectual, esas leyes han dado lugar a varias controversias constitucionales, acciones de inconstitucionalidad y miles de amparos interpuestos por ciudadanos que se sienten vulnerados en sus derechos. Esos recursos están en poder de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que deberá decir la última palabra al respecto. Sin embargo, quienes tenemos conciencia del peligro, no debemos sentarnos a esperar simplemente. Creo que es momento ya de unificar a todos los perjudicados, ofendidos y atropellados por el autoritarismo y las políticas desacertadas de la 4 T, para iniciar una lucha conjunta en defensa de la ley y del Estado de derecho y para demandar, además, acciones eficaces contra las tres grandes plagas del momento: el desastre económico, el descontrol absoluto de la pandemia y la inseguridad rampante que amenaza la vida y la seguridad de todos. Es urgente denunciar la manipulación que se esconde tras el supuesto combate a la corrupción; explicarle al pueblo cómo, detrás de esta bandera legítima, se oculta una auténtica cacería de brujas en contra de los opositores más representativos del régimen actual; en contra de aquellos de los que recela una competencia real y peligrosa para su propósito de retener todo el poder en las elecciones del 2021. Hacerle notar qué significa haber llegado al grado de que, para conseguir la imputación directa a las cabezas que realmente interesan a la 4 T, estemos recurriendo a la nefasta práctica de la justicia yanqui del testigo protegido y del testigo colaborador, que no son más que eufemismos para no llamarlos testigos de paga, testigos comprados que, naturalmente, pueden servir para cualquier cosa, menos para dar certeza jurídica a un acusado. Alguien con la soga al cuello es capaz de inculpar al Santo Papa, si se le garantiza con ello su propio pellejo. Juntémonos todas las víctimas de la 4 T, los reales y las potenciales; hagamos de los miles de arroyos aislados un solo y poderoso torrente que se haga escuchar por el país entero. Convoquemos, por ejemplo, a todos los que se quedaron sin apoyo con la desaparición de Prospera, Progresa y programas similares; a los que se quedaron sin el seguro popular, es decir, sin ningún apoyo médico; a quienes perdieron las guarderías infantiles y los comedores comunitarios; a los pueblos y comunidades sin obra pública; a los ayuntamientos sin participaciones; a los campesinos que dejaron de recibir fertilizante subsidiado; a las mujeres víctimas de violencia familiar que perdieron los albergues; a las feministas; a los padres y madres de niños con cáncer; a los diabéticos que perdieron de pronto medicina y diálisis gratuitas; a los infectados con VIH que carecen de retrovirales; a médicos, médicas y trabajadores de la salud en general, sin protección adecuada y sin recursos para curar a los enfermos graves de Covid-19. Suma y sigue: a quienes perdieron el empleo y todo o una parte significativa de su ingreso; a las micro, medianas y pequeñas empresas que están cerrando por falta de apoyo gubernamental; a quienes se sienten amenazados por la ley de extinción de dominio; a los empresarios amenazados de ser tratados como miembros del crimen organizado por un error en la tributación; a quienes ya se ven tras las rejas por el abuso de la prisión preventiva oficiosa; a los maestros y maestras sin plaza y con legítimo derecho a ella, a los abogados amenazados y perseguidos por ejercer su oficio en defensa de enemigos del gobierno; a quienes se les ha obligado a ganar menos que el presidente o a quienes han sufrido severos recortes a su salario; a quienes buscan en vano justicia y protección contra el crimen organizado; a los obreros que reclaman mejores salarios, prestaciones y verdadera libertad sindical, y no solo cambio del charro en turno. Y agréguele usted los que tenga en mente. Especial importancia merecen los medios y los periodistas injuriados y amenazados por sus críticas a la 4 T. También a ellos los debemos convocar a la unidad nacional por la justicia y la ley. Ellos saben mejor cuánto se está agudizando y poniendo en evidencia la represión y la persecución política ante la proximidad de las elecciones de 2021; saben que los morenistas tienen miedo de perder el poder por culpa de sus terribles errores, y por eso están echando mano de todo tipo de distractores y del terrorismo político para distraer la atención del público. Circo en abundancia, pero en lugar de pan, garrote vil. Hay que golpear con mano firme a los enemigos para someterlos o refundirlos en la cárcel de una vez por todas. El pretexto del combate a la corrupción es muy eficaz y difícil de desenmascarar. Es eficaz porque el pueblo odia la corrupción y aplaude el castigo severo a los corruptos; y es difícil de desenmascarar porque nadie defiende a un acusado de corrupción, aunque lo sepa inocente, por temor a que lo acusen de cómplice. Así, todos contribuimos con nuestro silencio al éxito de la maniobra oficial. Y esto es particularmente relevante en el caso de los medios. Me llama la atención la facilidad con que caen en contradicciones obvias de las que parecen no darse cuenta. Por ejemplo, son ellos los que denuncian el carácter ilegal de las llamadas filtraciones porque, dicen, viola la secrecía de la investigación y lesiona gravemente el derecho al debido proceso. La filtración incita intencionalmente el linchamiento público del acusado para condenarlo antes que la ley, e impide a los jueces, por eso, dictar libremente la sentencia que a su juicio corresponda. Resulta difícil y peligroso, en tiempos de dictadura, contradecir el veredicto popular. Todo esto es absolutamente cierto, y por eso sorprende más que sean esos mismos medios los que se apresuren a recoger y a difundir diligentemente la filtración, que saben que es siempre ilegal aunque sea cierta. ¿Tanta es la ambición por ganar la primicia o las ocho columnas? ¿No sería esperable, por elemental sindéresis, que él o los medios que reciben la filtración se negaran a publicarla en tanto no dé la cara el responsable de la misma? La segunda contradicción que registro es que, estando claros los medios y los buenos periodistas del terrible e irreparable daño (moral, material y social) que causa el linchamiento mediático, no se den cuenta (o finjan no darse cuenta) de que son ellos los que, al difundir alegremente las filtraciones, ponen en manos del público, ávido de castigo a los perpetradores de delitos particularmente odiosos, las armas indispensables para el linchamiento moral del imputado. Parecen rechazar simplemente su responsabilidad; pero ese rechazo no es suficiente para librarlos de culpa. La tercera contradicción es la afición casi deportiva de muchos columnistas a completar con sus propias acusaciones las contenidas en la filtración; es decir, su gusto por reforzarla sumándole sus propias aportaciones y sellar con ello la suerte del acusado. Y lo más sorprendente es que ellos tampoco aportan pruebas fehacientes (salvo casos raros en que citan documentos o fuentes verificables) de sus dichos. En no pocas ocasiones, además, son los mismos medios y columnistas los que se responsabilizan de la acusación. Con igual frescura e insensibilidad que el gobierno, se arrogan el papel de fiscal, juez y verdugo con el único respaldo de una fuente de muy alto nivel, personas muy cercanas a tal o cual funcionario o testigos confiables que pidieron el anonimato. Eso, como lo entiende cualquiera, no demuestra absolutamente nada. La cuarta y última contradicción es la dureza, la frialdad y la total falta de humanismo que muestran medios y periodistas ante el trato brutal a un acusado. No parecen conmoverse por nada; no parecen preocuparse porque un delincuente, un ser humano, al fin y al cabo, sea maltratado como una bestia inmunda. Los periodistas parecen incapaces de meterse, siquiera por un segundo, en el pellejo de la víctima, o de imaginar que algún día ellos mismos pueden hallarse en una situación parecida. Una deshumanización que procede del sentimiento de invulnerabilidad que les garantizan los poderes públicos para tenerlos de su lado. De ahí su debilidad para ejercer la crítica profunda y consecuente del régimen establecido. Medios y periodistas actúan como modernas Penélopes: en un día destejen lo que han tejido antes con trabajo y esfuerzo. Su correcta y puntual denuncia de los vicios y los abusos de poder queda anulada con la difusión que hacen de las filtraciones ilegales; con las acusaciones sin pruebas que añaden a las del gobierno; y cuando se ponen a gritar a coro con el público asistente al circo: ¡sangre, queremos sangre! de condenados. Y yo me pregunto: ¿qué pasaría si lográsemos unirnos todos los hombres y mujeres buenos de este país con los medios y periodistas más poderosos e influyentes en defensa de la ley, el derecho y la justicia? ¿Qué maravilla de país seríamos capaces de construir entre todos? ¿Un sueño de tontos?

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 22.11.2022

NO HAY MOTIVO PARA EL OPTIMISMO NI EL EXCESO DE CONFIANZA Por: Aquiles Córdova Morán Faltan las cifras definitivas sobre los resultados del 6 de junio para pode...r hacer un juicio definitivo sobre la realineación de fuerzas entre los partidos del Gobierno y la alianza opositora, en particular en la Cámara de Diputados, el escenario que todos consideramos crucial para el futuro inmediato del país. Sin embargo, aun con los resultados preliminares, hay consenso en tres puntos fundamentales. El primero es que el reparto de la cifra total de votos emitidos en todo el país entre gobierno y oposición, permite afirmar con certeza que el apoyo de Morena disminuyó y el de la alianza PRI-PAN-PRD aumentó de modo significativo. Estamos hablando de algo así como un 44% para Morena y un 40% para la oposición. Grosso modo, el país luce dividido por mitad. El segundo punto es que, de acuerdo con estos resultados y con las cifras sobre el número de diputados de que dispondrá cada bloque, Morena no contará con la ansiada mayoría calificada (dos tercios del total de los diputados), condición indispensable para aprobar sin problemas las iniciativas del presidente, por ejemplo, más reformas a la Constitución (algunos hablan, incluso, de una nueva Constitución que sustituiría a la actual) y la supresión, modificación o control absoluto de los organismos independientes, algunos verdaderos pilares de nuestra democracia, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la Judicatura Federal, el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). El tercer punto es la pérdida del 56% (9 de 16) de las alcaldías de la Ciudad de México. Creo que tienen razón quienes dicen que la importancia cualitativa de esta derrota rebasa con mucho su dimensión cuantitativa, porque la capital del país ha sido por 24 años el principal bastión de la izquierda mexicana, independientemente de los distintos avatares con que se ha presentado al electorado capitalino, y ha sido, también, desde siempre, el corazón y el cerebro de la nación, el ejemplo a seguir por el resto del país. Diré de paso que no comparto, en cambio, la opinión de que la línea divisoria entre los votantes de Morena y los de la oposición es una línea estrictamente clasista, es decir, que por Morena votaron puros pobres (y con baja escolaridad por eso mismo), y por la alianza opositora pura clase media y sectores de altos ingresos, con un nivel educativo de cuando menos la preparatoria completa. Afirmar, o al menos aceptar esto, es caer en el determinismo económico, es decir, en la tesis probadamente falsa de que la situación económico-material de la persona determina, de forma directa y fatal, su manera de ser y de pensar. Este determinismo económico niega la actividad cognitiva lógica, el proceso de conceptualización y racionalización de la realidad material realizado por el cerebro humano para entender y finalmente apropiarse de esa realidad. El determinismo económico equipara el cerebro con un espejo cuya única función es reproducir fielmente la realidad; es la obsoleta teoría del reflejo sobre el conocimiento humano. Además de esto, hace a un lado la influencia que sobre cada individuo ejercen los demás individuos y la sociedad en su conjunto, a través de una gran variedad de formas y canales de comunicación, que tienden a equilibrar la acción de la situación material. Finalmente, olvida que los pobres y trabajadores no son los únicos oprimidos por el capital; que también lo son las clases medias, asalariadas al fin y al cabo, e incluso la pequeña y mediana burguesía, que tienen que trabajar directamente para salir a flote. La opresión de estas clases difiere en el grado y la forma respecto a los trabajadores manuales, pero de todos modos existe y es un factor que las acerca a los menos favorecidos. Son las primeras en entender y protestar por la mala situación, precisamente porque su mayor nivel de escolaridad las hace menos manipulables, menos fáciles de engañar y de comprar. Esto es lo que enseña el voto de los capitalinos. Retomo el hilo de mi artículo. Los tres puntos de consenso han generado un coro de voces que afirman que el pueblo envió un mensaje claro y contundente al presidente y a sus morenos: no al autoritarismo, a la autocracia, a las reformas regresivas y autoritarias de las leyes y a la Constitución, a la supresión o al control de los organismos autónomos por el poder Ejecutivo. Alto definitivo al discurso rijoso, intolerante y acusatorio del presidente y sus acólitos. Tal opinión sugiere que, a partir de la instalación del nuevo Congreso el 1 de septiembre, habrá un cambio radical en el rumbo del país, beneficioso para todos, en acatamiento del mandato de las urnas. Con el debido respeto, discrepo nuevamente. A mi juicio, este punto de vista peca de optimismo y confunde sus deseos con la realidad. Primero porque, aunque concuerdo con la interpretación del mensaje, me parece obvio que los votantes no fueron lo suficientemente enérgicos y contundentes en las urnas como para mover y conmover un voluntarismo tan terco como el del presidente. Sus primeras declaraciones y sus ataques destemplados a los votantes de la capital no dejan lugar a dudas: si leyó el mensaje, lo entendió al revés. Y como dicen los argentinos, para bailar tango se necesitan dos, es decir, para cambiar el rumbo del país, no basta que entienda el mensaje solo la oposición; es indispensable que también lo hagan el presidente y los suyos y que lo acepten y se dispongan a ponerlo en práctica. Pero por su discurso mañanero, podemos estar seguros de que esto no es así; que para él hubo un claro apoyo a su 4T y la orden de proseguir sin desmayo por el mismo camino. Lo que nos espera en el corto plazo es más de lo mismo, solo que corregido y aumentado por el apoyo popular. Para la oposición, el reto es librar una batalla continua y sin claudicaciones contra las iniciativas perniciosas del presidente, lo que no será fácil porque seguirá siendo minoría. Y más. Esta batalla exige presentar un frente único, un bloque sólido e irrompible dispuesto a asumir todos los riesgos en defensa del Estado de Derecho, la Constitución y sus leyes derivadas y el régimen democrático de los mexicanos. ¿Podemos dar por seguro ese bloque sólido e irrompible? ¿Hay bases suficientes para confiar en que así será? La única garantía que tenemos hasta hoy son las declaraciones que, en ese sentido, han hecho los líderes de los tres partidos aliados. ¿Podemos confiar en tales declaraciones? La Biblia dice: Por sus frutos los conoceréis. ¿Cuáles son esos frutos? Si revisamos solo lo que va del presente siglo, fácilmente nos daremos cuenta de que no son los que se necesitan para generar confianza en sus promesas. Todos los analistas serios han señalado que, en los casi tres años que lleva López Obrador en el poder, la oposición se ha esfumado, ha desaparecido del escenario nacional. En vez de hablar y combatir con energía a favor de su punto de vista -dicen- solo ha habido un silencio hermético (¿miedo?, ¿mesura y precaución?). Y en las raras ocasiones en que han actuado, ha sido respaldar, con argumentos deleznables o bizantinos, las reformas obradoristas. No sabemos exactamente a cambio de qué, aunque hay quienes hablan de blindaje para sus líderes más conspicuos contra acusaciones por reales o supuestos delitos. Si esto es cierto o no, no me toca a mí decidirlo; pero lo que sí puedo afirmar, como todo mundo, es su silencio e inactividad en momentos cruciales, y también que la política de sobreponer las ambiciones personales sobre los intereses nacionales ha sido una penosa constante en la política mexicana desde hace muchos años. El Movimiento Antorchista Nacional fue de los primeros en proponer una alianza nacional para hacer frente a Morena; y fue el único que insistió en que, para ganarse a las masas, era indispensable construir entre todos una propuesta integral que dejara claro cuáles son las prioridades nacionales y cómo se pensaba atacarlas. Un nuevo modelo de país que se comprometiera cabalmente con los marginados, pero también con toda la nación, para rescatarla del abismo de desigualdad, pobreza y dependencia económica en que se halla sumido desde siempre. Nadie nos tomó en serio. La alianza fue a la campaña montada en un discurso acusatorio pero sin la necesaria autocrítica sobre sus propios errores y sin decir en qué tiene razón el diagnóstico que llevó al poder a López Obrador. No hubo, por tanto, un compromiso claro de corregir el rumbo ni de cumplir lo que él solo prometió. El pobre resultado del 6 de junio habla por sí solo. Y aun esa raquítica ventaja no significa simpatía y aprobación de la alianza opositora. Se trata del clásico voto de castigo, del repudio a la política del presidente y los morenistas, que cachó la oposición simplemente porque no había nadie más que lo hiciera. De su clara reticencia a cambiar en serio y a comprometerse con los marginados y con el país, nace la duda de muchos de si la bancada aliancista se mantendrá firme y unida, sin traicionar, claudicar ni negociar a espaldas de los otros aliados, para frenar el desastre nacional morenista, a pesar de la evidencia de que esta será su última y mejor oportunidad de posicionarse con rumbo a la elección presidencial de 2024. Y para documentar nuestro optimismo, como solía repetir irónicamente Carlos Monsiváis, cierro mi comentario con dos citas recientes. EL FINANCIERO del 10 de junio cabeceó así una nota: Algunos priistas tienen su corazoncito más <> que <>: Camarena. Añade la nota: Salvador Camarena sostuvo que ante el resultado de las elecciones, vamos a ver una diáspora política. Y más abajo: Además, destacó que la clase política mexicana no es confiable, por lo que no hay una alianza que contenga al actual titular del Ejecutivo. Por su lado, EL UNIVERSAL del 11 de junio informó: Priistas exigen renuncia de Alejandro Moreno a la dirigencia del PRI; alertan alianza con Morena. Y hay más; pero creo que con esto basta para demostrar que no soy yo quien inventa el riesgo y sus causas, ni el único alucinado que avizora un futuro poco promisorio a raíz de la elección del 6 de junio. El tiempo tiene la última palabra.

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 22.11.2022

¿FIN DE LA EMPRESA PRIVADA O PROPAGANDA ELECTORAL? Por: Aquiles Córdova Morán Con fecha 20 de febrero, EL UNIVERSAL publicó una nota firmada por el reportero Pe...dro Villa y Caña con el siguiente título: A robar a otro lado, México ya no es tierra de conquista: AMLO a empresas extranjeras. En el texto se dice: El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que en sexenios pasados empresas extranjeras del sector energético utilizaban al gobierno para sacar provecho, por lo que veían a México como tierra de conquista, pero aseguró que eso se terminó y manifestó: <>. La nota está fechada en la Paz, Baja California Sur. Si se piensa un poco el pronunciamiento presidencial, resulta claro que se trata de un reto de enorme repercusión en el presente y el futuro de la nación. Para entender sus implicaciones, hay que aceptar que ese discurso encuentra cierto apoyo en una realidad que muchos mexicanos conocen o intuyen y que les molesta y lastima profundamente. Me refiero al muy visible predominio del capital extranjero en las principales ramas de la actividad industrial, la Banca y el comercio del país, un predominio que le garantiza muchos privilegios y abusos en detrimento de la equidad social y de la soberanía nacional. En teoría, la inversión privada extranjera acarrea grandes beneficios a los países en desarrollo, por ejemplo, impulsa el crecimiento económico gracias a la transferencia de tecnología; genera empleos e incentiva la creación y modernización de infraestructura. En la práctica, sin embargo, se ha comprobado que no es así. No hay un solo ejemplo de país que haya salido de su rezago tecnológico gracias a la transferencia de tecnología de punta de los países avanzados; el capital extranjero distorsiona el crecimiento económico del país huésped forzando su aparato productivo a volcarse hacia el mercado exterior con total abandono de la demanda interna. Algo semejante ocurre con la infraestructura, que debe diseñarse y ejecutarse en función de las necesidades de exportación y no de las del propio país; y la generación de empleos es ilusoria, porque la inversión extranjera se aplica a las industrias altamente tecnificadas y automatizadas que, por eso, demandan poca mano de obra. Se suele citar a las maquiladoras como ejemplo en contrario, pero se olvida que también son ejemplo de bajos salarios, sobreexplotación de la mano de obra e inestabilidad en el empleo. Otro efecto negativo, que de alguna manera toca el discurso presidencial, es su gran influencia política que le ha permitido acaparar nuestra industria extractiva, con muy bajas regalías para el país y con severas afectaciones al medio ambiente. Es posible, como dije, que estas y otras razones parecidas se hallen en el fondo del rechazo y la condena presidencial a los inversionistas extranjeros del sector energético; pero lo que sí es seguro es que mucha gente, que sabe o intuye esta realidad y se siente ofendida por ella, se identificará con la frase lapidaria del Presidente: ¡a robar a otro lado! y, por eso mismo, resulta bastante eficaz y oportuno como recurso para hacer proselitismo electoral. Pero visto como síntesis de su política económica, como piedra fundamental de su estrategia para recuperar la soberanía nacional, es un peligroso error del que pueden derivarse graves daños y conflictos para el país. Veamos por qué. Lo primero que habría que preguntarle al Presidente es el porqué de la evidente parcialidad de su juicio porque, si lo que dijo en Baja California Sur lo piensa en serio, debería aplicarlo a toda la inversión extranjera y no solo a la del sector energético. ¿O qué, las automotrices, las fabricas de componentes para la producción de los gigantes digitales y para la industria militar y espacial norteamericanas, los grandes capitales bancarios y comerciales, etc., no sacan provecho de los mexicanos y no influyen en la política nacional? ¿Son acaso fundaciones humanitarias sin propósitos de lucro o con exclusiva vocación de servicio social? ¿Podemos pensar seriamente en que para ser un país realmente soberano basta con poner el petróleo y la electricidad en manos del Estado mexicano? Y más todavía: debería aplicarlo a la misma inversión nacional por las mismas razones que a toda la inversión extranjera. De este modo, ampliado el juicio presidencial hasta abarcar su dominio lógico completo, se pone en evidencia la férrea disyuntiva que encierra: o bien se acepta como un juicio parcial y, por tanto, erróneo y destinado al fracaso; o bien es un recurso retórico para esconder a los mexicanos su intención de erradicar la inversión privada como tal en nuestro país, es decir, destruir el sistema capitalista para poner en su lugar un sistema nuevo que el país desconoce. Sería, por tanto, un proyecto social que busca imponerse por sorpresa o a la fuerza, mediante una dictadura personal secundada solo por la claque morenista y, tal vez, por una parte de nuestras fuerzas armadas. Dije en mi artículo de la semana pasada que la corrupción, correctamente entendida, es siempre redistribución (ilegal) de una riqueza previamente producida. ¿Producida dónde, cómo y por quién? En nuestro mundo actual, puede afirmarse que la riqueza se produce, aquí y en China, en las fábricas y en el campo, gracias al trabajo de los productores directos que son, y han sido siempre, los obreros y los campesinos. La característica del capitalismo desde este punto de vista consiste en que las fábricas y la tierra, al menos la de mejor calidad, son de propiedad privada, pertenecen a una persona física o moral y, por tanto, la riqueza que se produce en ellas es también de su propiedad. Como dijo Marx, la diferencia entre el artesano feudal y el capitalista moderno radica en que el primero basa su derecho de propiedad sobre la mercancía fabricada por él en el trabajo; mientras en el segundo se apoya en la propiedad de los medios y los recursos con que se produce. El artesano podía decir: esta mesa es mía porque yo la hice; el burgués dice: este lote de zapatos es mío porque todos los recursos con que se fabricó, incluido el trabajo del obrero, son míos, yo los compré con mi capital. Y es ese cambio operado en la fuente del derecho sobre la riqueza social, lo que permite al capitalista apoderarse de ella y concentrarla en sus manos. Es un derecho que, bien entendido, no le otorgó nadie sino que surge del desarrollo mismo del modo de producción, es decir, del modo en que la sociedad se organiza para producir los bienes y servicios que necesita para vivir y reproducirse. No se trata, pues, de un problema moral o de derecho civil o penal, y es un disparate llamar robo al máximo provecho que saca el capitalista de un sistema social diseñado para él. El reparto equilibrado de la riqueza social tampoco es un problema de moral o de justicia abstracta, es una necesidad del sistema que, llegado a cierto nivel crítico de desigualdad, se da cuenta de que necesita de tal redistribución para seguir funcionando con seguridad, como acaba de recordarnos Klaus Schwab, Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial, con su proyecto del Gran Reinicio. Aun en este caso, el reparto no obedece nunca a la buena voluntad de los capitalistas o del Estado; es un problema objetivo que se resuelve mediante la confrontación de fuerzas objetivas: la de la clase patronal y la de la clase obrera y el pueblo en general. El otro camino para evitar, no ya la excesiva concentración de la riqueza sino el acaparamiento privado de la misma, es la supresión de la propiedad privada sobre los medios de producción, fuente del derecho del capital para adueñarse del producto del trabajo ajeno, y transformarlos en propiedad de los productores directos. Con este cambio, ya no es el capitalista sino el obrero el que puede decir: esto es mío porque lo hice yo con mis propios medios y recursos. Pero esto, que en teoría parece claro y sencillo, en la práctica ha resultado muy complejo y difícil de realizar. Después de 104 años desde que Lenin y su partido llevaron a cabo la expropiación de los expropiadores en octubre de 1917, hoy la humanidad sabe que es un error suprimir de tajo la propiedad privada y sustituirla sin más por la propiedad social. Rusia, por un camino traumático del que aún no acaba de reponerse; China por un golpe de timón menos aparatoso tras la muerte de Mao y el arribo de Deng Xiaoping al poder en 1978; Cuba, ahora bajo la presidencia de Díaz-Canel, han acabado reconociendo esta verdad y han tenido que retroceder algunos pasos para abrir espacio al mercado y a la producción privada y, de ese modo, reforzar sus economías y salvar sus conquistas sociales. La lección es dura pero irrefutable: los socialistas no deben suprimir voluntaristamente y de un solo golpe la propiedad privada, si no quieren fracasar rotundamente en sus propósitos de reivindicación social. Una vez conquistado el poder por las clases trabajadoras, lo que se debe hacer es poner en ejecución un plan científicamente elaborado donde se precisen las metas económicas y sociales de corto y mediano plazo que, además, esté claramente al servicio de las metas estratégicas de largo plazo del país y del pueblo trabajador. Este plan debe incluir sin falta al sector privado de la economía, buscando armonizarlo con el resto del plan sin restringir su libertad ni poner obstáculos artificiales a su inevitable tendencia a la máxima ganancia. Su control y regulación, absolutamente necesarios en la nueva economía, tienen que ser los límites y las metas del propio plan nacional de desarrollo. Solo así será posible el aprovechamiento de las ventajas y capacidades del capital para producir riqueza con la máxima eficiencia y con los menores costos posibles. Con el poder político en manos del pueblo trabajador, se puede lograr que el capital privado se convierta en una poderosa palanca en la generación de riqueza y bienestar para todos. En México estamos a tiempo de lograr un acuerdo entre el poder público y la empresa privada sobre la base de un plan nacional de desarrollo que elimine los extremos de miseria y riqueza, dé un impulso poderoso al desarrollo de la economía nacional y eche las bases, sólidas y firmes, para la conquista de la verdadera soberanía nacional. Desde esta perspectiva, el grito radical del presidente puede ser un éxito propagandístico, pero como síntesis del proyecto revolucionario que México necesita, es un error y un grave riesgo que acabará pagando el pueblo.

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 22.11.2022

LOS RIESGOS DE UNA CRÍTICA INCONGRUENTE Por: Aquiles Córdova Morán Leí en EXCELSIOR del 26 de junio la columna de Ricardo Alexander Márquez El narcoestado mexic...ano, que me causó gran impresión por la oportunidad, claridad y penetración del autor sobre el asunto que aborda. Comparto con mis pocos lectores las ideas que creo centrales del artículo. Seguimos negando la realidad. No fue suficiente ver cómo desmantelaba a la Policía Federal, o dejaba doblegar a su gobierno por Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo. Tampoco que dijera que su estrategia consistía en abrazos, no balazos, mientras todos los días 100 mexicanos son asesinados de maneras inimaginables. Ni siquiera que le agradeciera al crimen organizado por <> durante las elecciones del pasado 6 de junio, mientras criticaba a quien no votó por su <>. No sólo es un desastre, sino que lo que está sucediendo es criminal. Su desidia e incapacidad nos ha vuelto cínicos. Ya no nos escandaliza ver videos de ejércitos privados retando al Estado mexicano o que sicarios vayan cazando a ciudadanos inocentes, como lo ocurrido hace unos días en Reynosa. Incluso los cuerpos desmembrados ya son cosa de todos los días en muchas partes del territorio nacional. Mejor hablar de estupideces como la venta del avión presidencial o la nueva ocurrencia de las conferencias mañaneras. En menos de tres años han sido asesinadas más de 87 mil personas por el crimen organizado. Más del doble que en sexenios anteriores, en el mismo periodo. Y más abajo: Parece que existe un pacto de impunidad. Una abierta renuncia a ejercer el Estado de derecho y perseguir al crimen organizado que hace y deshace a su antojo. Y a nadie le importa. Al final, da igual la cancelación del aeropuerto. Sus mentiras en la conferencia mañanera o sus encuestas amañadas. Incluso su injerencia en los otros poderes. El tema es el narcoestado en el que vivimos. Sí, es verdad que muchos nos negamos a ver la realidad. Seguimos lanzando advertencias sobre el peligro inminente de que el poder de la nación caiga en manos del crimen organizado y pasamos por alto los hechos que dicen con toda claridad que es eso precisamente lo que estamos viviendo. En un México calcado del universo literario de Franz Kafka, <> a uno de los artífices del desastre, Alfonso Durazo, con la gubernatura de un estado clave para el tráfico de drogas. Justo en el momento en el cual está siendo clara la injerencia del crimen organizado en las elecciones a cargos públicos, afirma correctamente Alexander. Pero nos negamos a detectar y denunciar a quiénes fabricaron ese triunfo, manipulando, comprando o intimidando al electorado de Sonora. Y hay material para hacerlo. Muchos reporteros y medios, con gran profesionalismo, reseñaron puntualmente la operación del crimen organizado en estas elecciones. Un ejemplo: el portal EME/EQUIS del 23 de junio, dijo: Cada vez surgen más testimonios de presunta participación del crimen organizado en los triunfos de Rubén Rocha Moya, Alfredo Ramírez Bedolla y Ricardo Gallardo Cardona. Y en seguida asegura: Diversas instancias federales han dejado correr información de que las campañas de Rubén Rocha Moya, Alfredo Ramírez Bedolla y Ricardo Gallardo Cardona fueron apoyadas con recursos provenientes del narcotráfico. Hay que notar que se trata de información de diversas instancias federales, lo que las vuelve certezas poco discutibles. Los partidos de la Alianza por México, PAN, PRI y PRD, han denunciado el secuestro de más de un millar de sus representantes electorales, sometimiento de cuerpos de policías municipales enteros por parte de la mafia, robo de más de un centenar de urnas en sólo una ciudad y amenazas a los candidatos que decidan impugnar. Las manifestaciones condescendientes del presidente de la República hacia personajes ligados al grupo delictivo del Cártel de Sinaloa, dotan de un cariz aún más oscuro al proceso electoral del 6 de junio en esas regiones, dice EME/EQUIS. Todo esto se queda corto ante la realidad, por ejemplo, lo que pasó en Oaxaca, en Guerrero, Colima, Nayarit, Veracruz, Zacatecas y el Estado de México, por mencionar los casos más significativos. En todos estos casos, según medios locales, e incluso nacionales, se puso en práctica el mismo modus operandi pero con una frecuencia, intensidad y ferocidad mayores. Las amenazas a candidatos para que renunciaran o no hicieran campaña (recordemos el sonado caso de Sudikey Rodríguez, candidata priista a la alcaldía de Valle de Bravo, Estado de México), a decenas de precandidatos para que no se registraran, la compra masiva de votos, de funcionarios de casilla y de Comités electorales, municipales y distritales, fueron abiertas y descaradas como nunca antes. Los detalles de este gigantesco operativo para torcer la voluntad popular tal vez pasen desapercibidos para la mayoría de la opinión pública, pero no sus apabullantes resultados: toda la costa del Pacífico (Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Colima, Nayarit, Sinaloa y Sonora) quedó en poder ¿de quién? Oficialmente, de Morena, pero en realidad, el verdadero triunfador es el crimen organizado, según la unánime opinión popular. Y no lo olvidemos: vox populi, vox Dei. Entre el coro de voces que denuncian los hechos, destaca la del todavía gobernador de Michoacán, Ing. Silvano Aureoles Conejo, por razón de que, en virtud de su elevado cargo, tiene más y mejor información que la gente de la calle. Contra lo que afirman algunos, esta no es la voz de un hombre derrotado y con miedo por la futura persecución, pues hay otros gobernadores con la misma derrota artificial y con igual o parecida amenaza futura que, sin embargo, están lejos de la gallardía de Aureoles Conejo. Los críticos olvidan, además, que no es la primera vez que Aureoles se arriesga a poner la verdad en su sitio. Fue fundador de la Alianza Federalista y uno de sus voceros más consecuentes y firmes; cuando se nos vino encima la pandemia, fue de los pocos que denunciaron públicamente que el equipo de protección para el personal del sector salud era de una calidad inferior, incluso, al que normalmente usan médicos y enfermeras. También denunció la falta de presupuesto a los estados, que les impedía proteger la salud y la vida de sus gobernados. Hoy que el servilismo tiene de rodillas a políticos aparentemente grandes y poderosos, ese mismo Aureoles Conejo, sabedor de que su poder agoniza y de la saña vengativa del enemigo, vuelve a alzar la voz para informar al país lo que realmente ocurrió el 6 de junio, particularmente en Michoacán, su estado. Así lo afirma la nota de EME/EQUIS: El gobernador saliente de Michoacán, el perredista Silvano Aureoles, no se anda con rodeos. Dice: <>. Y en otro párrafo: Entrevistado por Ciro Gómez Leyva en su programa de Grupo Fórmula, Aureoles Conejo remachó: <>. Aunque cada quien es libre de pensar lo que quiera de Silvano Aureoles, creo que la sana lógica dice que lo que ahora importa es lo siguiente: ¿es verdad, o no, lo que afirma? No se trata de hacer profesión de fe ciega, sino de confrontar su dicho con los hechos que los medios han difundido hasta la saciedad, para saber la respuesta correcta. Y si Aureoles Conejo dice la verdad, le presta con ello un gran servicio a México, igual que Ciro Gómez Leyva al darle voz a su denuncia, o lo que destacadamente hacen, también con riesgo de su libertad y de su integridad personal, los valientes y lúcidos Loret de Mola y Brozo. Y por tanto, merece un trato igual a ellos, es decir, el aplauso y el apoyo de todos los mexicanos limpios. Me sorprende por eso, encontrar en críticos tenaces y lúcidos de los errores, abusos y mentiras del gobierno actual, comentarios como estos: Ciro cimbró la mañana de ayer de cara a una elección que podría terminar con el gobernador saliente en la cárcel. O esta otra: Consciente de lo peligroso de su destino, recordó que Ramírez Bedolla dijo que ya lo investigará pero que <>. Incontinente (es decir, en buen castellano bocón), el gobernador tocó fondo al decir que, por la estrategia de abrazos, no balazos <>. Se puso, pues, de pechito Estas afirmaciones adelantan, a mi juicio, la represión política de Aureoles Conejo con cierta mal disimulada aprobación. Un último comentario inesperado: Hoy está claro que Silvano Aureoles sabe que haberlo derrotado en la pasada elección es apenas el primer paso de lo que vendrá para él después de octubre, cuando tiene que entregar el gobierno a su sucesor de Morena. No le esperan buenos tiempos y es tan claro que lo sabe que ha comenzado a disparar en contra de los que podrían convertirse en sus verdugos con el fin de anticiparse y victimizarse de cara a lo que puede venir en la revisión de las cuentas públicas y los gastos de su administración. Esta es una acusación anticipada y sin pruebas, y no es lógico que venga de quienes han sufrido en carne propia ese mismo abuso de poder. ¿Dónde quedó la solidaridad racional frente al verdugo común? Ciro Gómez Leyva es enemigo probado de los antorchistas; Loret de Mola y Brozo no nos consideran dignos (creo) de su atención; y el Ing. Silvano Aureoles ha mantenido con el antorchismo michoacano una relación estrictamente oficial. Nada más. A pesar de esto, reconocemos, aplaudimos y defendemos el servicio que todos ellos le prestan a México hablándole con la verdad. Y no somos lambiscones de nadie ni buscamos recompensa de ningun tipo. Que conste.

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 22.11.2022

¿CUÁL ES EL PELIGRO REAL DEL REGRESO A CLASES? Por: Aquiles Córdova Morán La urgencia de que la niñez y juventud retornen a las aulas es una preocupación que c...omparte el mundo entero. En Europa, en Asia, en América Latina y en los mismos Estados Unidos, hay muchas voces autorizadas que plantean el retorno de niños y jóvenes a las aulas como una necesidad inaplazable, para no seguir ahondando los daños que ya les está causando el cierre de escuelas y universidades. Sin embargo, con el tiempo, se ha podido comprobar poco a poco que no todos los que se ocupan de la pandemia lo hacen partiendo de la misma base y buscando el mismo objetivo. Quizá sean mayoría los que se preocupan genuinamente por la salud y la vida humanas; el resto, en cambio, tiene como interés prioritario la restauración inmediata del funcionamiento de la economía, es decir, su propósito es la conservación y prosperidad de los negocios y de las mayores utilidades de la empresa privada. Las dos líneas sobre el combate a la pandemia son, tanto en México como en el mundo, la de quienes opinan que hay que apoyarse en los recursos que proporcionan la ciencia y la experimentación científica, y los que fingen aceptar esto pero, en realidad, piensan que lo correcto es procurar la inmunidad de rebaño. Así se explica que estos últimos se opongan y critiquen medidas tan elementales como el uso del cubrebocas; el confinamiento social; la utilidad de efectuar el mayor número de pruebas; si deben recibir atención médica todos los infectados, graves o no; etc. Detrás de esta discusión aparentemente absurda, se esconde el deseo de imponer la inmunidad de rebaño. La inmunidad de rebaño surge del estudio de las pestes que diezmaron Europa en la antigüedad y durante la Edad Media, es decir, en la época en que la medicina estaba en pañales y nadie hacía nada contra la peste porque nadie sabía qué hacer ni cómo hacerlo. La inmunidad de rebaño es, en realidad, el simple esperar a que la naturaleza de cada quien haga lo suyo y resignarse a que sobrevivan los más fuertes y vigorosos y sucumban todos los demás. Es la ley del más fuerte o selección natural que rige en las colectividades vegetales y animales, allí donde no hay ni puede haber defensa consciente y colectiva frente a la amenaza externa y el canibalismo interno; donde no hay ni puede haber ciencia ni científicos que guíen la lucha colectiva contra el enemigo; es el llamado darwinismo social cuyos partidarios más ilustres, como Nietzsche, lo enarbolan como el mejor camino para la superación de la humanidad, porque barre toda la escoria social (los enfermos, los viejos, los deformes, los inválidos y los débiles) y solo deja a los sanos, vigorosos y triunfadores. La sociedad tira lastre: pierde en número pero gana en calidad de sus miembros. Según los partidarios vergonzantes de la inmunidad de rebaño, los que se tengan que morir que mueran; que se acaben los débiles, enfermos y viejos, y también los pobres que no puedan pagarse un buen hospital y una buena atención médica. Por eso desde el principio ocultaron la letalidad del coronavirus y negaron la necesidad del distanciamiento y el confinamiento social. En su lugar, llamaron a la población a salir sin miedo, a disfrutar del sol y el aire puro. También se negaron a efectuar pruebas masivas a la población, prohibieron a los hospitales públicos recibir enfermos no graves aunque claramente infectados, ocultaron las cifras reales de contagiados y muertos y se rehusaron a declarar oportunamente la alerta en las poblaciones de mayor riesgo. Se aventuraron a poner fin prematuramente al laxo confinamiento que habían decretado en la fase más aguda de la primera ola, con lo cual incrementaron las cifras fatales, y hoy defienden la misma posición a pesar de los crecientes rumores de una nueva ola, más infecciosa y letal. Y es en medio de este poco alentador panorama que se viene intensificando ostensiblemente una campaña de medios en favor de la rápida normalización de la actividad económica y de la reapertura de escuelas y universidades. Se busca convencernos de que, si no queremos sufrir las consecuencias de un colapso económico universal y de una catástrofe educativa, debemos aceptar que obreros y jóvenes de ambos sexos regresen de inmediato a las fábricas y a las escuelas aun a riesgo de contagiarse y morir por Covid-19. Respecto a los niños y jóvenes, la campaña pone énfasis en el daño psicológico que les está provocando el encierro y el alejamiento de sus compañeros, amigos y maestros. Se habla de decaimiento general, de pérdida de interés en el estudio, de falta de atención y concentración y, en los casos más graves, de depresión y tendencias suicidas. Estos argumentos parecen bien fundados y bien intencionados a primera vista, pero no debemos olvidar que hay países que han logrado mantener en funcionamiento su aparato productivo y hace rato que reabrieron sus instituciones educativas sin necesidad de poner en riesgo la vida de sus trabajadores y de sus jóvenes. Tales son los casos de China, Vietnam, Cuba, Rusia e incluso Japón y Corea del Sur. La diferencia con las grandes potencias imperialistas como EE UU y Gran Bretaña, reside en la estrategia que unos y otros adoptaron frente a la pandemia. El primer grupo desechó desde el primer momento la inmunidad de rebaño y apostó decididamente por los métodos que aconsejan la ciencia y la medicina modernas; el segundo grupo hizo suya esa estrategia y los resultados están a la vista. De aquí se desprende que la campaña mediática en pro de la apertura de empresas y centros educativos es la misma inmunidad de rebaño vestida con ropaje distinto: los obreros y estudiantes que tengan que morir que mueran, pero hay que salvar las utilidades de la gran empresa privada. Sobre los daños psicológicos a niños y jóvenes que maneja la campaña en marcha, hay que decir que no son nuevos; han existido siempre y nadie ha probado, mediante estudios rigurosos, que hayan sufrido un incremento peligroso a raíz de la pandemia. Reconocidos especialistas críticos sostienen que tales argumentos, aunque ciertos en sí mismos, están intencionalmente exagerados en número y gravedad para obligar a padres y madres a arriesgar la vida de sus hijos a cambio de su salud mental y de una supuesta educación de calidad. La revista médica británica BMJ escribió en febrero de este año que la respuesta del Gobierno británico a la pandemia podría calificarse de un asesinato social (World Socialist Web Site, del 3 de abril); la misma página digital denunció el 24 de marzo: Facebook amenaza a grupos de maestros que se oponen a insegura reapertura escolar. Lo que viene a reforzar la conclusión antedicha. No está a discusión si nuestros niños y jóvenes deben ser rescatados de la inactividad intelectual, de la pésima educación virtual, del daño psicológico, anímico y relacional que les pueda causar la ausencia de sus maestros, amigos y compañeros. La duda radica en si en verdad no hay otro camino que exponerlos al contagio y a la muerte a cambio del retorno a la vida normal a que tienen derecho. Y la respuesta contundente es: NO, no es el único camino. Por principio de cuentas, nunca habríamos llegado a esta disyuntiva mortal si el Gobierno hubiese adoptado desde un principio la estrategia seria y responsable de China, Japón o Corea del Sur; pero ya que estamos en la encrucijada, el Gobierno está obligado a vacunar a todos los niños y jóvenes antes de decretar el regreso a clases; a remozar todos los planteles, patios de recreo y aulas; a garantizar el control del estado de salud de cada estudiante antes de ingresar a la escuela y las medidas de seguridad e higiene básicas para alumnos y maestros. Hoy, nadie está en condiciones de garantizar que todo eso existe o que estará disponible a tiempo. Hay cifras de sobra para documentar que la deserción escolar en México es catastrófica; que la educación virtual es pésima en general y que en muchos lugares es imposible por falta de los dispositivos electrónicos necesarios o por insuficiencia económica de la familia; las madres solteras con hijos sufren doble daño, la falta de educación de sus hijos y las dificultades para salir a ganar el sustento. Aprovechándose de todo esto, el presidente López Obrador y su secretaria de Educación Pública ya anunciaron que en poco tiempo se reanudarán las clases presenciales, pero nada dijeron de la seguridad de alumnos y profesores. Y el peligro es real: durante el tiempo que lleva la pandemia, casi 50 mil niños y adolescentes se han contagiado de la Covid-19, y la evidencia empírica muestra que la convivencia escolar eleva los contagios hasta en un 40% (EME/EQUIS del 24 de marzo). Además, aunque jóvenes y niños parecen curarse fácilmente, pueden tener secuelas duraderas y graves, por ejemplo, un daño permanente en los vasos sanguíneos que podría provocarles un infarto cardíaco mortal a los 30 años, según el especialista alemán Dr. Drexler. Pero la secretaria de Educación Pública afirma tajante: Es una cuestión de salud mental (EME/EQUIS, 24 de marzo). Se limita a repetir, pues, el espantajo ideológico de los partidarios de la inmunidad de rebaño. ¿Y qué dicen a todo esto los estudiantes, los verdaderos afectados por estos chalaneos científico-ideológicos de los cruzados de la inmunidad de rebaño? Solo he escuchado una sola voz en el desierto, sensata, exacta y que formula la cuestión en términos precisos e indiscutibles. Es la voz de Isaías Chanona Hernández, líder de la FNERRR (Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez), que sostiene: queremos y debemos volver a las aulas, pero no queremos ir al matadero. Exigimos que primero se nos vacune a todos. (FACTOR NUEVE del 25 de marzo). Por mi parte, comparto sin reservas esa postura y ojalá reciba todo el respaldo que merece de parte de todos los estudiantes mexicanos que lean o escuchen ese pronunciamiento de Chanona.

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 22.11.2022

LOS RIESGOS DE UNA CRÍTICA INCONGRUENTE. Buenos días. Te comparto mi opinión semanal que hoy se publica en el diario nacional El Universal Nación. También lo puedes leer en nuestro portal de internet www.movimientoantorchista.org.mx

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 21.11.2022

EL RETO DE LA ECONOMÍA DE MERCADO ES FRENAR LA CONCENTRACIÓN DEL INGRESO Por: Aquiles Córdova Morán No es un problema exclusivo de México sino de todos los paí...ses del mundo con economía de libre mercado e inversión privada. No hay duda ya de que la estabilidad y la paz sociales están en riesgo en todas partes debido a la excesiva e irracional concentración del ingreso y a la desigualdad y pobreza que crecen proporcionalmente. En otras palabras, hay consenso mundial en que el gran reto del sistema capitalista, dominante en la mayor parte del planeta, es frenar la desmesurada concentración de la renta nacional y proceder a un reparto más equilibrado del ingreso para bajarle presión a la inconformidad y a la polarización crecientes, que hacen temer una explosión social de grandes proporciones. La idea de que la excesiva concentración del ingreso es la causa de la desigualdad y la pobreza y, por tanto, de la inconformidad social, no es reciente. En el prólogo a una investigación de la CEPAL publicada en abril de 2015, la Secretaria Ejecutiva de ese organismo regional, Alicia Bárcena, escribió lo siguiente: En los últimos años, y en alguna medida a consecuencia de la crisis de 2008-2009, surgió con fuerza en la escena internacional el debate sobre la desigualdad y su impacto en términos económicos y sociales (), en la región (América Latina y el Caribe. ACM) esta temática ha estado siempre vigente, apuntalada por la persistencia de altos niveles de desigualdad en las estructuras de nuestras sociedades. Es decir, según Alicia Bárcena, al menos en la región que estudia la CEPAL, la desigualdad es un problema muy anterior al trabajo de investigación que prologó en 2015. En otro párrafo afirma: En los países de América Latina una de las características económicas más documentadas se refiere a los altos niveles de desigualdad en la distribución del ingreso de los hogares. La alta concentración del ingreso y de la riqueza en pocas familias aparece como una marca distintiva de la región (todas las negritas son de ACM). Nosotros hoy, como Alicia Bárcena respecto a la crisis de 2008-2009, podemos decir que la terrible pandemia de Covid-19 ha desnudado como nunca la concentración de la riqueza y las crecientes desigualdad y pobreza de las mayorías y ha vuelto indispensable la discusión de las posibles vías de solución. Según los especialistas que he podido leer, parece ser que se perfilan solo dos alternativas mutuamente excluyentes: a) una revolución anticapitalista que expropie las grandes empresas industriales y comerciales, los bancos, el transporte y las comunicaciones, y ponga todo este complejo económico bajo control directo de los obreros. Con tal medida se impediría, en primer lugar, la apropiación privada de la riqueza social y, como consecuencia obligada, eliminaría automáticamente hasta la mera posibilidad de concentración de dicha riqueza. b) una medida menos radical y destructiva sería una reforma fiscal a fondo, es decir, que grave en serio las grandes fortunas del mundo, como discuten en Estados Unidos según Riva Palacio. El análisis de la primera opción cae, por obvias razones, fuera de los límites de este artículo. Creo que, para los mexicanos de hoy, lo más útil, lo más realista tal vez, sea discutir la segunda opción: una reforma fiscal progresiva y redistributiva de la renta nacional, con objeto de visualizar las características y condiciones que debe reunir para no dejarnos engañar con sucedáneos demagógicos y, en su momento, exigir y defender el tipo de reforma que queremos y necesitamos los menos favorecidos de este país. Alicia Bárcena dice acerca de esto: La discusión reciente a nivel internacional ha girado en torno () [a] la posibilidad cierta de exigir un mayor aporte a aquellas familias o individuos que disponen de más capacidad contributiva, ante la sospecha concreta de que no están sufragando tributos de acuerdo con el nivel de sus ingresos y riqueza. Es decir, la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL piensa (aunque no esté dicho expresamente en su prólogo) que la alta concentración del ingreso y sus daños consecuentes deben ser combatidos mediante una reforma fiscal que obligue a la gente de mayores ingresos a contribuir mejor con el erario, es decir, a elevar sustancialmente la recaudación fiscal del Gobierno para que esté en condiciones de bajarle presión a la tensión y polarización entre ricos y pobres. En síntesis, una reforma fiscal progresiva y de garantizados efectos redistributivos de la riqueza social. En nuestro país, la pandemia también ha despertado conciencias, agudizado preocupaciones y generado opiniones críticas y propuestas inteligentes de solución. El diario digital LaPolíticaOnline del 9 de abril, publicó un artículo del conocido periodista Raymundo Riva Palacio titulado Impuestos a los ricos. A manera de síntesis dice: Los magnates y los pobres en un tránsito muy desigual frente a la pandemia. Estados Unidos puede reactivar una discusión global sobre el aumento de impuestos a los millonarios. El artículo empieza así: El mundo era desigual antes de la pandemia de la Covid-19 y ahora está peor. Los que más tenían amasaron más dinero, y los que menos tenían se hundieron en su interminable precariedad.. Poco más abajo se lee: La concentración de la riqueza es insultante. Solo Elon Musk, el fundador de Tesla, subió su fortuna de 24 mil millones de dólares a 182 mil billones en este período, muy superior al PIB de países como Uruguay, Ecuador, o de toda la América Central junta. En cambio, De acuerdo con el Banco Mundial se estima que el número de personas empujadas a la pobreza durante el primer año de la pandemia () fue de 119 a 124 millones, con lo cual se cree que los niveles de pobreza () tendrán su primer incremento en 20 años. Riva Palacio pregunta: ¿Es tiempo de que los ricos paguen una parte de los costos productivos por la Covid-19? No se ve ningún otro camino en el horizonte, salvo una transferencia de recursos en retorno a lo que han obtenido, por la vía de impuestos a los más ricos (todas las negritas son de ACM). Riva Palacio se refiere a Estados Unidos; pero ¿no podemos decir lo mismo de México? ¿La situación es aquí diferente? Todos sabemos que es peor. Luis Miguel González de EL ECONOMISTA escribió el 9 de abril: México no está solo en su afán de encontrar un nuevo modelo tributario. En casi todo el mundo se está discutiendo el tema y podríamos aprender mucho de lo que está pasando en otros lados. El año pasado algunos países aprobaron impuestos a las grandes fortunas. Es el caso de Argentina y Colombia. Y Viri Ríos, en el New York Times digital del 5 de abril dice: Más impuestos a los ricos, no a los pobres. Y adelanta: Muchos en la clase media mexicana creen que aumentar el cobro de impuestos los puede perjudicar. En realidad, una reforma fiscal en la que los ricos paguen más, les beneficiaría. Cierra su columna con lo siguiente: El cobro más justo de impuestos debe dar pie a un México donde los más ricos subsidien servicios de calidad para las clases medias y las bajas. Para lograrlo, la clase media debe dejar de alinearse con los ricos y comprender que lo que les conviene es demandarles que paguen más (negritas de ACM). Está claro, pues. Si no deseamos una explosión social destructiva ni aventuras revolucionarias sin brújula y sin timonel, el único camino es una reforma fiscal progresiva, que obligue a los más ricos a redistribuir la renta nacional mediante esta vía pacífica y racional. Como era de esperarse, los escuderos del capital de inmediato respondieron con la vieja y gastada cantinela de Keynes: subir impuestos a las empresas es ahuyentar la inversión, frenar el crecimiento de la economía y recaudar menos impuestos que antes. Otros desempolvaron la receta de sentido común: lo sensato es aumentar la base gravable, es decir, hacer que paguen impuestos los que no lo hacen. Y dan el ejemplo clásico: los trabajadores del sector informal. Pero Viri Ríos, en su artículo ya citado, llama a esto un mito, y dice que el error consiste en que, en México, se llama informal a toda persona que no paga seguridad social aunque sí pague impuestos. La realidad es que los últimos datos disponibles muestran que, de un total de 52 millones de personas que trabajaron en 2015, todas pagaron al menos el 5.4% de su ingreso en IVA y, además, el 62% pagó impuestos al ingreso. Es decir, este 62% pagó doble tributación. Los más audaces no vacilan en afirmar que la solución es cobrar IVA a los alimentos y medicinas, un rico filón que el Gobierno se niega a explotar por su erróneo populismo. En resumen: cualquier política impositiva es buena, siempre que no toque las sagradas ganancias del capital. Esta ceguera suicida es propia de las clases en irremediable y definitiva decadencia. Pero lo más preocupante es que López Obrador y sus asesores hacendarios siguen esta misma línea. Belén Zaldívar escribió en EL ECONOMISTA del 8 de abril: Reforma fiscal, en riesgo de quedar en una miscelánea: analistas. Y añade en seguida: En días pasados, tanto la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) como el Servicio de Administración Tributaria (SAT) declararon que el presidente Andrés Manuel López Obrador está de acuerdo con una reforma fiscal siempre y cuando ésta no incremente ni cree nuevos impuestos. En este sentido, Raquel Buenrostro, jefa del SAT, apuntó que la reforma estaría enfocada a facilidades administrativas para el cumplimiento de las obligaciones fiscales. Pero, Una reforma así, enfocada a las facilidades administrativas, podría ayudar a las finanzas públicas de acuerdo con analistas, sin embargo, no consideran que tengan un impacto significativo en ellas, dice Zaldívar. En lenguaje más claro y directo: una reforma así es una farsa, una vacilada (una más) típica de la 4T que, como remedio a la desigualdad y a la pobreza, tendrá la misma eficacia que las estampitas milagrosas y los amuletos de la suerte contra el coronavirus. Por lo visto, la pobreza y la desigualdad seguirán intactos mientras gobierne López Obrador; y si el pueblo elige como su sucesor a otro de la 4T, sus necesidades y carencias corren el riesgo de volverse eternas. En sus manos está su salvación o su condena definitiva. Y debe saberlo ahora, cuando todavía estamos a tiempo de hacer algo eficaz.

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 21.11.2022

MÉXICO DEBE HACERSE RICO, FUERTE E INDEPENDIENTE ANTE LOS DOMINADORES DEL MUNDO Por: Aquiles Córdova Morán... A despecho de todos los pacifistas que en el mundo han sido, la investigación seria demuestra que la guerra ha sido una constante a lo largo de la historia humana. Esta verdad elemental abarca, en realidad, a la misma prehistoria, es decir, la época en que los hombres, por no conocer la escritura, no dejaron un testimonio seguro sobre su vida en colectividad. Las guerras por dominio territorial entre tribus nómadas están fuera de duda. Marx escribió que la historia humana, desde sus orígenes hasta hoy, es la historia de la lucha de clases. Esta tesis implica que, para él, esta lucha no se reduce a la que libran la burguesía y el trabajo asalariado en nuestros días, como pretenden muchos marxistas de manual, sino que es algo mucho más complejo y variado, según lo muestra un estudio más detenido de las formaciones sociales anteriores a la nuestra. Si se hace así, es fácil darse cuenta que la lucha de clases va más allá, incluso, que la lucha entre explotadores y explotados en general, porque, si así fuera, quedaría confinada, siempre y necesariamente, dentro de los límites de una sociedad particular, la que sea, sin afectar nunca a otra u otras formaciones sociales coexistentes con ella. Las investigaciones históricas, sin embargo, dicen otra cosa. La clase dominante en una determinada formación social, una vez agotado el provecho de seguir librando la lucha de clases al interior de su propio ámbito, inevitablemente tiene que dirigir la mirada hacia otras oportunidades mejores que le pueda ofrecer su entorno; y una vez localizadas y dimensionadas éstas, lanzarse a la conquista de los beneficios que avizora y codicia. Y esta conquista, este deseo de apoderarse de los recursos y las riquezas ajenas, solo puede cumplirse mediante el uso de la fuerza. Este es el origen y la causa de las guerras y de su persistencia a lo largo de la historia humana. Vista así la lucha de clases, resulta claro que no se constriñe ni permanece siempre igual en el interior de una sociedad determinada. Nace y se desarrolla en su seno; pero una vez llegada a un punto máximo, se transforma en guerra de conquista, saqueo y apropiación de los recursos (incluidos los humanos) y las riquezas materiales de la, o las sociedades conquistadas. En esta fase, la lucha de clases enfrenta a las clases dominantes de la sociedad más fuerte y poderosa con las clases dominantes de las sociedades más débiles, y se libra, en el terreno de los hechos, lanzando al combate a las clases oprimidas y explotadas de la nación poderosa contra de esas mismas clases pero de la sociedad débil cuya conquista se pretende. El estudio de las guerras más importante sufridas hasta hoy, arroja suficiente material para respaldar estas verdades. Una vez iniciada la fase imperialista, no se detiene ya. Cada ciudad, país o región ganados, son vistos por los invasores solo como una nueva frontera a conquistar; solo como un nuevo desafío a su hambre de riqueza y de dominio. El proceso termina únicamente como consecuencia de su agotamiento histórico, es decir, cuando el impulso profundo de sus promotores y ejecutores se ve debilitado seriamente por las resistencias internas que su dominación provoca en los pueblos sojuzgados y expoliados, y no obtienen ya, por tanto, los beneficios que ambicionan. O cuando ese agotamiento se les aparece bajo la forma de otra fuerza, mayor que la suya y directamente opuesta a sus intereses, obstáculo que no excluye necesariamente la resistencia interna de las masas. Se produce entonces la decadencia inevitable del modelo socio-económico en expansión y es sustituido por otro que supere las obsolescencias del que agoniza e inyecte nueva vida al desarrollo histórico de la sociedad. Por esto, la historia humana puede verse también como una sucesión ininterrumpida de sociedades conquistadoras que han aspirado al control absoluto del mundo de su época y a la eternización de su dominio. En pocas palabras, como una sucesión de imperios que han logrado crecer, desarrollarse e imponerse momentáneamente como el poder dominante, pero que han fracasado siempre en su deseo de eternizarse, es decir, de constituirse en el último eslabón del desarrollo histórico de la sociedad, en el fin de la historia. Caldeos, asirios, babilonios, hititas, egipcios, persas, griegos, romanos y el Sacro Imperio romano-germánico de Carlomagno, son intentos frustrados de dominación eterna y prueba indudable, por tanto, de lo que aquí menciono. Se sabe bien que la muerte de todos los imperios se explica, pero solo en muy pequeña parte, por la descomposición que provoca en sus clases dominantes: la riqueza, el lujo, el ocio, la corrupción y la soberbia de dichas clases, son algo bien estudiado como para repetirlo aquí. Pero lo que se conoce menos, y a veces se calla con toda intención, es el papel que juega la resistencia de los oprimidos. El espíritu de independencia, de libertad y de mejoramiento material y espiritual de los pueblos conquistados, y el sentimiento de injusto despojo de lo que por derecho les corresponde, encienden y refuerzan la decisión de luchar contra los usurpadores extranjeros y expulsarlos de su territorio al precio que sea. No la sumisión pasiva, no la resignación vergonzosa ni la prédica servil de amor y paz, no la renuncia a la lucha (secreta o abierta) por el derecho propio; sino el combate constante al opresor, son los factores decisivos para la caída final del monstruo que parece invencible a primera vista. Hoy vivimos un imperialismo más; vivimos el ansia de dominio planetario por parte del capitalismo industrial y financiero (sobre todo financiero) que juzga que es su legítimo derecho apropiarse de todo, derecho que conquistó, según sus voceros, al derrotar al ejército del III Reich alemán, encabezado por Adolfo Hitler y su partido Nazi que, precisamente, buscaban adueñarse del planeta por la fuerza de las armas. Pero el imperialismo actual, como era de esperarse, ha aprendido mucho de la experiencia de imperios pasados y de sus propios ensayos de dominación mundial a base de invasiones, golpes de Estado y gorilatos al servicio de sus intereses. Hoy sabe ya que el dominio por la fuerza, por la persecución de los enemigos y por el terror despiadado de sus opositores, provoca un efecto contrario al que se busca: no doblega a los pueblos, sino que los arma con poderosas banderas de reivindicación nacional y social y los galvaniza contra el terror y el espíritu de claudicación. Por eso da preferencia a métodos menos rudos en apariencia y que enmascaran mejor sus verdaderos propósitos. Hablo de políticas como la dominación económica mediante la exportación de capitales (productivos y especulativos), a los que presenta como ayudas desinteresadas para sacar de la pobreza a los países rezagados; como el control de los mercados mundiales mediante los pactos comerciales y la globalización a los que atribuye propósitos progresistas y de redistribución de la riqueza mundial; y un discurso universal a favor de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Esto último le permite aplicar sanciones de todo tipo a quienes no se plieguen a sus intereses y denuncien esa política como una trampa más para engañar y dominar al mundo. Naturalmente que esto no elimina las guerras imperialistas de dominio y expoliación, simplemente las disfraza mejor y las vuelve inatacables para la opinión pública menos informada. En un ambiente así, en un mundo que se mueve sobre el abuso, la explotación, el dominio del fuerte sobre los débiles, mientras pronuncia discursos hipócritas sobre paz, democracia, bienestar compartido y derechos humanos, el pacifismo a ultranza de los débiles y dominados resulta una auténtica tontería, un disparate nacido de una mente saturada de idealismo y de una moralidad totalmente fuera de lugar en los asuntos del gobierno y de la política. En un mundo así, hablar de amor y paz como recurso para entenderse con los poderosos y convencerlos de que deben tratarnos bien, o peor aún, someterse a sus órdenes y sentirse orgulloso de haberlas cumplido puntualmente, mientras se destruye al ejército dedicándolo a una tarea que no es la suya y corrompiéndolo por el ocio, la inactividad y la falta de entrenamiento, es ir exactamente en dirección contraria a lo que enseña y recomienda la historia y que reseñamos más arriba. Eso no es lo que México necesita. Si queremos ser libres y soberanos, al mismo tiempo que no aislarnos del resto del mundo, no aislarnos de la economía, los mercados y la cultura de los demás pueblos de la tierra, lo que tenemos que hacer es crecer económica, científica, militar y socialmente, hacernos ricos, poderosos y fuertes para poder negociar en igualdad de condiciones con los gigantes que hoy dominan el planeta. Lo demás son ilusiones que, esas sí, favorecen el retroceso mientras hablan de ir hacia una nueva Tierra Prometida.

Antorcha Campesina Tierra Caliente Guerrero 20.11.2022

EL COLAPSO DEL METRO VS. EL DE LA SALUD Por: Aquiles Córdova Morán La opinión pública, en particular la de la Ciudad de México, está justamente conmocionada por... el desplome del tramo Olivos-Tezonco de la Línea 12 del Metro, que arrojó un saldo trágico de 26 personas muertas y alrededor de ochenta heridas. Esta desgracia ha provocado, como es normal en estos casos, la pregunta sobre quiénes son los responsables y la exigencia pública de que se les aplique el justo castigo. Sin embargo, el problema es que han resultado ser muchas las manos que han intervenido en la construcción y la posterior operación de la línea colapsada. Todos los medios coinciden en que la idea original fue del Lic. Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del entonces todavía Distrito Federal, y que su propósito era doble: mejorar el transporte de masas y levantar su imagen pública con vistas a su futura carrera política. Para esto último era indispensable que la obra fuera terminada en el periodo del propio Lic. Ebrard, para que fuera él quien la inaugurara, razón por la cual presionó a las empresas constructoras a obviar pasos fundamentales en la validación del proyecto. El gobierno del entonces Distrito Federal no cumplió con las disposiciones normativas aplicables a la autorización, planeación, programación, presupuestación, licitación, contratación y ejecución de los recursos canalizados al proyecto (MILENIO, 5 de mayo). De un informe de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), los constructores tuvieron que improvisar, hacer modificaciones sobre la marcha y trabajar a matacaballo para cubrir el compromiso. De aquí surgieron las fallas de la línea 12. De acuerdo con esto, resulta indudable la responsabilidad, tanto del gobierno del Lic. Ebrard como de las empresas constructoras: el primero, por colocar su interés político por encima de la seguridad de los usuarios de la línea; las segundas, por prestarse a ejecutar el proyecto sin las garantías indispensables de seguridad para los pasajeros. Al Lic. Ebrard lo sucedió en el cargo el actual senador Miguel Ángel Mancera, en cuyo periodo el Distrito Federal pasó a ser Ciudad de México. El nuevo jefe de gobierno tuvo pleno conocimiento de los problemas de la Línea 12, como lo prueba la información al público de la situación y la denuncia ante autoridad competente por parte del gobierno de Mancera. Además, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) hizo las observaciones del caso: Los errores de trazo fueron señalados por la ASF tras cuatro auditorías de inversión física y corresponden a los años 2009, 2011 y 2013. Aunque en el sistema de la ASF se reporta que se concluyó el seguimiento de casi todas las observaciones, no se especifica si las mismas se solventaron en sí. Por ejemplo, el 11 de marzo de 2014, apenas 16 meses después de inaugurada, dejaron de funcionar 11 de las 20 estaciones, de Culhuacán a Tláhuac, por <>, según denunció el entonces director del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Joel Ortega Cuevas (las tres citas son de la columna en MILENIO de Rafael Montes, Rafael López Méndez y Cecilia Ríos). Tampoco hay duda, pues, de la responsabilidad del Lic. Mancera, porque, conociendo a detalle el problema, no hizo lo suficiente para corregirlas como lo exigía la seguridad de los pasajeros. La enorme carga en movimiento que soportan las vías del tren y las estructuras que las sostienen, así como el uso intensivo de todo el Metro de la CDMX, tenían que provocar fatalmente que los defectos no corregidos se ampliaran y profundizaran rápidamente hasta el colapso final. Por tanto, no es arbitraria la conclusión de que el senador Mancera y sus funcionarios son también responsables del trágico accidente. Por último, al Lic. Mancera lo sucedió la doctora Claudia Sheinbaum, actualmente en funciones, que también estuvo, desde el principio, bien informada del problema de la multicitada línea. Tenía, pues, la misma responsabilidad, incrementada por el tiempo transcurrido, de corregir las fallas heredadas, independientemente de lo que decidiera respecto a la responsabilidad y el castigo de sus predecesores. Pero no lo hizo; y el derrumbe del tramo Olivos-Tezonco es el testigo de cargo más elocuente e insobornable de su grave omisión. Pero hacen falta algunos testimonios más para arribar a una conclusión definitiva. El Sistema de Transporte Colectivo Metro ha ejercido 3 mil 321 millones de pesos para el mantenimiento de trenes e instalaciones fijas desde 2019, una cantidad que apenas rebasa el 5 por ciento de los 68 mil millones que se requieren para renovar completamente la red de servicios. (MILENIO, nota ya citada). Este porcentaje mínimo surge de la comparación de la cantidad antes dicha con el plan maestro del Metro 2018-2030, que calcula 68 mil 981 millones de pesos para inversión y mantenimiento entre 2018 y 2024. Además, el presupuesto asignado al Metro en lo que va de este Gobierno ha tenido el siguiente comportamiento: 903.3 millones en 2019; 2 mil 417.9 millones en 2020 y 2 mil 250 millones para el presente año. Pero, según la nota de MILENIO, en los primeros dos meses de 2021 no se pudo ejercer un solo peso de este presupuesto, aunque ya se tienen comprometidos mil 461.3 millones de pesos. De aquí, de esta multiplicidad de actores, deriva, como dije al principio, la dificultad de discernir al culpable. ¿A cuál de todos hay que cargar la culpa y el castigo? La respuesta obvia es: a todos por partes iguales. Pero, suponiendo que esto resuelva el aspecto jurídico del problema, es obvio que, a cambio, generaría un conflicto político de considerables dimensiones. Para convencerse de que es así, basta con salirse del terreno de la justicia abstracta, ideal, y adentrarse en el terreno de la realidad concreta, de la real politik y de la correlación de clase entre las familias de las víctimas (incluso sumándoles un evidente apoyo popular) y los poderosos empresarios, funcionarios y políticos que se hallan detrás del desastre. Visto así, el asunto sigue siendo de difícil solución. Sin embargo, bastaría con plantear el problema correctamente, es decir, en sus justos términos y sus alcances precisos, para que desaparezca su complejidad, más aparente que real. Se trata, no de enjuiciar el funcionamiento y el manejo de todo el Sistema de Transporte Colectivo Metro durante todo el tiempo que ha durado en funciones, sino de averiguar quién es el responsable de un hecho singular y preciso: el colapso del tramo Olivos-Tezonco de la Línea 12. Así delimitado, el acertijo se asemeja al de encontrar al culpable del mal control de un incendio forestal. La acción clave suele ser con frecuencia cortar en forma rápida y definitiva el avance del fuego mediante la apertura, a toda prisa y en el sitio correcto, de una brecha cortafuego. De modo que si la operación fracasa, el culpable no puede ser otro que el encargado de abrir esa brecha; todos los demás factores pueden reservarse para un momento mejor. Y a quien no le guste este ejemplo, le propongo otro más actual: el combate a la corrupción. Cualquiera entiende que es una necedad total querer erradicar esa lacra encarcelando a los corruptos del pasado pero permitiendo su reproducción y florecimiento en el presente y en las mismas filas de quienes la combaten. Y que sea el que viene atrás el que se encargue de encarcelar a los corruptos de hoy. Eso es un círculo vicioso; un estar comenzando siempre; un modo de simular que se combate lo que en realidad se fomenta. Volvamos a nuestro asunto. Los gobiernos de Ebrard y Mancera, por suerte o por lo que sea, libraron sin mayores costos los defectos de la Línea 12, pero no erradicaron el problema. ¿A quién correspondía atajar el avance del fuego, es decir, eliminar de raíz el peligro? Al gobierno de Claudia Sheinbaum, sin lugar a dudas. ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué no escuchó siquiera las quejas y denuncias de los vecinos, que veían a simple vista el deterioro de la estructura en el tramo colapsado? Porque el gobierno de la CDMX no tiene dinero suficiente, como vimos antes. Y así llegamos al núcleo de la cuestión: el verdadero culpable no es, en rigor, la doctora Sheinbaum (aunque ella sea responsable de su actitud sumisa y obsecuente por interés político, como Ebrard en su tiempo), sino su jefe, el que ordenó dejar al Metro sin recursos: el presidente López Obrador. Y no es responsable solo del colapso de la línea 12; también lo es de una tragedia inmensamente mayor, inmensamente más brutal y devastadora para las familias mexicanas: los 220 mil muertos de Covid-19 y el millón y medio de infectados por el mismo virus. Si 26 muertos en el Metro nos parecen una tragedia desgarradora e imperdonable, ¿qué diremos de los 220 mil muertos causados más por la negligencia oficial que por el coronavirus? Acierta una vez más la periodista Beatriz Pagés, directora de la revista Siempre!, al calificar el hecho como la tragedia más espectacular que ha sufrido el Metro y no como la más sangrienta ni la de mayores proporciones. No confundir los calificativos es importante para formar la conciencia nacional; lo contrario lleva a la gente a mirar como iguales todos los problemas y le quita motivos para lanzarse a la lucha decisiva contra sus causas profundas. A los muertos por Covid-19 y en la línea 12, hay que sumar otros 100 mil por lo menos, muertos por la falta de atención, de equipos y medicinas en los hospitales, que los obligaron a interrumpir el tratamiento de sus males crónico-degenerativos o de enfermedades de difícil erradicación: niños y adultos con cáncer, cardiópatas, diabéticos, hipertensos, infectados de VIH y un largo etc. Todos ellos son víctimas del mal manejo de la pandemia y del pésimo estado del sistema de salud pública. Hay que sumar, además, la caída de la economía, la falta de empleos, los bajos salarios, la reducción del ingreso familiar, la creciente ola de inseguridad, la ausencia de obras de infraestructura y saneamiento para pueblos y colonias y mucho más. Todo esto se los debemos al presidente López Obrador y a su 4 T. Si el pueblo vuelve a votar por Morena, sus sufrimientos y tragedias crecerán en número y en profundidad y se harán eternos. ¡Hago un modesto y respetuoso llamado a todos: pensemos bien y elijamos mejor en la elección que viene! ¡Solo eso nos puede salvar del desastre inminente!